Ni el nuevo punk es de ultraderecha ni es la primera vez que ésta coquetea con dicho género musical. Desde sus orígenes en los setenta, no han sido pocos los grupos que, sin serlo, han usado la estética nazi y fascista como elemento de provocación y transgresión (Siouxsie & the Banshees, Sex Pistols, The Damned o London SS con Mike Jones, miembro de los izquierdistas The Clash). Y tampoco fueron excepcionales las bandas que defendían postulados racistas, que a rebufo del punk fundaron en 1979 la escena RAC (Rock Against Communism), liderada por Skrewdriver y posteriormente ligada a la organización neonazi Blood & Honour.
Skrewdriver - White power (1983). La canción que marca el inicio de la etapa neonazi de la banda y que propaga la música RAC por toda Europa.
Hay un equívoco en el origen: asumir que el punk es un movimiento de izquierdas, algo que el mismísmo Johnny Ramone intentó desmentir durante décadas. Si bien es cierto que los ultraderechistas no sólo escuchan punk, y que han logrado cierto ascendente en grupos y escenas no explícitamente politizadas, cuando han tenido que vertebrar musicalmente su mensaje casi siempre lo han hecho a través de éste y estilos fronterizos.
En todo el mundo existe una escena musical neonazi al margen de las listas de éxitos. Y el Estado español no es una excepción
En realidad, prácticamente en todo el mundo existe una escena musical neonazi al margen de las listas de éxitos. Y el Estado español no es una excepción. La particularidad hispana es que la escena es menor en volumen, calidad y diversidad que las de otros países europeos, a pesar de sus esfuerzos por tratar de homologarse.
Una nueva música para una nueva ultraderecha
Más allá de provocaciones transgresoras durante la Movida (desde Los Nikis a Gabinete Caligari), no fue hasta 1985 cuando aparecieron los primeros grupos españoles de música neonazi. Pioneros como Generación Violenta (precedente de Fuerza Joven), Vª Columna, Producto Nacional o Alternativa 3 que tomaron como referencia a sus homónimos galos y a Skrewdriver.
Una década después la escena española se posicionó en el mapa europeo tras la celebración del festival 'Fallas’92' con los británicos Battle Zone y No Remorse, bandas punteras de la escena RAC mundial. Fue un punto de inflexión que ayudó a vertebrar una incipiente estructura: aparecieron las primeras discográficas autóctonas y se crearon decenas de bandas a imagen de las valencianas División 250 y Klan, algunas más cercanas al metal -como Estirpe Imperial o Batallón de Castigo, fundada tras las rejas de Alcalá-Meco- que incluso lograron cierta repercusión en círculos neonazis internacionales.
División 250 - ¡Eh, negro! (1992). La inclusión de temas musicalmente rudos y con letras simples y directas es una constante en la discografía de los valencianos.
División 250 fueron, precisamente, el mejor ejemplo del vínculo entre punk y (la nueva) extrema derecha. Su música nunca acabó de ser comprendida y asumida por la vieja ultra española: en una crítica de su álbum Imperivm, una publicación falangista lamentaba la inclusión de Aznarakagar o El rock del policía, algunas de las piezas más toscas de su repertorio. Y es que esta perversión del punk, reformulado bajo la etiqueta de música anticomunista, fue, junto a la deriva hacia un discurso racial, la adopción de la estética de los cabezas rapadas y la irrupción en espacios hasta entonces inéditos como estadios y conciertos, uno de los principales elementos que atestiguaron la brecha generacional entre vieja y nueva ultraderecha.
La perversión del punk, llamada música anticomunista, fue uno de los principales elementos que atestiguaron la brecha generacional entre vieja y nueva ultraderecha
Actualmente, el cantante de División 250, Manuel Canduela (al que se pudo ver en Barcelona defendiendo la Librería Europa del neonazi Pedro Varela), es el líder de Democracia Nacional. Eduardo Clavero, líder de Batallón de Castigo, fue delegado de Alianza Nacional. Dos formaciones políticas inspiradas en la moderna ultraderecha europea y que pretendían superar el imaginario estético y cultural de la derecha franquista nostálgica.
Del punk a la okupación: el declive del rock nacionalista
En los años 90, las bandas abiertamente neonazis se podían contar por docenas (Krasny Bor 1943, Toletum, 7 Muelles, Primera Línea, Patria, Torquemada 1488, Estandarte 88, Iberos Saiti, Reconquista…), repartidas por todo el Estado. Habitualmente de vida efímera y circunscritas a un circuito de conciertos clandestino de facto, rara vez llegaban al gran público y cuando lo hacían solía ser por su vinculación con actos delictivos antes que por sus méritos musicales.
En la actualidad, nombres como Celtiberia, Arma Blanca (y sus versiones de Eskorbuto) o 1ª Vanguardia mantienen viva la escena. Los madrileños Post Mortem, enseña del autodenominado "Rock nacionalista", atesoran más de 100.000 visitas en algunas de sus canciones colgadas en la red. Próximamente verá la luz Viva Skrewdriver, tributo de grupos españoles a la banda del difunto e idolatrado Ian Stuart. En el adelanto del disco, los barceloneses Irreductibles versionan Sick Society cargando contra el Islam: “Vamos a hacerles entender que ellos también pueden llorar. Frente al reino del miedo, la identidad. Por una Europa cristiana y nacional”.
Patria - Bandera sagrada (1998). Una canción que no deja ningún tipo de margen a la interpretación ni a la duda.
Pero lo cierto es que el 'Rock Nacionalista' está en declive, producto de la presión policial y nuevas dinámicas del neonazismo español, que pone mayor énfasis en publicitarse a través de la ocupación de inmuebles, la beneficiencia hacia la población autóctona y el discurso antiyihadista con el trasfondo del rechazo a los refugiados. Según un miembro de 1ª Vanguardia: "hay muy pocos grupos, comparado con (...) otros países, tal vez es debido a la persecución que sufrimos aquí, tanto de los medios de comunicación como del gobierno y de sus perros".
Nunca se ha hecho un movimiento político interesante sin buena música
“Nos gustaría animar a la gente joven (...) a que formen sus grupos y difundan nuestras ideas, recuperar ese movimiento que hubo en España”, continúa. Al fin y al cabo, el punk es uno de los estilos musicales más accesibles. Esto, unido a su velocidad y agresividad características, su defensa del individualismo y la promoción del háztelo tú mismo, su punto nihilista… le convierten en el vehículo ideal para intentar dar a conocer una ideología extrema a nuevos públicos no politizados. Y la extrema derecha en el Estado español lleva décadas intentando sacarle provecho, aunque sin demasiado éxito.
José Antonio Primo de Rivera afirmó en 1934 que “nunca se ha hecho un movimiento político interesante sin buena música”. Si osan escuchar durante un rato la escena musical neonazi española, puede que le acaben dando la razón y entiendan por qué la ultraderecha sigue, todavía, condenada a la marginalidad.