Desde que Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 1949) llegó al sillón “r” de la Real Academia Española, en 2012, se ha dedicado a investigar sobre la historia política de la implantación del español en América. Conocemos las indagaciones fonéticas y léxicas de la lengua que se usa allí desde la llegada de los españoles, pero faltaba el contexto político que desborda los aspectos lingüísticos del asunto. El catedrático en derecho administrativo publica Hablamos la misma lengua (Crítica), un holgado ensayo en el que descubre tres siglos de relaciones culturales y políticas, de la concordia a la imposición del castellano, entre nativos y extranjeros.
“Debemos sentirnos orgullosos de la conquista de América, porque fue una operación formidable”, explica el académica a EL ESPAÑOL. “El español es la mayor riqueza cultural que tenemos, por eso debemos sacudirnos la mala conciencia y sentirnos orgullosos por lo que hicimos. La lengua se impuso a partir de las leyes y el español culto que debían aprender todos los súbditos”, cuenta a este periódico.
Sin embargo, al principio, la Corona no lo tuvo fácil. Bajo reinado de los Austrias se empeñó en que los indios hablaran español. Pero no lo consiguieron, no podrían controlar el cumplimiento de las leyes. Los misioneros, que tenían el contacto directo con los indios, prefirieron aprender las lenguas nativas para relacionarse con ellos. “La preferencia de la evangelización y el dominio por los frailes de las lenguas indias colocaban a estos en una posición preeminente en las relaciones con los aborígenes, que condicionaba cualquier política cultura”, escribe.
Persecución y centralización
La monarquía castellana había llegado a las tierras americanas y sus derechos sobre ellas se basaban en su descubrimiento y ocupación. El Papa Alejandro VI concedió la bula al país, con la condición de que los habitantes americanos fueran llevados a la fe cristiana. El método evangelizador dejó al español en un segundo plano. “Las moderadas políticas lingüísticas que se esbozaron en aquellos primeros años quedaron inmeditamente interferidas por la preeminencia otorgada a la evangelización”, escribe. “La aculturación fue asumida primordialmente por las órdenes religiosas que empezaron a establecerse en ultramar desde los primeros años del siglo XVI”.
Entonces llegaron los Borbones. Y Carlos III. “Él impuso el aprendizaje forzoso del castellano”. “Los Borbones se empeñaron, con progresiva fuerza a lo largo del siglo XVIII, en renovar las formas de administrar las colonias americanas, fortaleciendo la centralización y el control”. Cuenta el académico que Carlos III se esforzó en “reconquistar” América, que “estaba muy poco controlada”, y expulsó a frailes y jesuitas, que llegaron a Italia. “Y el aprendizaje se impuso como una obligación”.
La imposición fue el ingrediente perfecto para el caldo de cultivo de las independencias americanas, en el siglo XIX, que paradójicamente, consolidaron el español en América. La “amalgama de desencuentros”, sumada a las invasiones de las tropas napoleónicas y a la renuncia de Carlos IV y Fernando VII, remató la secesión. España se quedó sin el territorio, pero logró permanecer en la cultura. “España había hecho una labor formidable en América, incomparablemente superior a la de cualquier otra nación colonizadora”, apunta Muñoz Machado. “Había creado ciudades sembradas de monumentos imponentes y llevado lo mejor de su cultura literaria y artística”.
Un arma de conquista
El autor ha dado una dimensión política al lenguaje que habitualmente se prefiere obviar, en un episodio de choque cultural capaz de desplazar una lengua originaria por una extranjera. ¿Es el lenguaje un arma de conquista? “La lengua es el arma perfecta de colonización”, asegura a este periódico Muñoz Machado. Así lo apuntó Nebrija antes que nadie. “La lengua es compañera del imperio. Mira el Imperio romano, que allá donde fue dejó su lengua”.
Recentralización, pérdida de autonomía, imposición, persecución y guerra cultural por la lengua… el siglo XIX recuerda al XXI. “Nada hay nuevo bajo el sol. Siempre se repiten estas cosas. La historia tiene aspectos circulares”.
Analiza “la historia política, jurídica y social del largo proceso, de tres siglos y medio de duración, durante los cuales se gestó y alcanzó la castellanización de la América hispana”. El uso del término “castellanización” recuerda al que utilizó el ministro Wert en el Congreso, al asegurar que su interés era “españolizar a los niños catalanes”. ¿La imposición de una lengua puede ser motivo de represión y de revolución? “Fue un error usar ese término. Las palabras hay que usarlas bien, aunque las políticas catalanas fueran muy segregacionistas y con tendencia a la educación identitaria. En el caso de América la castellanización era una obligación política”.
¿Qué podemos aprender de aquellos hechos? “Que si se ejecuta una imposición lingüística, el pueblo oprimido se levantará”. La rebelión es irremediable. “Debemos comprender que el pluralismo lingüístico es posible. Los idiomas nativos en América española no se eliminaron, se dejaron sobrevivir aunque hubo una lengua imperante del conquistador. Fue la lengua de los privilegiados, la lengua del legislador. Pero no se hicieron políticas de eliminación”.
Para Muñoz Machado el español en América es la historia de una convivencia con las lenguas indígenas, hasta 1815. Hasta la llegada de los Borbones. Explica que los reyes no trataron de eliminar las lenguas indias y que las protegieron hasta la llegada de los Borbones, cuando “persiguieron y obligaron en las escuelas”. El final de la tolerancia resultó ser el principio del español.