Xoel López (A Coruña, 1977) tiene algo de asceta: habla e imprime la sensación esa de haber renunciado ya a lo superfluo, de haberse arrancado capas de piel y pensamiento muerto para quedar en osamenta musical, en hueso poético. Es plácido sin ser meloso, es parco con hondura, es templado pero universal. Octubre, fin de gira, guinda última de Paramales -que sigue sonando a amuleto o a hechizo que abre las puertas-. Llueve en la Plaza de la Luna, ha apurado el café y se explica con las falanges de los dedos.
Nadie diría que Xoel López es un indie: no en el sentido de independiente de marca blanca -en cuadro con otros tantos- y nunca en el peyorativo de anzuelo de modernitos. Él no se inserta, no se alía: es una bandada de pájaros en sí mismo, un producto inclasificable que vive en ese término medio en el que -dicen- está la virtud. Puede ser inexorable y vengativo en Todo lo que merezcas, frágil y deslumbrado en Caracoles, exótico y errático en Patagonia, doméstico y tierno en La casa hace ruido no estás. Es de un humanismo místico: está en la búsqueda, pero siempre a un paso de pronunciar la verdad incontestable.
El próximo jueves, 27 de octubre, despide disco en La Riviera de Madrid. El 29, en la Sala Apolo de Barcelona. Si es que lloran los cristales -como dice en Almas del norte-, la fórmula volverá a ser sencilla: melodías-para-escapar.
¿Qué emociona a Xoel López?
La vida misma. La vida con todas sus complejidades, con todas sus aristas, lo bueno, lo malo, incluso hasta lo monótono. Todo lo que nos sucede nos genera emociones, ¿no? Y todas se pueden convertir en canción.
Ahora que dices lo de lo monótono, ¿cuál es el milagro doméstico que te lleva a alguna parte?
El hecho de estar en casa con mi familia ya me parece algo muy disfrutable, aunque pueda parecer ¿convencional? Quizá la parte que más interesa de mí es la parte de las giras, o lo que la gente ve como algo más original... pero realmente yo disfruto mucho de la vida hogareña. Cocinar me encanta. Y estar tranquilo en casa, para contrarrestar. Es necesario. Me lo pide el cuerpo.
¿Qué te hace sufrir?
(Chasquea la lengua). La violencia física, obviamente, y la emocional también. A veces la veo en cualquier esquina. En un mal comentario, en un gesto de egoísmo... La falta de solidaridad, las injusticias sociales, la desigualdad. Qué difícil responder con una cosa. Voy a recurrir a un tópico, pero me hace sufrir toda la gente que está muriendo en los mares de mercurio, como los llamo yo en una canción que estoy haciendo... escribirlo es mi forma de exorcizarlo, o de asimilar, también, que el mundo es así.
¿Qué te da miedo?
No soy miedoso. Quizá que se me pase la vida sin enterarme, cosa que no me pasa, pero tendría miedo a decir "joder, cómo he perdido el tiempo". Hay un punto mental al que he llegado en algún momento de mi vida y he dicho "me quiero quedar aquí, no quiero que pase algo". Quiero vivir en ese lugar consciente y profundo, y quiero empaparme mucho de la vida.
Ahora que estás a punto de cumplir cuarenta años, ¿qué sabes del amor que no sabías con veinte?
Es una buena pregunta, porque claro que sí, mi concepto del amor ha ido cambiando. Yo creo que fui un enamorado romántico de joven y eso me hizo mucho daño. Ahora soy totalmente antirromanticismo. Creo en un amor adulto que no tiene nada que ver con la idealización. En el amor hay que amar, no hay que idealizar, que no es más que amar algo que no existe. El amor es reconocer la realidad de las cosas y amarlas. Con lo bueno, con lo malo, con lo complejo.
¿Y cómo afecta al proceso creativo ese cambio en la concepción del amor?
Tuve una época de mi vida en la que me planteé mucho más esta pregunta que me haces y surgieron muchas canciones. Hay una que se llama Historia universal (el amor no es lo que piensas), que es lo que me decía yo a mí mismo en ese momento. El amor no es lo que pensabas, Xoel. Y me construí una nueva concepción del amor que me hace mucho, mucho más feliz.
¿A qué suena tu casa, qué ruidos hace?
(Ríe). Ahora, muchos ruidos infantiles porque tenemos un hijo de casi dos años que no para. Y mucha música africana, brasileña, ¡Van Morrison!, hip hop... muy variada. Un equilibrio entre volver a escuchar cosas que oía hace muchos años y las recupero, pero les doy otro lugar, y me doy cuenta también de por qué me gustaban tanto. Las veo muy hermosas, forman parte de mi vida. Y otra parte de investigación, de buscar.
¿Cómo condicionan a un artista sus padres y cómo sus hijos?
Los padres, absolutamente. Tendría explicaciones psicoanalíticas que no vendrían muy al caso... pero quizá empecé a ser músico porque buscaba algo de reconocimiento. La gente que busca el aplauso, y el contacto con el público, quiere destacar. De origen, seguro que hay una necesidad de eso. El leitmotiv mío, ahora, no es tocar delante de mucha gente, sino hacer música lo más hermosa posible, pero estoy seguro de que al principio de mi carrera buscaba ese aplauso y esa gente... eso viene de alguna necesidad de atención o de llamar la atención de mi propia familia, no sé.
Mi contexto familiar fue muy relacionado con las artes. Mi padre fue profesor de Historia del Arte de la Escuela de Arquitectura en Coruña, fue comisario de exposiciones... por mi casa pasaba mucha gente interesante, sobre todo en una época en la que no había internet y el acceso a la cultura era un activo, un bien que tu familia te podía dar o no. Yo tuve esa suerte y esa riqueza cultural.
El espíritu de trabajo lo tengo de mi madre. El orden, el método, algo de criterio. Y de mi padre, la curiosidad absoluta. Él es muy culto, yo no (ríe), pero sí creo que heredé esa curiosidad por las cosas.
¿Y cómo cambia el hijo la creación?
Entras en una nueva dimensión, o yo lo siento así. Es como si entendieras el mundo de otra manera. Cambias. Abres una puerta, la de la paternidad, y la relación con tu hijo crea nuevos caminos. Hasta entonces, tu relación había sido con tu familia, luego con tu pareja, si la tienes, a nivel de amor. Pero esto es amar a un ser nuevo que aparece, que es pequeño y que se incorpora a tu vida absolutamente y para siempre. Puede ser terrible en algunos casos pero para mí es maravilloso.
¿Te da vergüenza España?
Sí y no. En general no siento vergüenza de mi país, pero a veces, por ciertas cosas que suceden, sí. Pero también veo cosas que me avergüenzan de mí y que quiero cambiar. Aquí también hay un punto de resignación, y otras veces, me siento muy a gusto viviendo aquí... pero vamos, que no siento eso que llaman "orgullo de España". Ni de ser gallego, ni de nada. Orgulloso estoy del disco que he sacado, por ejemplo.
¿Qué patria tienes tú?
Ninguna. La del ser humano. Tengo un concepto muy internacionalista de eso, de la idea de que ningún ser humano debe ser maltratado en ningún lugar del mundo. Yo pienso en términos de solidaridad humana, en términos de igualdad humana. No me vale que en España estemos todos bien y que haya gente muriendo en otro país.
En una entrevista en ABC, decías que una de las razones por las que volviste a España era porque empezaste a ver conciencia política. Fue en mayo del año pasado. Me pregunto qué dirías ahora, después de los resultados de las dos elecciones.
No fue tan así. Lo que quería decir es que me gustó esa conciencia política. Cuando yo estaba volviendo, me estaba dando cuenta de que la gente estaba cambiando en comparación a la España de 2008 o 2007, que fue la que yo dejé atrás. Pero el resultado electoral no cambia nada esa idea. Lo que pasó sigue pasando. La gente sigue teniendo más conciencia social. Sobre todo, la gente joven. Ese embrión sigue evolucionando y está ahí, de hecho la izquierda o derecha, llámalo X, porque ya no se sabe qué es qué, está fraccionada. Ha habido cambio de mentalidad, diversidad de pensamiento, es decir, hay conflicto. Eso significa que estamos caminando. Ladran los perros, es que cabalgamos. Hay más ganas de mirar a los ojos del monstruo.
¿Crees que la cultura debería unirse en bloque y apoyar un programa político que le favorezca, o basta con que intente derrocar al que le perjudica? Recuerdo el manifiesto de septiembre firmado por dos mil intelectuales y artistas -liderado por Sabina, Trueba, etc- que pedía un tripartito de PSOE, Podemos y Ciudadanos.
Qué pregunta más difícil. Yo es que no soy un intelectual. No lo soy, claramente. No me veo ahí, no me veo en esa posición demandando algo por un escrito. A día de hoy, por lo menos. Voy a pasar palabra porque no sé qué decirte.
¿Por qué nadie ha vuelto a escribir un Ciudadano A, de Iván Ferreiro [dedicada a Aznar]? ¿Por qué se ha perdido eso de interpelar al posible responsable -o, al menos, a la cabeza visible- de una situación y no hay un Ciudadano R?
Sí... eso es algo que te tiene que salir. No sé si hacen falta muchos Ciudadano A o si eso cambiaría algo, no lo tengo tan claro. Soy partidario de predicar con el ejemplo. Uno tiene que ser lo mejor que pueda en sus actos porque hay muchas cosas que cambiar en el mundo. Hay tantas que no sólo se limitan a veces a una cosa que pasó en la política. Mira el machismo, que está a la orden del día: todo el rato, todos los días ¿Cuánto te planteas tú si lo que haces está bien o mal? Que luego la gente es muy crítica con la sociedad pero son unos hijos de puta. Eso pasa mucho. No hay autocrítica.
¿Crees que España debe superar la cultura de la Transición y todos sus referentes, como propone Podemos, o crees que nos edifican y que son necesarios?
Yo creo que siempre hay que caminar con toda la historia incorporada, aprendiendo de ella. Pero nunca sería enquilosarse ahí, quedarse atrapado en un momento. Tengo compañeros que reivindicaban olvidar ya los ochenta y la Movida, por ejemplo. Yo creo que todo debe aparecer en nuestro mundo en su justa medida. Claro que la Transición fue importante. Claro que muchas cosas no se hicieron y fue un "bueno, venga", algo que sirva de momento. No hubo una revisión de esa Transición, y fue algo organizado por los que venían de la dictadura. A su gusto. En ese sentido, generó una desigualdad que se perpetúa.
¿Qué porcentaje de la Transición, entonces, debemos llevar a cuestas para tener una visión inteligente del presente y del futuro?
Es complicado. Felipe González, por ejemplo, terminó siendo un bluf. En él se puso mucha energía. Yo incluso fui votante socialista una época, y la verdad es que no me parece un referente de nada. No me gusta lo que representa.
¿Qué te parece el escrache?
Relativo, también. Lo voy a dejar ahí.
¿Qué periódico lees?
Un poco de todo. Era el típico lector del país en los noventa y luego fui, digamos, saliéndome de ahí. Eldiario.es me gusta. Leo un poco todos los periódicos, en realidad. Porque hoy en día está todo muy atomizado y a través de las redes sociales acabas viendo un mosaico de todo. La verdad es que está jodido el periodismo. Hay poco periodismo del que mola, porque se busca demasiado el beneficio y eso va en detrimento de la calidad del periodismo. Es una lástima.
¿Qué le dirías a la gente que piensa que España no es un país machista?
Que viven en la inopia. Es un país súper machista. No conozco un país que no sea machista. Pero quiero pensar que somos menos machistas que hace treinta años y espero que lo seamos mucho menos dentro de diez. El machismo es una cosa que me toca especialmente los cojones. No lo soporto. Incluso yo mismo, tratando de ser lo más feminista posible, a veces me sorprendo con micromachismos. Hablábamos antes de la autocrítica, ¿no?
¿Por qué se está demonizando el feminismo, por qué se está convirtiendo esto en una guerra de sexos?
No lo entiendo. El feminismo, tal y como lo veo yo, no es nada que haya que culpabilizar ni confrontar, es algo que es necesario. El feminismo nace para equilibrar el machismo. Y creo que quizá hay machismo en la idea de feminismo: es decir, el propio machismo se apodera del concepto de feminismo y lo denosta para seguir siendo machista, de alguna manera.