Ahora que Cuba vuelve a estar de moda, que un genuino músico norteamericano de rock se arrime a sus músicas poderosas puede sonar a ejercicio de oportunismo. O a gesto de sincero aprecio por un patrimonio cultural que, por peajes políticos, ha estado demasiado tiempo en la gaveta de la indiferencia. Con Cuba otra vez on fire, el guitarrista y cantante de ZZ Top encabeza el desembarco del más genuino rock americano en festival de jazz de La Habana.
Billy Gibbons, además, presentará su primer disco en solitario en 48 años de carrera. Un álbum titulado Perfectamundo que rinde tributo sabroso al jazz afrocubano que durante décadas maceró en los dos lados del estrecho de la Florida. En ciudades que llevan la música en las venas como Nueva Orleans, La Habana o Nueva York. Tres de los lugares cruciales donde nació el jazz afrocubano, más tarde etiquetado como jazz latino.
No son nuevas, ni mucho menos, las relaciones entre músicos de Estados Unidos y Cuba. Ya a finales de los años 30 los éxitos cubanos de compositores como Arsenio Rodríguez o Miguel Matamoros no entendían de fronteras. Arsenio, un músico ciego de una pequeña aldea campesina de monte adentro (con siete años perdió la vista por la coz de un caballo en la cabeza en su pueblo de Matanzas), desembarcó por primera vez en Nueva York en 1947. Por esas fechas, Matamoros triunfaba en México con un cantante que luego sería leyenda, Benny Moré. Llegaba el mambo, y el mundo entero se apuntó al baile cubano.
La fiesta por el primer desembarco de música cubana en Nueva York duró lo que duraron los días de amistad entre Washington y La Habana. En Cuba, el dictador Fulgencio Batista aceptaba sumiso las imposiciones culturales del interesado vecino del norte. Fueron días de gloria en los clubes y los cabarés de La Habana, un caldo de cultivo de música como pocos se han visto luego en el mundo. Los teatros rebosaban representaciones y conciertos.
Era tal la demanda que los músicos más reputados hacían programa doble: en La Habana a mediatarde y luego, avión mediante, un segundo recital en clubes de Florida. Noches de grandes nombres, algunos pioneros de lo afrocubano: Mario Bauzá, Machito, Chano Pozo (autor del clásico Manteca, ahora se cumplen 67 años de su muerte en una reyerta por asuntos de marihuana en un bar del Harlem), Juan Tizol o Mongo Santamaría. Fernando Trueba captó de maravilla aquel intenso trasiego en el animado Chico y Rita.
Legado latino
El disco de Billy Gibbons rejuvenece este legado latino en la música popular de Estados Unidos, ahora que parecen esquinados los problemas políticos que, por ejemplo, llegaron a impedir que un cantante cubano de boleros, el septuagenario Ibrahim Ferrer, recogiera su premio Grammy por el proyecto Buena Vista Social Club. Y que al productor de aquel rescate histórico del son montuno y el bolero cubano, el guitarrista californiano Ry Cooder, le costara un disgusto grabar en 2003 el estupendo disco Mambo sinuendo con su amigo Manuel Galbán, líder del conjunto de doo-wop Los Zafiros en la Cuba antes de los Castro. Pocos años antes tampoco tuvo la acogida que por calidad merecía la serie Cubanismo! del trompetista Jesús Alemañy, ni siquiera el vivaz Mardi Gras Mambo in Nueva Orleans.
El disco Perfectamundo también nace de un reto a contracorriente de la política. En 2014 Billy Gibbons recibió una invitación del festival Jazz Plaza de La Habana, que se celebra cada final de año en la capital cubana. Y no es un festival cualquiera: en sus tres décadas Jazz Plaza ha recibido a artistas como Dizzy Gillespie (en su quinta edición descubrió al pianista Gonzalo Rubalcaba y alentó la carrera de Paquito D'Rivera y Arturo Sandoval) y reputados jazzmen como Charlie Haden, Roy Hargrove, Tete Montoliú o Michel Legrand.
Tampoco el jazz latino era un sonido desconocido para el músico líder de ZZ Top, toda una referencia de la guitarra de rock. En Nueva York, antes de formar el trío de barbas legendarias, Billy Gibbons recibió clases de percusión latina con un amigo de su padre: era Tito Puente, otra leyenda del género. Y en Perfectamundo reivindica que no se le ha olvidado la lección. "Volver a tocar congas, bongó, maracas y, lo más importante, timbales ha sido como montar otra vez en bici. Es algo que nunca olvidas. Puede que no lo hagas cada día, pero te subes y caminas", señaló en su web el músico sobre Perfectamundo, que grabó en su estudio doméstico de Houston y también en Los Ángeles y Pontevedra.
Mientras fumábamos y bebíamos vino nos pusimos a tocar para comprobar qué podía salir haciéndolo a lo cubano
En las once canciones del nuevo disco, Billy Gibbons pone en valor el acervo afrocubano en el jazz y el soul contemporáneos. Aunque no es el primero, ni el único. Músicos por la libre como Dr. John, Omar Sosa o Angá Díaz ya escribieron capítulos nutritivos a ambos lados del mar. "Básicamente", explica Gibbons, "hemos sido un puñado de tipos reunidos para hacer un poco de ruido. Mientras fumábamos y bebíamos vino nos pusimos a tocar para comprobar qué podía salir haciéndolo a lo cubano". Para Perfectamundo, el cantante ha sumado al argentino Martin Guigui, al cubano Chino Pons y al tecladista Mike Flanigan, y avisa a los más sorprendidos por su giro latino: "Puedes hacer mosh o bailar el mambo".
Vientos de cambio
Con un pie en el jazz afrocubano y el otro en el imponente acervo rock de ZZ Top y Led Zeppelin, producido junto a Joe Hardy (que ha trabajado con Steve Earle o Jeff Healey y que en 2006 moldeó el disco en directo Que pareza un accidente de Siniestro Total), el repertorio de Perfectamundo incluye piezas propias como Sal y pimiento, ideada a partir de una cena en un restaurante latino; pespuntes de hip hop urbano con la voz de Garza (You’re what's happenin’, baby); y un single rotundo: una versión con metales ardiendo de Treat her right, original de Roy Head en 1965. También hay dos tributos a la vieja escuela del blues: Slim Harpo (Got love if you want it) y Lightnin’ Hopkins (Baby, please, don't go).
Con los vientos de cambio entre La Habana y Washington, Billy Gibbons podrá devolver ahora la invitación para actuar en Cuba. Su concierto es esperado, a tenor de la difusión que, ahora sí, le ha dado el periódico oficial Gramma. En una nota memorable de inicios de noviembre, el diario del Partido Comunista Cubano se refirió a la visita del músico de ZZ Top como si el rock no hubiera sido detestado nunca por los ortodoxos al ser "música del enemigo".
Ahora que "las leyendas del rock and roll se han animado a tocar en Cuba de una vez", apuntó Gramma, junto a Billy Gibbons también viajarán el saxofonista ligero Kenny G y la veterana Preservation Hall Jazz Band de Nueva Orleans. Entre los días 17 y 20 de diciembre, sus conciertos en la Fábrica de Arte Cubano y en el teatro Maxim Rock saldan una vieja cuenta pendiente de Gibbons, como recordó hace poco a Rolling Stone. "Cuando tenía trece años mi padre me envió a Nueva York para estudiar percusión latina. Yo soy un artista de blues y rock and roll, pero me encantaría conocer Cuba y su música".
El festival Jazz Plaza es uno de los primeros acontecimientos culturales en Cuba que se beneficiará de la nueva política de buena vecindad con Estados Unidos. Autorizados los viajes por motivos profesionales y culturales, la asistencia de turistas estadounidenses se da por segura. En internet se venden paquetes turísticos, con viaje, hotel y entradas a los cuatro días de conciertos, desde 1.500 euros. No han cambiado tanto las cosas: medio siglo después, la música norteamericana vuelve a Cuba y con ella el turismo detrás.