Carmena Vs Montoro: cómo distinguir a un delincuente de un desobediente
Naomi Klein, Norberto Bobbio, John Locke y Ermanno Vitale reflexionan sobre los límites y las formas de resistencia constitucional en una democracia.
10 noviembre, 2017 14:09Naomi Klein dice que estamos en guerra. Que la democracia está en peligro, porque el sistema cada vez sirve más a las élites, mientras aumenta el número de desprotegidos por las constituciones. En su nuevo libro llama a la desobediencia, a la acción. Es un manifiesto de urgencia política: Decir no no basta (Paidós). “Cuanto más grande y amplia sea la resistencia, menos vulnerable será la fuerza extrema del Estado”.
Anima a las manifestaciones, que sean muchas y muy diversas. Deben salir todos los estados sociales, la clase media y blancos incluidos, no sólo los más marginados. Klein pide batalla en la calle y en los tribunales. explica que la gente debe sentir que no está sola, porque la aldea global ha llegado a su fin. La utopía mundial era una excusa para el control total y urge un nuevo modelo.
Ella habla de las “políticas del shock” como respuestas a las críticas lanzadas desde las calles y las diferentes instituciones del propio Estado. No es una idea nueva. Lo que ahora defiende la periodista y ensayista canadiense está profundamente desarrollado por Norberto Bobbio. El jurista, filósofo y politólogo italiano observó que el miedo a la revolución o a reformas que parecen revolucionarias derivará en un contraataque preventivo y violento del reaccionario, del contrarrevolucionario.
Defenderse del poder
Las tesis de Bobbio, Immanuel Kant y John Locke, son rescatadas en el último libro del especialista en el pensamiento político moderno y contemporáneo, Ermanno Vitale, parar recorrer las justificaciones de una resistencia constitucional al “mejor de los regímenes políticos practicables”, o sea, las democracias constitucionales posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Defenderse del poder (Trotta) adelanta un escenario bélico que se está cociendo en el Ayuntamiento de Madrid, tras el anuncio este lunes del ministro Cristóbal Montoro de intervenir y supervisar semanalmente las cuentas del consistorio dirigido por Manuela Carmena.
La medida, tomada en plena crisis territorial entre Madrid y Barcelona, ha sido calificada como “política de intervención generalizada de las entidades políticamente incómodas para el Gobierno del PP”. Si en los próximos 15 días el Ayuntamiento no ajusta su Plan Económico Financiero (PEF), se pondrá en marcha el control semanal de gasto. La decisión ha sido definida como discriminatoria y arbitraria, porque en España hay cerca de 600 ayuntamientos que incumplen la regla de gasto, con una diferencia: en Madrid hay un superávit de 1.000 millones de euros. Es el primer ayuntamiento intervenido en la historia de la democracia.
Respeto a las instituciones
El ala económica de Podemos no ha tardado en reaccionar y pide a Carmena la desobediencia para salvaguardar la inversión social de 575 millones de euros. Con la mano de Montoro se quedaría en 134,95 millones de euros y “nos encontraríamos ante una paralización casi completa de las obras de escuelas Infantiles, polideportivos, del arreglo de las calles o de los centros de mayores”.
En el ensayo, Ermano Vitale señala la diferencia entre desobediencia y la revolución. “El fin de quien resiste continúa siendo la conservación de las instituciones consideradas como legítimas”, explica. Es decir, el “resistente constitucional” actúa a partir de la convicción de que las democracias actuales son el mejor de los regímenes políticos y que, por tanto, dicha resistencia es “antirrevolucionaria”. No piden el cambio total del ordenamiento y la violencia no es un signo distintivo de la resistencia constitucional.
Apariencia de democracia
Vitale asegura que las democracias constitucionales son imperfectas y necesitan una reforma constante. No respalda la vía de la revolución, porque la democracia en sí es el último estadio de las revoluciones contra el poder autoritario. Pero pide, como hace Klein, activar la resistencia constitucional: “Se activaría si y sólo si la ocupación y la corrupción sistemática de las instituciones políticas las haga parciales y poco fiables, convirtiendo así las normas de la democracia en una apariencia de democracia”. Si, como hemos visto en España, no se ha exorcizado del todo “el riesgo de la tiranía de la mayoría”, tiene sentido seguir reflexionando sobre el derecho a la resistencia.
La resistencia tiene como objetivo corregir, enmendar y restablecer el orden constituido que se ha alejado de sus principios, “que ha desarrollado en su interior patologías degenerativas”. En este caso, la decisión de Montoro de dirigir el presupuesto disponible al pago de la deuda generada por equipos anteriores, en vez de a inversión social, es interpretado como una patología degenerativa.
Fuera de la ley
“Hay que pasar del desánimo a la resistencia. Obviamente desarmada, obviamente civil, obviamente democrática”, apunta Michelangelo Bovero, rescatado por Vitale. La desobediencia es una forma de protesta, individual y colectiva, no violenta pero ilegal, que busca hacer presión a quien detenta el poder político con el fin de que modifique decisiones que se consideran injustas. Así ocurrió con los jóvenes negros que se sentaron en un bar reservado sólo para blancos con la intención de que se les atendiera.
Desobedecer a Montoro es estar fuera de la legalidad constitucional (artículo 135). De ahí que Vitale marque la diferencia entre un desobediente y un delincuente. Para empezar, explica que quien se arriesga y se coloca al margen de la legalidad en este caso, no lo hace por beneficio personal, sino por haber perdido la confianza en las instituciones de garantía.
No a la violencia
La subversión constitucional, lejos de destruir la constitución, la refuerza: “La teoría de la desobediencia civil enriquece una concepción puramente legalista de la democracia constitucional”, escribe John Rawls en Una teoría de la justicia. Disentir de la autoridad democrática expresa una “fidelidad a esta y a los principios políticos fundamentales de un régimen democrático”. Porque no violan los objetivos de la constitución.
¿Entonces, cómo distinguir entre un desobediente y un delincuente? ¿Cómo diferenciar entre legitimidad y legalidad? Para Rawls y Vitale coinciden: el regreso a formas de guerra civil o a las condiciones del conflicto violento. La defensa o la consolidación o la corrección de la democracia constitucional nunca puede ser una resistencia violenta.