Hay vida -e interés lector- más allá del bondage, de la sumisión y el masoquismo. Cuando Cincuenta sombras de Grey (Grijalbo), la serie de novelas eróticas de la autora británica E. L. James, alcanzó los 31 millones de copias en todo el mundo y los derechos del libro fueron vendidos en 37 países -estableciendo el récord de la edición de bolsillo con la venta más rápida de todos los tiempos, superando a Harry Potter-, la industria editorial detectó que era esto lo que el público adicto a los romances necesitaba: sexo salvaje y explícito.
En el momento del boom, al producto se le bautizó como “porno para mamás”, por aquello de que quienes agotaban los tomos en las librerías eran mujeres lectoras de mediana edad, y se erigió como icono de la literatura -tristemente- etiquetada como “femenina”. La tristeza viene, sobre todo, de los datos, ya que una encuesta de 2015 realizada por Goodreads reveló que el 80% de los títulos escritos por mujeres fueron leídos por mujeres, quienes también leyeron el 50% de los escritos por hombres. “En otras palabras, los hombres que escriben literatura de ficción cuentan con un público que es representativo del mundo en su conjunto, mientras que las mujeres no”, alicataba la ensayista Siri Hustvedt en La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres.
La simplificación de “las mujeres quieren leer novelas sobre sexo tórrido” condicionó el enfoque de muchos lanzamientos posteriores. Ahí Calendar girl (Planeta), de Audrey Carlan, otro best-seller sexual en el que una heroína de barrio tiene sexo con un hombre cada mes para pagar la deuda de su padre: se vendió en 27 países y fue número uno en todos esos mercados. Sin embargo, la periodista y escritora Raquel de la Morena ha venido a demostrar justo lo contrario golpeando desde el otro extremo: ella ofrece un clean romance, es decir, “un subgénero dentro de la novela romántica que se caracteriza porque sus historias de amor no contienen sexo explícito”: “Si se producen encuentros sexuales, que puede haberlos, simplemente se realiza una elipsis, como el clásico fundido a negro del cine”, explica la autora.
No significa que no exista tensión sexual entre los protagonistas; puede haber química sin necesidad de recurrir a escenas de cama. Se percibe en los diálogos de los personajes, en su actitud, en sus miradas y gestos
“Esto no significa que no exista tensión sexual entre los protagonistas; puede haber química sin necesidad de recurrir a escenas de cama. Se percibe en los diálogos de los personajes, en su actitud, en sus miradas y gestos. Un simple roce de una mano puede hacer que se le ponga la carne de gallina al protagonista y también al lector. No sabría decir hasta qué punto, como máximo, se puede llegar en las descripciones”, reflexiona. “Depende de la autora, pero yo diría que siempre se omiten referencias explícitas al acto sexual en sí, a la consumación”.
Amor y muerte
El corazón de la banshee (Libros de Seda) está ambientada en la Escocia de 1817 y narra la aventura de Erin, una joven curiosa y con ansias de libertad que pelea la dignidad en un mundo de hombres. Su vida se complica cuando ha de llegar a un pacto con una banshee, una criatura sobrenatural que se presenta en las casas para anunciar con sus lloros y lamentos la muerte de uno de los habitantes del hogar. Para salvar a su hermano, tendrá que convertirse ella misma en la banshee y renunciar a amar: si no lo ha conseguido en un año, morirá.
El éxito de la novela ha pillado a la autora por sorpresa. Acaba de ser elegida Mejor Autora Revelación Nacional de novela romántica en los premios que cada año otorga la revista especializada RománTica'S. De la Morena cree que “el sexo es libertad” y que “no puede ser ya un tema tabú”, y puntualiza que, en su caso, “no es que eligiera no meter escenas de sexo en la novela, es que la propia historia finalmente no me las pedía”: “Es un romance más clásico, a la antigua usanza. Me temo que, desde el boom de la novela Cincuenta sombras de Grey, las fronteras entre novela romántica y erótica parecen haberse difuminado un poco. Yo creo que, a veces, eso se convierte en una limitación para el autor y un estorbo para el lector; sucede cuando, por el desarrollo o el ritmo de la trama, se nota que esas escenas están metidas con calzador porque no vienen a cuento”.
La autora sostiene que el erotismo “forma parte de la literatura desde sus orígenes y es motivo de celebración que hayamos superado tantas censuras y autocensuras”, pero opina que “sí que nos hemos excedido a la hora de utilizarlo como reclamo para vender libros de romántica”: “Hay sellos editoriales que creen que el sexo es indispensable para que un libro triunfe, por lo que suelen rechazar los manuscritos que no lo incluyen. Yo entiendo que la industria lucha por mantenerse a flote -algo que no es nada sencillo debido a, por ejemplo, el pirateo-, pero agradecería, como lectora y como escritora, que se permitiera una mayor diversidad, como en el caso de la editorial que me ha publicado la novela: Libros de Seda”.
Feminismo
Su trabajo es un buen ejemplo de que el romance blanco también tiene su hueco en la novela romántica que se escribe en España, y “es positivo que los lectores tengan una mayor variedad entre la que poder elegir”. A la autora le gusta moverse entre varios géneros. Empezó a publicar en 2009, con su marido, Pedro Estrada, y lo hizo en infantil-juvenil, con un libro titulado Perdidos en el tiempo. “Ocho años y seis libros infantil-juveniles después, publicamos, también juntos, una novela-espejo titulada La maldición de Trefoil House, esta vez dirigida a un público joven adulto. Y en 2018 he dado el salto en solitario a un género que me encanta leer, la novela romántica”.
Sus referentes literarios también son muy diversos. Cita a Michael Ende, a Charles Dickens, a Diana Gabaldon y, por supuesto, a Jane Austen, porque cree que “consigue que vidas que nos podrían parecer relativamente ordinarias, de la sociedad burguesa y rural de su tiempo, en realidad resulten fascinantes”, y sostiene que “en sus obras hay más feminismo que en algunas novelas románticas del siglo XXI”. Piensa que “sí hace falta más literatura escrita y protagonizada por mujeres”: “Siempre. En ese sentido, llevamos muchos siglos de desventaja respecto a los hombres”.
Es consciente de que la novela romántica es el género más afectado por el sesgo de género. “No son muchos los hombres que se acercan sin complejos a ella; en 2014, según una encuesta realizada en Estados Unidos, el porcentaje masculino entre los lectores de novela romántica y erótica era del 16%. ¿Por qué? Supongo que no les atrae la temática y algunos creerán que este tipo de novelas están mal escritas o repletas de clichés”, lanza. “Lo cierto es que, durante muchos años, las portadas no es que nos hayan ayudado demasiado a las autoras”, ríe. Recuerda que, como en todos los géneros, hay novelas de calidad y otras que no lo son. Así que invita a los hombres a acercarse a la romántica “sin complejos”: “Probablemente los ayudará a entender mejor a las mujeres”.