Si algo no le falta al primer pícaro de nuestra literatura son hipótesis referidas a su autoría. Ciertamente, ningún huérfano ha gozado de tantos aspirantes a su paternidad como Lázaro de Tormes, que pese a todo continúa en eterna orfandad por falta de consenso entre los eruditos.
Recientemente, los medios de comunicación han difundido la noticia de la localización en Toledo de la casa de Sebastián de Horozco, uno de los tradicionales candidatos a la autoría del Lazarillo. El descubrimiento tiene trascendencia literaria porque la vivienda del escritor se ubica en la misma calle —la calle o bajada del Barco— donde la novela anónima describe la casa en la que conviven Lázaro y su amo el escudero. Dicho de otro modo: la casa de Horozco se localiza "dentro del Lazarillo", lo que supone un indicio potente que al menos reafirma a Horozco entre los señalados pretendientes a la autoría de la obra anónima más irreductible de nuestra literatura.
La investigación sobre la casa de Horozco fue llevada a cabo por iniciativa conjunta del urbanista medieval Jean Passini y yo mismo, a partir del inventario de bienes raíces del escritor toledano, donde se especifican, entre otras propiedades, cuatro casas pertenecientes a la parroquia de San Lorenzo de Toledo. De la principal de ellas se indica su ubicación "en la calle ancha de la cruz", es decir, al comienzo del tramo final de la actual calle del Barco. El documento inventarial añade que dichas casas principales "alindan con otras de Andrés García, alarife, con cuatrocientos maravedís de tributo perpetuo al beneficio curado de San Román". Partiendo de estos datos y la documentación obtenida en los archivos de la Catedral y el Histórico Provincial de Toledo, Passini pudo identificar la casa del alarife Andrés García y, en consecuencia, su aledaña, la de Sebastián de Horozco en el inmueble hoy señalado con los números 20 al 24 de la actual calle del Barco.
Se ha dicho que la autoría de este pequeño y misterioso librito es el secreto mejor guardado de la literatura española, y podría añadirse que también es el más perseguido y codiciado
La calle forma parte de una vaguada natural que surca el peñón toledano desde su cima hasta el Tajo, y responde muy apropiadamente a la definición que de ella hace el protagonista-narrador del Lazarillo como "larga y angosta calle", porque se trata seguramente de la más larga de todas las de Toledo, y no de las menos angostas. No recibe ningún nombre específico en la novela, pero sin duda la calle del Barco es el escenario de los principales episodios del capítulo tercero, como se deduce de las menciones toponímicas que se diseminan por el texto y que, reunidas, nos dibujan un perfil fácilmente identificable. Tales menciones son las siguientes:
Apenas entran en contacto Lázaro y el escudero, oyen misa en la iglesia mayor (catedral) y al acabar "salimos de la iglesia [dice Lázaro]; a buen paso tendido comenzamos a ir por una calle abajo [...y...] llegamos a una casa ante la cual mi amo se paró [...] sacó una llave de la manga, y abrió su puerta, y entramos en casa. La cual tenía la entrada obscura y lóbrega, de tal manera que parece que ponía temor a los que en ella entraban, aunque dentro della estaba un patio pequeño y razonables cámaras".
Frente a la catedral sigue existiendo en la actualidad "la plaza" del mercado adonde el escudero envía a Lázaro a comprar: "Tomo mi real y jarro, y a los pies dándoles prisa comienzo a subir mi calle encaminando mis pasos para la plaza, muy contento y alegre".
Un poco más abajo, se encontraba "la Tripería", donde se despachaban los despojos del matadero, y en la que el pícaro limosnea a sus benéficas tenderas. Así lo dice Lázaro de manera explícita: "Volvíme a la posada, y al pasar por la Tripería pedí a una de aquellas mujeres, y dióme un pedazo de uña de vaca con otras pocas de tripas cocidas". Es perfectamente verosímil que, de regreso a la casa del escudero, tras pedir por la zona más céntrica y comercial de la ciudad (Zocodover, calle Ancha y Alcaná), Lázaro mendigase en la Tripería, pues le pillaba al paso según descendía hacia la calle del Barco, lugar de "su posada".
Siguiendo por la calle del Barco, se alzaba el palacio del Conde de Arcos (conocido hoy como palacio de Munárriz), que explica y da sentido al párrafo en el que Lázaro dice, describiendo la exagerada presunción de su amo, el escudero: "Y súbese por la calle arriba con tal gentil semblante y continente, que quien no le conociera pensara ser muy cercano pariente al Conde de Arcos, o, a lo menos, camarero que le daba de vestir". Ciertamente, la burla halla explicación en que el Conde de Arcos y el escudero vivían en la misma calle (la del Barco), de manera que esta vecindad propiciaba que el hidalgo pudiera ser visto cerca del palacio y confundido con un pariente o camarero de los que frecuentaban al conde.
En la misma cuesta se halla la iglesia y cementerio de San Lorenzo, que es a donde, razonablemente, se dirigía la comitiva fúnebre que espanta a Lázaro cuando sale de la casa del escudero: "Yendo la calle arriba [...] me vino al encuentro un muerto, que por la calle abajo muchos clérigos y gente en unas andas traían. Arrimeme a la pared por darles lugar, y, desque el cuerpo pasó, venía luego a par del lecho una que debía ser mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres, la cual iba llorando a grandes voces...". Aunque hace tiempo que el cementerio de San Lorenzo perdió su antiguo uso funerario, todavía un callejón afluente de la calle del Barco conserva, de su antigua función, el nombre de "callejón de los muertos", cuya desembocadura se encuentra a pocos pasos de la casa de Horozco. Fue en esta iglesia y cementerio donde en 1613 uno de los hijos de Sebastián de Horozco, el famoso lexicógrafo Sebastián de Covarrubias, instituyó una capellanía para honra de su familia, estampando en el documento una provechosa información: "Donde están enterrados los dichos señores mis padres y mis abuelos Juan de Horozco y María de Soto su mujer".
Y finalmente, completando el mapa de la calle donde se asienta la casa del escudero y Lazarillo, se encuentra el río Tajo: "Doy conmigo en el río, donde en una huerta vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres [...] muchas tienen por estilo de irse a las mañanicas del verano a refrescar y almorzar, sin llevar qué, por aquellas frescas riberas [...] Y como digo, él estaba entre ellas hecho un Macías, diciéndoles más dulzuras que Ovidio escribió".
Además de estos datos de carácter objetivo, podría deducirse cierta hipótesis interesante: la de que la casa de Horozco y la del escudero sean en realidad una y la misma, basándonos en dos concisas referencias espaciales. Así, al decirnos el narrador que la casa del escudero estaba lejos de la plaza del mercado —"...de aquí a la plaza hay gran trecho"— pero más cerca del río —"...al río, que aquí bajo está"—, nos está indicando la ubicación de la posada de Lázaro y el escudero en la parte inferior de la calle, que es la zona donde se sitúa la casa de Horozco, es decir, más cerca del río que del mercado. En virtud de esto, y considerando la conocida veracidad de todas las toponimias contenidas en El Lazarillo, ¿no es razonable desembocar en la hipótesis de que la casa de Sebastián de Horozco pudo ser el punto de fuga desde el que proyectaba su imaginación el autor mientras escribía, identificando situacionalmente la casa del escudero con la suya propia?
Se ha dicho que la autoría de este pequeño y misterioso librito es el secreto mejor guardado de la literatura española, y podría añadirse que también es el más perseguido y codiciado. ¿Llegaremos algún día a conocer el nombre del autor del Lazarillo? Yo confío en que sí: los archivos y las modernas tecnologías, como el arpa de Bécquer, solo esperan la mano de artista que sepa pulsarlos.
*** Mariano Calvo es periodista y escritor. Es autor, entre otros libros, de 'La catedral de los traductores' y 'Rutas literarias de Toledo'.
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