Quevedo, Unamuno, Baroja, Lope de Vega... nombres ilustres de las letras españolas, autores de mucho peso y con un legado literario indiscutible; pero también abanderados del pensamiento misógino y machista que durante siglos campó a sus anchas en todos los niveles de la sociedad española. La supremacía les correspondía a ellos, a los hombres; mientras que las mujeres quedaban marginadas y estereotipadas, sin derecho a alcanzar la plenitud como ser humano.
"La mujer está hecha para el amor y la maternidad, pero no para intervenir en las luchas sociales", escribió hace menos de un siglo Gregorio Marañón. Erró de forma abultada, no cabe duda. Sus textos, y los de los otros grandes plumas de la literatura española, están llenos de descalificaciones hacia la mujer, de opiniones hostiles; y su gran mayoría los ha recogido la profesora de Literatura Anna Caballé en Breve historia de la misoginia (Ariel), reeditado ahora. Aquí algunos de los comentarios más machistas:
Alfonso X el Sabio. Primera Crónica General (1272)
"¿Qué es la mujer? Confundimiento del hombre, bestia que nunca se harta, cuidado que no tiene fin, guerra que nunca queda, peligro del hombre que no tiene en sí mesura".
Lope de Vega. Peribáñez y el Comendador de Ocaña (1614)
Le pregunta Casilda a su marido Peribáñez: "¿Qué ha de tener para buena una mujer?". Y el villano le responde con un diccionario que le conmina a memorizar: "Amar y honrar su marido es letra de este abecé, siendo buena por la B, que es todo el bien que te pido. Te hará cuerda la C, la D dulce, y entretenida la E, la F en la vida firma, fuerte y de gran fe. La G grave, y para honrada la H, que con la I te hará ilustre, si de ti queda mi casa ilustrada. Limpia serás por la L, y por la M maestra de tus hijos, cual lo muestra quien de sus vicios se duele".
Y continúa: "La N te enseñará un no a solicitudes locas; que este no que aprenden pocas, está en la N y la O. La P te hará pensativa, la Q bienquedista, la R con tal razón, que destierre toda la locura excesiva. Solícita te ha de hacer de mi regalo la S, la T tal que no pudiese hallarse mejor mujer. La V te hará verdadera, la X buena cristiana, letra que en la vida humana has de aprender de la primera. Por la Z has de guardarte de ser celosa; que es cosa que nuestra paz amorosa puede, Casilda, quitarte. Aprende este canto llano; que con esta cartilla tú serás flor de la villa, y yo el más noble villano".
Francisco de Quevedo. España defendida y los tiempos de ahora (1609)
"Las mujeres inventaron excesivo gasto a su adorno, y así, la hacienda de la república sirve a su vanidad. Y su hermosura es tan costosa y de tanto daño a España, que sus galas nos han puesto necesidad de naciones extranjeras, para comprar, a precio de oro y plata, galas y brujerías".
Más de un gran machista como Quevedo, esta vez en Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo (1627): "Si la besas te embarras los labios; (...) si la pretendes te cansas; si la alcanzas te embarazas; si la sustentas te empobreces; si la dejas te persigue; si la quieres te deja. Dame a entender de qué modo es buena, y considera ahora este animal soberbio con nuestra flaqueza, a quien hacen poderoso nuestras necesidades".
Mariano José de Larra. La Nochebuena de 1836
"(...) ni me enamoro de mujer porque no me diga que sí, pues en punto a amores tengo otra superstición: imagino que la mayor desgracia que a un hombre le puede suceder es que una mujer le diga que le quiere. Si no la cree es un tormento, y si la cree... ¡Bienaventurado aquél a quien la mujer dice no quiero, porque ése a lo menos oye la verdad!
Cuando yo necesito de mujeres echo mano de mi salario y las encuentro, fieles por más de un cuarto de hora; tú echas mano de tu corazón, y vas y lo arrojas a los pies de la primera que pasa, y no quieres que lo pise y lo lastime, y le entregas ese depósito sin conocerla. Confías tu tesoro a cualquiera por su linda cara, y crees porque quieres; y mañana tu tesoro desaparece, llamas ladrón al depositario, debiendo llamarte imprudente, necio a ti mismo".
Gustavo Adolfo Bécquer. Cartas literarias a una mujer (1864)
"En la mujer, sin embargo, la poesía está como encarnada en su ser; su aspiración, sus presentimientos, sus pasiones y Destino son poesía: vive, respira, se mueve en una indefinible atmósfera de idealismo que se desprende de ella, como un fluido luminoso y magnético; es, en una palabra, el verbo poético hecho carne. Sin embargo, a la mujer se le acusa vulgarmente de prosaísmo. No es extraño; en la mujer la poesía es casi todo lo que piensa, pero muy poco de lo que habla".
Miguel de Unamuno. 'Cartas a mujeres' en La Nación (1912)
"Una señora o una señorita en un salón, en un baile, en una solemnidad, en un palco de teatro, no me interesa absolutamente nada; interésame, sí, cuando vuelve a ser ama de casa, mujer de su hogar o trabajadora en su trabajo".
Pío Baroja. Las horas solitarias (1918)
"Claro, a nosotros, viejos intelectualistas encenagados en la rutina de pensar, gentes para quienes el mundo exterior no es más que una realidad problemática; para nosotros, que creemos que lo trascendental es comprender las cosas y que lo demás no tiene importancia, no nos puede entusiasmar esta evolución de las mujeres hacia su emancipación, que tiene, hoy por hoy, como base la función de la matriz y del ovario más que la función del cerebro".
Gregorio Marañón. Conferencia 'Psicopatología del donjuanismo' (1924)
"(...) la mujer —la mujer corriente, no la mujer de excepción— está hecha para el amor y la maternidad, pero no para intervenir —si no es accidentalmente— en las luchas sociales, ni para cambiar el curso de las cosas con las creaciones de su cerebro (...) El hombre puede hacerse un asceta y desligar su vida por completo de la preocupación del sexo, cosa imposible en la mujer, en la que la naturaleza le recuerda de un modo periódico y aparatoso que está sometida a la esclavitud durante los mejores años de su vida".
José Ortega y Gasset. Epílogo al libro de Victoria Ocampo, De Francesca a Beatrice (1924)
"La excelencia varonil radica, pues, en un hacer; la de la mujer en un ser y en un estar; o con otras palabras: el hombre vale por lo que hace; la mujer, por lo que es. Cuando menos, lo que al hombre atrae de ellas no son sus actos, sino su esencia. De aquí que la profunda intervención femenina en la historia no necesite consistir en actuaciones, en faenas, sino en la inmóvil, serena presencia de su personalidad".
Enrique Jardiel Poncela. 'Autointerviú' en Lecturas para analfabetos (1938)
—¿Qué opina usted de las mujeres?
—Que son cerebros en embrión perturbados por el histerismo. Y si la mayoría de los hombres no fueran tan brutos, opinaría aún peor de las mujeres. Pienso desde luego, que se las ha exaltado excesivamente. Desde luego son insustituibles.
Francisco Umbral. El Mundo (31 de enero de 2001)
"El odio violento es la manera más pacífica que tiene de expresar amor un marido, un amante, un enamorado (...) A uno le parece que tanta zurrapa no puede ser más que amor".