Las novelas de la escritora Clara Sánchez mezclan ese componente misterioso y social que necesita un libro para que uno quede enganchado a sus letras. Fue galardonada con el Premio Planeta en 2013 por El cielo ha vuelto y ahora la arriacense se atreve con un espacio geográfico único y que da pie a una historia repleta de tensión. El amante silencioso (Planeta) presenta "una trepidante historia de pasiones e intriga en el corazón de África".
Ezequiel es un joven que proviene de una familia de casa alta. Cae en una secta llamada Orden Humanitaria y su familia recurre a Isabel, una chica cuyo hermano se suicidó años atrás en otra secta del estilo. El inevitable tormento que le produce la muerte de su hermano le hará viajar hasta Kenia a rescatar a Ezequiel de un sino igual.
¿Por qué Kenia?
Digamos que escribo sobre una Kenia real que yo he visto y he vivido. De hecho, todos los personajes africanos que aparecen en la novela son reales. Maína es una persona que conocí allí, Said, Madam Selina e incluso los masáis que aparecen son personas con las que yo he hablado. Hay hasta frases que utilizo que yo escuché. Es el caso de Maína que, bueno, no era un gurú ni nada del estilo, y que consideré que era una persona muy sabia. Él había estado en España y aprendió español (porque le encantaba Antonio Machín). Me pareció que tenía unas cualidades y un mundo espiritual que podrían haberle convertido en un líder espiritual. No era el caso, pero en la novela me solucionó ese personaje que yo necesitaba. Lo que pasa es que no era una persona perversa como aparece en el libro. Y Madam Selina es una de esas mujeres aldeanas que siempre que yo paseaba por allí las veía haciendo las labores más pesadas. Yo le tengo mucho cariño y me sirve para hablar de esa confrontación con las mujeres blancas que van allí y las tratan de arropar caritativamente.
Entonces, ¿todas las descripciones que realizas las adaptas de lo que tú viste allí?
Claro. Yo quería hablar de manipulación en mi nuevo libro y África se convirtió en el escenario idóneo donde podía crearse una secta como la Orden Humanitaria. Todos queremos salvar a alguien y aquel es un terreno propicio para que todos podamos lavar nuestra mala conciencia siendo caritativos.
¿Aparte de los personajes hay algo más que hayas aportado desde tu experiencia personal?
Hubo algo concreto. El hijo de unos amigos míos sufrió esto mismo. Estaba en un momento débil de su vida, buscando caminos espirituales. Finalmente fue captado por una red de estas. Fue todo un infierno y fue dificilísimo sacarle de ahí. La verdad es que el lavado de cerebro que se hace es muy importante. Como yo quería hablar de la manipulación adapté esta historia que conocía.
Lo que es que a través de esta secta yo hablo de la visión del mundo que tengo. Para mí, el mundo es una secta y la sociedad está conformada por micro-sectas. Estamos siendo manipulados desde primera hora de la mañana y nosotros mismos nos convertimos en manipuladores. El manipular viene en nuestro ADN.
Claro. Siempre hay ejercicios de poder.
La familia es manipuladora. Los padres sobre los hijos y los hijos sobre los padre. Y luego la pareja es una micro-secta de dos en la que también se ejerce esa manipulación. Pero claro, lo que yo quería era algo concreto que cristalizara esos efectos de la manipulación.
¿Por qué te pesca una secta? Porque estás en un momento de tu vida en el que quieres una cosa distinta, vienes rebotado de que todo te va mal y, sobre todo, por la necesidad de ser aceptado; la necesidad de pertenecer a una tribu. Hay gente que está en casa con su ordenador y que no tiene amigos. No tiene un perrito que le ladre. Entonces, puede encontrar en un grupo así a gente que le acepta y que no le pregunta quién es. Además, le alivia el hecho de que tenga que responsabilizarse.
Yo creo que no se trata de clase social. Se trata de sensibilidad. Hay personas que son más vulnerables que otras y que se sienten más perdidos que otros. Tú aceptas muchas cosas porque quieres complacer y esto pasa en el trabajo, con amigos y hasta con tu pareja. De hecho, hay un momento en el que Isabel está tentada de quedarse en la secta.
Cada vez hay más documentales y programas relacionados con sectas y nuevos tipos de sectas. ¿Crees que hay un despunte?
Puede ser que estén proliferando mucho. La gente se siente muy desorientada. Imagínate a tantas personas que terminan la carrera, no tienen trabajo, se plantan en los 30… Y de pronto ves una lucecita y te preguntas si tú encajarías en un grupo de esos.
Fíjate si hay avisos de sectas destructivas como la de Charles Manson o Los Niños de Dios y aún así seguimos picando. Ahora se vende de otra manera, quizá a través de grupos de yoga y otro tipo de vías alternativas.
Otro de los temas que aparecen en el libro es ese 'hombre blanco' que se inmiscuye en los negocios más oscuros de África. ¿Hasta qué punto es un mero recurso literario o una crítica política?
Cuando yo estuve allí, hace unos seis años, era una época en la que los piratas somalíes asesinaron a una familia británica y eran muy peligrosos. Un misionero de allí me enseñó a chicos armados con Kalashnikovs. Ahora parece que la cosa está más calmada. Pero está claro que África es un terreno propicio para las guerrillas y el tráfico de armas. Sí que hay una crítica política.
Estos últimos años ha cambiado el consumo de ocio con plataformas como Netflix o HBO. ¿Crees que está repercutiendo negativamente en la literatura y en el tiempo dedicado a la lectura?
No creo que repercuta negativamente. El problema es el tiempo. Alguien que a lo mejor leía tres horas ahora emplea esas tres horas en una serie. Lo que pasa es que yo creo que esto es algo cíclico y hay que tener paciencia. La literatura da algo más que no te da una serie o el cine. Es un estado neuronal. Cuando tú lees a la vez estás dando. Da pie a la imaginación y tú completas una imagen desde tu vivencia. En cambio, con el cine recibes una imagen ya dada.
Con la literatura puede ocurrir un poco como con el teatro. Pensábamos que por la televisión y el cine el teatro había acabado pero seguimos viéndolos llenos. La gente necesita algo vivo. Y con la literatura va a pasar algo parecido. Ese momento en el que te tumbas en una hamaca y coges un libro… Eso no te lo da nada más. Es un acto muy íntimo que solo puedes hacer tú.