Maribel es Martirio. Martirio es Maribel, una dualidad de tres décadas que adornó la democracia recién estrenada con colores fluorescentes, gafas de sol y peineta. Entonces, la fe en la política se regaba con litros de música y el futuro parecía tan cerca, que al final se hizo remoto. El tiempo ha apagado los colores del Congreso y ha transformado la extravagancia pop en sofisticación jazz. Borrachos de melancolía echamos en falta un Pirulí que conquista la cabeza de la entrevistada, en prime time. Pero todo ha cambiado demasiado, hasta Mercedes Milá.
Las peinetas de Martirio las guarda Maribel (María Isabel Quiñones, Huelva, 1954) en su casa, entre ellas la del Pirulí. Dice que son más de doscientas y que busca patrocinador para hacer una exposición de todo aquello, para devolver todos los recuerdos de la ilusión al lugar que se merecen: el museo. También están los vestidos, los guantes, todo lo que vistió su voz durante tanto tiempo. Todo lo que disfrazó las esperanzas de este país. Que le gusta la fantasía, dice, y que en el escenario haya magia. Todo lo que falta fuera de él. Este martes actúa en los Veranos de la Villa, en Madrid. Habrá magia y fantasía, seguro.
Mujer y Martirio, ¿ha tenido que luchar por sus derechos más de lo habitual?
Cada una, cuando hace el camino que una elige, tiene que luchar por su libertad, si eres mujer más. Todavía hay que luchar mucho. He tenido que luchar como mujer, pero sobre todo como artista independiente.
¿En qué consiste esa lucha?
Mi lucha ha sido siempre la libertad y la independencia y seguir un camino de honestidad, de belleza y de la música que a mí me hace evolucionar. Buscando el intríngulis de la cosa. Cosas que tuvieran altura lírica y melódica, que tuvieran ironía, drama y fueran sentidas. La lucha ha sido por hacer lo que yo quiero.
¿Hay que pagar mucho por hacer lo que uno quiere?
Se paga con mucho dinero. El dinero que he dejado de ganar. No he sido comercial. La libertad cuesta mucho dinero.
Pero éxito sí que ha tenido.
Sí, pero no una cosa que me haya vuelto loca. Tengo esa suerte de tener a Martirio y a Maribel. Tengo la cabeza en su sitio. No he enloquecido y sigo conectada a la realidad, porque es muy fácil perder la cabeza.
¿Cuál es la censura de nuestros días?
El dinero.
¿No es la misma de siempre?
No pasa nunca de moda, pero esta época es especial. Se han perdido muchos valores. No se llevan los valores y hay que recuperarlos.
¿Cómo funciona esa censura en una artista?
El dinero censura comprando la voluntad, la libertad y la honestidad. Apagando las tres cosas.
¿Se ha autocensurado en algún tema, la religión tal vez?
La religión... yo soy religiosa de lo mío. Pero es una religión particular, que tiene que ver con interiorizar, con las energías. Han quedado muchas de las cosas de la religión católica en la que he sido criada, pero las he reciclado. Yo rezo, pero con la sensación de mantra, de concentración. Al catolicismo le he quitado toda la culpa. Rezo a una energía superior que creo sinceramente que existe. Ponle el nombre que quieras. Tengo un sentimiento religioso de la vida. La gente flipa conmigo, porque en el camerino pongo un altar. Yo hago collages, me encanta. Pongo las cosas que me dan buena onda, el incienso, etc. Son cosas que no se ven, pero que están ahí en la magia de la vida.
Le ha metido a la minipimer copla con rock, pop, bolero, tango, blues, jazz… ¿hubo feminismo?
El término está usado y tiene muchas connotaciones. Es que es un término maltratado. La lucha no puede quedarse en un estereotipo de mujeres.
Pero ha cantado a la mujer libre.
Desde luego mi música es la de la lucha de la mujer libre. Y responsable y autónoma. Eso se refleja no sólo en las letras, sino en la forma de cantar, en la elección del repertorio y en el directo. Yo voy muy vestida y arreglada, con toda la fantasía, pero a mí se me ve el alma cantando. Quiero que la gente se refleje en mí, y estar limpia: sin darme importancia. Sólo soy una mujer que ríe e ironiza sobre cosas como el desamor.
¿Ha liberado a la mujer de la tradición opresora desde la estética de la mujer oprimida?
Puede ser que haya conseguido algo así, pero no ha sido una cosa premeditada. Así canto y así escribo a partir de mí. No voy con intención de aleccionar a nadie. Canto para que la gente se conecte con los sentimientos. Estoy mala tenía que ver con la falta de un lugar en el que ser feliz y creativa. Cuando alguien está conectado con los sentimientos, uno encuentra el amor y la política.
Trabajar desde un imaginario tan español, ¿ha levantado más ampollas de lo normal?
Al principio la gente no entendía esa versión de la copla cantada y ataviada de esa manera. Yo quería reivindicar la copla como tesoro de la música española y hubo mucha gente que, al principio, no me entendió. Pero con el tiempo esa misma gente ha visto que cosas tan dispares como la copla con jazz se entienden y han terminado aceptando que yo no me reía de nada, que simplemente daba una nueva lectura.
¿Cómo se destruyen los prejuicios?
El prejuicio ese se ha quitado a base de trabajo. Cantando como yo canto hay horas de dedicación a la copla. Marifé de Triana me llamaba y hablábamos un par de horas al teléfono y me daba fuerzas para seguir investigando. Es un género tan hermoso que si las puertas de este país no hubieran estado cerradas con la dictadura, las grandes cantantes de jazz extranjeras habrían cantado copla.
¿Martirio es Marca España?
Maribel Quiñones es muy española. La forma de acometer cualquier tipo de trabajo se ve que aunque hay tradición hay evolución.
¿La copla, sin la carga erótica de los espectáculos, es la versión reacia del cuplé?
Son distintos porque el cuplé era una época de una sensualidad muy reprimida y había que hacer algún guiño erótico para poder contar. La copla cuenta la historia no va al tema. Cuenta la historia de los amantes y la gente.
¿Hay coplas que no cantaría?
Hay coplas que yo no cantaría nunca, que no podría cantar nunca: “Dime que me quieres, aunque sea mentira”, por ejemplo. Lucho por la sinceridad en la pareja y la comunicación entre hombre y la mujer. Ni tampoco letras sobre masoquismo [y repasa la letra de Dime que me quieres de Concha Piquer]: “Si tu me pidieras que fuera descalza, pidiendo limosna descalza yo iría. Si tu me pidieras que abriera mis venas, un río de sangre me salpicaría. Si tu me pidieras que al fuego me echase, igual que madera me consumiría. Que yo soy tu esclava y tu el absoluto señor de mi cuerpo, mi sangre y mi vida”. A las mujeres nos han inculcado el sentimiento del pecado.
¿Se considera una feminista adelantada?
Adelantada no. Me considero una mujer que lucha por construirse una personalidad auténtica. Hoy la autenticidad no es rentable.
En 'Estoy mala', retrata a una mujer superheroína que hace de todo y se carga de responsabilidades. ¿Esto es bueno para tus letras pero malo para la mujer?
En todo caso, una superheroína de barrio. Esta letra realmente tiene alcance porque está vigente. Se han conseguido muchas cosas desde el 86 a esta parte, pero hay mucho maltrato y falta de educación en la igualdad de los seres.
¿El sentido del humor es incompatible con la lucha de la mujer?
La mujer lo tiene muy desarrollado el sentido del humor y del amor. Lucho y me gusta mucho reírme. La lucha tiene que ser seria, pero la mujer no tiene por qué perder el sentido del humor.
¿El humor es molesto o tranquilizante? ¿Cuál es el poder del humor?
El humor es inteligente, es de personas que aman la vida.
En el paso de Jarcha a Martirio hubo una explosión de exotismo y extravagancia, ¿quiso marcar distancia con sus compromisos iniciales?
Creo que en ese momento, después de estar en Jarcha y la Transición, me pedía el cuerpo una liberación personal y ahí aparece el personaje. Todo lo que tiene que ver con la estética tiene que ver con la época. Entonces había mucho color, de la libertad, el diseño, la magia del teatro, los cómics. Todo estaba muy presente en los actos artísticos. Pero nunca lo hice pensando en una estrategia de marketing, todo fue muy intuitivo y sin prejuicios.
¿En qué ha quedado la Transición?
En la esperanza de que se puede volver uno a ilusionar. La Transición me pone una sonrisa en la cara. Fue esperanza, energía y alegría de ver que es posible, que se puede. En estos momentos si te acuerdas de la Transición te acuerdas de que un proceso con la gente ilusionada puede volver a ser posible, con políticos implicados con la sociedad y la sociedad implicada con sus políticos. Con fe.
¿Hemos perdido la fe?
No hemos perdido la fe en la política, pero llevamos mucho tiempo sin sentirnos representados. Hay mucha separación. Me da mucha pena acordarme de Machado y las dos Españas. Hemos vuelto a ellas, en la Transición estábamos más unidos, había más respeto aunque no tuviéramos las mismas ideas. Recuerdo a Suárez, Felipe, Carrillo y hablando con la derecha y todos con más respeto y más ganas de arreglar problemas generales.
¿Qué echa en falta de la Transición?
En la Transición había más idea común, ahora hay más partidismo. No les queda más remedio que ponerse de acuerdo para ceder y abrirse y buscar una cosa buena para todo el mundo. Estamos en el siglo XXI y todo tiene que ser más fluido y buscar el bien común no el dinero, ni el poder. Un político debe dejarse la vida por los demás. Ser político es un sacrificio muy grande. Si te metes es para que la gente esté mejor, no para que la gente esté confusa. Ahora mismo veo mucha división. Me da miedo y pena: la gente faltándose, tratándose como dobermans en los debates.
Entonces, ¿es partidaria de que el PSOE se abstenga en la investidura de Mariano Rajoy?
Prefiero no opinar.
¿Quién pondrá antes una candidata a presidenta: el PP o el PSOE? ¿Será Colau?
Me imagino una mujer presidenta. Una mujer puede ser muy organizativa, puede tener una intuición muy grande para saber a quién elegir, con un corazón muy abierto para socorrer a la gente que le hace falta, coordina mejor las tareas, es muy sensible para la belleza como para el dolor y muy acostumbrada a hablar y a exponer lo que quiere. No veo más que ventajas. El futuro tiene mucho de femenino. No estoy en absoluto peleada con los hombres: hay hombres que están creciendo con nosotras y que están aprendiendo con nosotras.
¿Cree que los partidos entenderán ese futuro?
Creo que ahora mismo todos los partidos pueden ver que una mujer es una buena opción, porque una mujer está por encima del partido político. No es cuestión de ser más progre, el interés de una mujer presidenta lo puede ver hasta una persona recalcitrante. Está sucediendo en todo el mundo. Y además es hasta comercial: para un partido es una forma de expresar que evoluciona y es adelantado.
¿Y esto cuándo sucederá, en las cuartas?
Yo creo que van a aparecer mujeres muy pronto, con importancia y en primera línea. Van a aparecer muy pronto. Refrescaría la mochila esa que tenemos, a la que han echado piedras. Daría otro discurso y otra fe.
¿Qué le ha parecido la política cultural que ha mantenido el PP en estos años?
Con el PP ha sido brutal. Es muy difícil tirar para adelante. Somos considerados meramente entretenedores. El artista hace a los ciudadanos mejores, somos pan para el alma. No estamos cuidados. En esta última legislatura nos hemos visto cortados de pies y manos. Al PP no le interesa el arte, ni la cultura. El arte remueve y hace pensar, libera a las personas. Lo contrario les ha venido muy bien, el PP ha promovido el adocenamiento y el aborregamiento.
¿La SGAE ha perdido la fuerza que tenía para defender a los músicos tras la operación SAGA?
No lo sé. Tampoco están las cosas claras ahora. No nos ponemos de acuerdo. Todo el mundo empieza con buena voluntad. Echo en falta la defensa y el respeto por el artista que ha hecho una obra en su país. Deberíamos estar mucho mejor tratados, como ocurre en otros países. Esta debe ser una de las luchas.
¿Piensa en un sindicato?
Ya me gustaría tener un sindicato que nos defendiera y que no estuviéramos tan desprotegidos. La sensación es que entregas tu vida y estás desprotegido. Todo el mundo cree que el artista vive en un chalé con de todo. No queremos grandes casas, ni tenemos la vida resuelta. Estos últimos años han sido terribles, hay mucha gente que se ha quitado de la música. Porque no cubres. Yo tuve una época en la que preguntaba cuánto me costaba cantar.
¿La música española es cosa de machos?
¿La música? ¿La? Es artículo femenino, ¿no? Pues eso. La música española es una maravilla en todos los géneros que te pongas y hay un talento brutal. Echamos en falta un programa de televisión de música en directo para presentar los artistas. Es terrible que se cumpla una cuota a las cuatro de la mañana. El talento no está reflejado en lo que se promociona y en lo que la gente escucha. Sólo se promociona un tipo de música uniforme. Recuerdo los ochenta, con programas de música a todos los niveles. Había galas de noche, estaba La edad de oro, La bola de cristal, una paleta de gustos para todas las tribus.
¿Qué tal va de conciencia la música hoy?
Hay mucha gente joven protestando y haciendo cosas guapas. Raperos divinos haciendo cosas fantásticas. Hay gente muy valiente que denuncia el trato de las mujeres a lo que pasa en el barrio. El cantautor existe, aunque no tenga las formas de antes. También veo muchos grupitos que no me dicen nada. Yo les llamo los preocupaos.
¿Los preocupaos, por qué?
Porque miran siempre para abajo y se presentan como existencialistas. Aunque no lo son. Muy intensos. Yo recuerdo a la gente pegándose para comprar un ampli y a estos se lo ha pagado todo su padre.
¿Con una buena voz y una buena música basta. ¿Hay algo más?
Hay mucho más. Hay una dirección de tu corazón y de tu emoción. Uno es artista porque quiere transmitir y comunicarse. Eso es mucho más que una voz. Detrás de ella está todo lo que trasmite una voz, lo que no se ve. Un grandísimo equipaje que tengas necesidad de expresar. Es un trabajo interior y espiritual. Lo que te interesa transmitir y despertar a la gente lo que quieres despertar y concienciar. Cantar, canta bien cualquiera. En este país se canta muy bien. Pero no basta con eso. Yo no he hecho nunca un temita para ver si funcionaba para tener actuaciones a mí eso me parece un timo. Que te sale un éxito, pues mira que bien. Pero para mí ser artista es más que una canción del verano. Esto es mi vida. No soy una cantante al uso en ese sentido. Martirio es mi carrera y lo que he construido para ser más mujer y más feliz. Canto para terminar porque no hay una mujer más feliz cuando ha salido bien, pero se me olvida a la media hora. Acabamos de actuar en el Palau y ha sido alucinante, pero al día siguiente ya estaba exigiéndome. La porrapincho.
¿Y cómo es Martirio en 2016?
Conserva muchas cosas de las de 1986. Es una Martirio con ganas, ilusión y más cansada. Pero muy contenta del camino que ha elegido. Con mucha felicidad por tener un trabajo creativo. No tengo grandes tesoros materiales, pero estoy joven en mi cabeza.