Vinicio Capossela rescata la música de los refugiados
Es la tarantela que habrían cantado Charles Bukowski, John Fante, Arthur Miller y Carver. Arde, como Paolo Conte y Tom Waits.
27 octubre, 2015 00:33Noticias relacionadas
Esta entrevista empezó a hacerse hace unos once años, cuando alguien trajo desde Italia una casete en la que había escrito a mano: “Vinicio Caposella”. Al apellido le sobraba una ele y le faltaba una ese, porque al español le parece que todo lo italiano baila con doble ele. No faltaba el nombre del disco: Canzoni a manovella. Aquí, todo en su sitio. Efectivamente, no era tanto un artista como un artesano lo que sonaba al fondo de la pletina. No tanto un músico, como un escenógrafo, por todo lo que sucedía alrededor de las canciones. Eran los días en los que ni Youtube, ni Spotify, ni Itunes y la música de Capossela disparaba la imaginación, la dispara. Eran canciones nacidas del amor y la catástrofe, lo son.
Eran los últimos años en los que la música saltaba de contrabando entre países y había que esperar para que alguien se animara a traer a Vinicio, el de la garganta de aguardiente y la locura de don Quijote, a los teatros de este país. Llegó escondido en la programación de los festivales de teatro porque lo suyo, eso que hace sobre el escenario, es difícil de explicar. Si se han cruzado alguna vez con ser demoníaco, exultante, sátiro, incontrolable, nihilista y delicado sabrán de lo que estamos hablando.
Esta noche tocará junto a unos mariachis, los Mezcal, porque tienen todo lo que la música debe tener: euforia y muerte.
Capossela es un torrente de energía que predica la conquista de lo inútil, una fuerza sobrehumana que se resiste a estar de moda. Es la tarantela que habrían cantado Charles Bukowski, John Fante, Arthur Miller y Carver. Arde, como Paolo Conte y Tom Waits. Él es el mapa donde confluyen las músicas de los forasteros, los desarraigados, los apátridas que lo pierden todo menos sus canciones. La que pertenece a todos. Suena por todas partes y corre ajena al lugar al que llegan quienes la portan. Es la de los refugiados, la música ronca que tiende al tormento personal. Se canta en coro, se baila solo. “Pertenece a todos, pero le habla a cada cual”, dice el músico en la entrevista que empezó hace más de una década. “Nacida de una división, une”.
La dimensión casete ha muerto y la música corre libre, llega a todas partes. La sequía ha dado paso al exceso. La música ha dejado de ser contrabando. Sin embargo, nuestro protagonista no crea sus discos como Itunes, sino como obras completas y por eso desconfía de las nuevas tecnologías: “La multiplicación de la posibilidad no garantiza la eficacia”, dice.
Capossela también ha dejado de ser un autor de contrabando: hoy actúa en el Teatro Calderón, a las nueve, junto a su banda La Posta, y -sorpresa- a unos mariachis, los Mezcal. “Tienen todo lo que la música debe tener: euforia y muerte. Nos conocemos desde hace una semana, pero somos amigos. Tocan una canción sobre el exilio, La golondrina”. Además, aprovecha su pequeña gira por España para hablar de un libro que la editorial Minúscula ha traducido al castellano: Tefteri. El libro de las cuentas pendientes, una crónica personal sobre el rebético, el género popular griego, escrito como un reportaje o un cuaderno de viajes que apunta, bajo el texto, al desprecio con el que Europa rechaza en nuestros días a Grecia.
Muerte a lo útil
Arranca fuerte: “Siempre nos sentimos culpables por las cosas equivocadas, por haber sido felices, nunca por volver a la infelicidad de nuestras obligaciones, a la cadena corta de los hábitos, a agachar otra vez la cabeza bajo el imperio de lo Útil”. Lo útil no es el amor, por eso no se olvida nunca de esto. Por eso en aquella cinta sonaba Con una rosa, en la que canta todas las maneras de quemarse el corazón y retorcerse de dolor. Su último álbum ya tiene tres años (Rebetiko Gymnastas) y anuncia que para abril tendrá nuevas canciones.
Capossela conoció la música rebética por hambre. Viajaba por Macedonia en coche, buscaba a un grupo que quería escuchar en directo y paró en un bar donde tocaban. “El rebétiko es muy parecido al tango, blues, flamenco, porque tiene duende”, dice el músico italiano. Este libro recrea eso, el viaje de los emigrantes griegos que trasportaron estas canciones allá donde fueron. “Esta música es importante para detener la dictadura de la actualidad”, cuenta.
La relación que existe entre música y éxodo es algo muy fuerte, porque nunca la olvidaremos allá donde estemos.
¿Cómo sabemos que hemos detenido la actualidad? Meraklís. Es una palabra muy recurrente en las canciones de rebético. Es la actitud de un hombre que necesita disfrutar de las cosas más que el resto, no por exhibicionismo. “Como los que se toman el café dándose tiempo. El que se viste no solo con la chaqueta, sino que lleva también gemelos. Que se fija en los detalles, en los accesorios. Porque los disfruta. Al beberse el café, sorbe, emite un ronroneo de satisfacción. No se queda a medias. Es una manera de comer, de vestirse, de tomarse el café, gozar de la música y la compañía. Un modo de hacer las cosas con amor, no para consumirlas y punto”, se puede leer en el libro.
La etimología es importante. Para Capossela, mucho. Porque en ella está la explicación del mundo. Contienen los significados del origen. La etimología es asomarse a un agujero, como la música de Capossela. “Siempre hay algo importante escondido en lo pequeño”, como ocurre en el minúsculo significado original de una palabra. Como sucede en las músicas que nacen de los movimientos migratorios. No del turismo de masas. “La relación que existe entre música y éxodo es algo muy fuerte, porque nunca la olvidaremos allá donde estemos”.
Música para demonios
Si la historia del hombre en la Tierra es la historia del que ha sido expulsado del Paraíso, ese en el que no envejecíamos ni enfermábamos, la música es su testigo. Su compañero. Dice Caposella, cubierto por su sombrero de ala ancha y terciopelo negro, escondido tras la poblada barba y un cráneo brillante, que la literatura toda literatura tiene una dimensión escénica porque tiene a su disposición el mejor escenógrafo de todos: nuestra imaginación.
Y a pesar de ello, la música, oh la música, es “más eficaz que la literatura cuando se trata de emigración, porque la música es una necesidad”. “Si la literatura es el creador, el Padre divino que escribe y parece crearlo todo, la música siempre será el demonio”. Ardamos todos por una noche, aunque la pletina del casete ya no funcione.