El padre de Felo era un comunista recalcitrante, por eso en su casa no se podía escuchar a los Rolling Stones. Según el Partido Comunista Cubano esa banda era parte de la música de los enemigos de la revolución y por lo tanto entraba en la lista de artistas prohibidos por el régimen. Eran los años setenta, Felo era un adolescente y se las ingeniaba para poder captar la señal de emisoras del extranjero en La Habana. Improvisaba una larga antena casera que colocaba en el techo de su hogar. Así desafiaba a su padre y al partido. Así captaba las ondas de la BBC y escuchaba canciones como Jumpin' Jack Flash, pieza con la que los Stones abrieron anoche su histórico concierto en La Habana.
El joven Felo es ahora un experimentado veterinario que caminó los seis kilómetros que separan su actual vivienda de la Ciudad Deportiva, para disfrutar de Mick Jagger, Keith Richards, Ronnie Wood y Charlie Watts. En la misma Cuba comunista de antaño que por estos días ha comenzado a cambiar.
La explanada estaba repleta. Decenas de miles de cubanos colmaron el lugar donde habitualmente se práctica fútbol y otras actividades. “Buenas noches, La Habana”, dijo Jagger en español. Y la gente comenzó a bailar como sólo saben hacerlo los cubanos. Algunos improvisaron coreografías en grupo y otros se contoneaban con dulzura. Era una noche calurosa. Muchos se besaban y se fundían en abrazos. El veterano vocalista también se movía, y mucho, desde la tarima, con un estilo ya mítico que aprendió de un diablo del escenario como James Brown.
El líder de la agrupación británica irradiaba la energía que pocos septuagenarios pueden derrochar. Él, motor de la banda, conectó con un público que era una masa feliz que se deshacía en elogios hacia los artistas. “Esto es inolvidable”, se escuchaba de boca de la gente.
Ancianos y bebés, extranjeros y locales, policías y espías, todos se sabían parte de un concierto histórico. La diferencia generacional y el poco acceso a la música de los Stones impedía que este fuese uno de esos conciertos donde los asistentes no paran de cantar. Nada de karaoke, muchos no sabían la letra de las canciones. La música contagió a los cubanos y se dejaron llevar por décadas de grandes éxitos. “Para los románticos” Jagger regaló la balada Angie y para los nostálgicos sonó Paint it Black.
“Sabemos que era difícil escuchar nuestra música, pero aquí estamos tocando para ustedes en su linda tierra. Pienso que los tiempos están cambiando. ¿No?”, dijo Jagger, a lo que el público respondió con un sonoro “sí”.
El espectáculo gratuito contó con todos los elementos que acompañaron a la agrupación por su gira latinoamericana. No se guardaron nada y el público lo agradeció. Pantallas gigantes y un juego de luces sólido, junto a un buen sonido nutrieron la noche. Nunca La Habana había visto algo así, a decir de los asistentes. Nunca hubo tanto rock en la ciudad.
“Gracias, Cuba, por toda la música que le has regalado al mundo”, soltó el vocalista y consiguió una ovación. Sympathy for the Devil y Brown Sugar prepararon el terreno para el clímax. Fue entonces cuando los acordes de Satisfaction hicieron delirar a la multitud que brincó con entusiasmos después de dos horas de concierto.
Fue el final perfecto para una noche ideal. La entrega de los músicos, la energía de los Rolling Stones, hicieron que la espera valiera la pena. Sus Majestades Satánicas impregnaron a La Habana con su música en un concierto frenético, memorable, que nunca debió esperar tantos años para ser una realidad.