Durante los últimos años nos hemos cansado de escuchar la expresión electro latino. La mezcla de música electrónica y ritmos latinos llegó a las radios con su peor expresión y todo el mundo se apuntó al carro. Juan Magan, Kiko Rivera y hasta Jesé, el futbolista del Real Madrid, han sacado canciones que han reventado a pesar de todo. Quítate el top, Ayer la vi... letras de parvulario y música machacona para ser el rey de las discotecas y chiringos de playa.
Pero más allá de las radiofórmulas, de Los 40 principales y de las colaboraciones con Enrique Iglesias hay un electro latino que merece la pena reivindicar. Bomba Estéreo nacieron en 2006, mucho antes del fenómeno, pero ha sido con su cuarto disco (con Sony como productores) con el que han dado un golpe sobre la mesa. Para hacerlo también han tenido que rendirse a lo que quiere la industria. Fue su colaboración con Will Smith cantando Fiesta, single de su último disco Amanecer, la que les colocó en el panorama musical de mucha más gente.
Ahora son uno de los grupos más reivindicados y uno de los fijos en cualquier festival musical indie que se precia. A Madrid han venido gracias al Festival Charco, que se organiza dentro de las Noches del Botánico. Allí aparecieron ayer para hacer callar a todos los Kikos Riveras del mundo. Ellos no definen su música como electro latino, sino como electro vacilón, pero nadie que escuche sus temas dudará que esta mezcla de electrónica, cumbia, reggae y hasta rap bien podría calificarse así.
Con un calor asfixiante y una hora de retraso apareció Liliana Saumet, voz, alma y diva de Bomba Estéreo. LLegó como una estrella, llena de plumas y derrochando actitud. Su salida vino precedida de ritmos electrónicos y flashes de luces que premonizaban lo que estaba por venir. No paró ni un momento. Bailó, se meneó, animó a un público entregado y fue desgranando sus éxitos sólo parando para beber agua.
Nadie diría que Saumet ha sido madre hace sólo tres meses, aunque ella se encargó de contárselo al público. Puede que esto también fuera uno de los motivos de la escasa duración de su concierto. Era la estrella de la noche, pero sólo aguantó poco más de una docena de canciones. En el tintero se quedaron hits como To my love o el Amanecer que da título a su álbum.
El resto de pelotazos sí que sonaron, y Fiesta, Somos dos y Fuego convirtieron la pista del Jardín Botánico de la complutense en una olla a presión. Solos de guitarra excesivos, movimientos de caderas a punto de descoyuntarse y un juego de luces que tiñeron de rojo el festival se sucedieron en la poco más de una hora que duro el show.
La perla que faltaba fue su bis. Amenazó con irse y volvió con un ramo de rosas y una actuación de diva para regalar El alma y el cuerpo, una de sus mejores canciones y uno de los himnos para sus seguidores. Poco a poco fue machacando cada rosa y tirando los pétalos al público mientas la canción iba creciendo hasta romper en un éxtasis de ritmos latinos. Esto es el verdadero electro latino que deberíamos reivindicar, y no habría que esperar a que Will Smith lo recomiende para convertirlos en uno de los grupos de referencia del panorama musical actual.