"Sigo siendo beligerante", dice Julio Castejón, líder de la mítica banda Asfalto. "Y a estas alturas de mi vida, ser políticamente incorrecto me da igual". Es el mismo chaval que dio a luz un grupo de rock comprometido en plena dictadura franquista. Aún sobrevive. En Días de escuela mentaba -con la lengua envenenada- las horas de catecismo, la letra que con sangre entraba, las coplas que les hacían cantar a los fascistas del cuadro. "Cuanto más me oprimían, más amé la libertad".
Homenajearon a los Desaparecidos, al sexo reprimido, a los años de asfixia. Corría 1977 y daban más de 130 conciertos al año; melena anárquica y quemando rueda. A Castejón le siguen gustando más las mañanas que las noches. Es puntual, como una antiestrella -¡con todo lo que tiene eso de normal!-, y sabe que su oficio es escribir canciones, no crear un personaje maldito que se arrastre por los after, a pesar de que esa renuncia le haya restado trascendencia.
"Nunca perdemos la esencia de haber sido jóvenes. Nuestra sensibilidad es idéntica. Nuestras emociones... es verdad que la pasión se ha moderado, ¡pero la pasión es tramposa! Nos traiciona. Pero yo no soy insensible a que me toquen o a tocar, ¡soy igual que antes! Y me río a carcajadas. ¿En qué nos diferenciamos tú y yo?", lanza. "En que igual subo las escaleras un poco más lento... pero bueno, habría que verlo".
Castejón mira de frente, con una insurgencia trabajada que el rock joven sólo puede soñar. Presenta Crónicas de un tiempo raro y habla con EL ESPAÑOL sobre los últimos coleteos del régimen, la decepción socialista, el deseo, el machismo en el rock, los límites de la libertad de expresión y la inutilidad de la movilización social.
Hablemos de Mélanie, el single de Crónicas de un tiempo raro. ¿Cómo surge? ¿Crees que España se está concienciando por fin de la violencia de género?
El tema está en la calle, todo el mundo habla de esto. Lo único que sucede es que aún así no sabemos todavía erradicarlo, o no hay manera. En esta canción realmente la protagonista es ella. Es ella a la que le dices “ni una más”. Si te pone la mano encima una vez, ni una más, se acabó. La canción es intransigente, es radical. La barrera la pones tú.
¿Hay la misma violencia de género que hace 40 años?
Seguramente sí. Pero antes no se informaba tanto. Y por no irme ya a tiempos más lejanos, cuando se decía “si la ha matado, es que algo habrá hecho”. Eso ha sido lo terrible de esta sociedad. Pero yo creo que eso ya está erradicado.
¿Ya no se culpabiliza a la víctima?
¡Cómo se va a culpabilizar!
El otro día, en el Correo Gallego, el columnista Manuel Morales decía que la mujer es responsable de lo que le pasa porque se enamora de 'machos alfa' agresivos hacia los que siente dependencia sexual.
Culpabilizarla no, pero es probable que algo de eso suceda. Antes se decía una cosa, fíjate lo que te voy a decir, que es terrible y yo no comparto, pero se decía: “Las feas se casan casi siempre con un maltratador”.
¿En serio? ¿Pero qué tendrá que ver eso? ¿Se creía de verdad?
Sí. Porque se pensaba que era su última esperanza: casarse con cualquiera. Y a veces se casaban con el que no quería nadie. “No, pero es buen chico en el fondo”. No. Pero como la pobre no tenía otras opciones, a lo mejor… se decía eso. No quiere decir que sea siempre así. Este problema está en mano de la mujer acabar con ello, erradicarlo: si te pone la mano encima una vez, te la va a poner dos y tres. No. Ni una más. Y si tú crees que el individuo torna a ser peligroso, denúncialo ya. Es muy complejo el tema, pero muy triste. A mí, como a la inmensa mayoría de los hombres, esto nos pone la carne de gallina. Todos hemos tenido madre. Si mi padre le hubiera puesto la mano encima a mi madre, no sé qué hubiera hecho.
¿Por qué este es un tiempo raro?
No he sabido calificar este tiempo en el que estamos viviendo. Para mí es un tiempo raro. Mi generación luchó por los derechos, por la democracia, por la libertad, y resulta que con esa democracia y ejerciéndola, ahora ponemos a los tontos en el poder. ¿Esto no es raro? Antes se nos enseñaba: cultívate, estudia, por ahí vas a salir a tener un futuro… ¿cuántos amigos o amigas tendrás tú que han estudiado una carrera y no tienen trabajo? Bastantes. La inmigración se da en la gente que precisamente se ha esforzado por saber. Es incomprensible que un tío con 50 años se quede sin empleo y no vuelva a ser requerido para trabajar en nada. ¡Con 50 años está en plenitud!
¿Entonces la crónica del tiempo raro viene a partir de la crisis?
A veces, las crisis configuran la Historia, es cierto, pero es más complejo que eso, porque siempre hay una revolución individual e interior que cada uno puede hacer y que a veces no hacemos. Cambiar el sistema es complejo, porque es potente y está arraigado, pero siempre tenemos una última elección. La revolución personal, el aprender a decir “no”. Tú tienes la capacidad de decir “no me meto en una hipoteca; no acepto este consumismo desbocado”. Y esa es la única revolución que hoy día cabe. Fíjate que hoy estamos más interconectados que nunca. Podríamos decir “salimos todos a la calle”, pero es igual: aunque colocáramos a un millón de personas diciendo “no” a la intervención de la sanidad pública… ¡daría igual! Han votado y ellos dirán “¡si vosotros nos habéis colocado aquí!”.
O sea, que con la movilización social no se consigue nada.
No. Hay que cambiarlo desde dentro. Soy más Errejonista. La revolución está muy bien para las fotos, pero después van a hacer lo que les dé la gana. Se ríen de ellos. “Vosotros sois minoría, aunque hagáis ruido y parezcáis mucho”. La movilización social servía cuando yo salía a la calle jugándomela bajo una pancarta de “democracia sí, dictadura no”. Y me la jugaba, porque si ese día me cazaban, a mi madre le daban la noticia de que yo estaba en la Dirección General de Seguridad. Ahí nos movilizábamos porque no había otro canal.
Durante toda la historia de Asfalto, hemos contado lo que hemos vivido y lo que hemos visto. Está todo en nuestra música. Qué pena que no la conozcas. No hablo de ti, sino de la mayoría de los jóvenes y la mayoría de las mujeres.
¿Las mujeres no escuchan rock?
No, no van.
Hay muchas mujeres que escuchan rock.
No, son la anécdota.
¿Por qué crees eso?
Porque al principio tenía un componente machista que molestaba. Desde Elvis Presley, que movía las caderas y ya era machista. Luego, en las letras… no siempre han sido amables con las mujeres. Fíjate, en Asfalto hay cantidad de canciones que hablan de mujeres maravillosas. Mujeres que sacan su familia adelante con esfuerzo, olvidándose de sí mismas. Familias monoparentales encabezadas por una mujer. ¡Heroínas! En La danza de los sintecho hablamos de una trabajadora social que se dedica a dar afecto a los que viven en la calle. La mujer tiene una sensibilidad mayor que el hombre para estos temas. También la hemos criticado. En el 78 sacamos una canción que se llamaba Mujer de plástico: una mujer que se vestía de modernez pero era absolutamente conservadora, superficial, postura. Me dieron en la cabeza por aquello…
Entonces, ¿es que las letras se han ido adhiriendo a la igualdad o es que las mujeres han ido cambiando sus filias y expandiendo sus roles?
Yo creo que esto no pasa en otros países, es una cuestión cultural. En Inglaterra van muchísimas mujeres a los conciertos, pero, es más, también en algunos países de América Latina. Aquí en España, cuando sois jovencitas, se os deriva mucho por el lado del fan. Las mujeres adolescentes encumbran mitos. No verás a chicos jóvenes fans de Justin Bieber, sino son ellas. En mi tiempo iban derivadas a la música romántica, a “mi chico me quiere”, y no tenían ese punto revolucionario. Esa subversión se le atribuía más a los hombres. Y el rock siempre ha tenido un componente subversivo para el poder.
¿El rock en España es tradicionalmente de izquierdas?
Bueno, es que yo creo que el pensamiento crítico en este país lo ejerce la izquierda.
Pero ¿incluso cuando la izquierda ha estado en el poder?
Claro, por eso la izquierda pierde elecciones. La gente de izquierdas enfadada no vota. Y la derecha tiene un voto arraigado. Aquí cuántas veces dicen lo de “son unos ladrones, pero son los míos”. La izquierda siempre ha estado por la justicia social.
Y el rock en esa línea, ¿no?
Claro, por eso nunca ha sido un buen aliado del poder. Pero ni cuando hemos tenido gobiernos socialistas. Hace poco hablábamos que nosotros vivíamos mucho mejor con la UCD, que fue la explosión del rock en aquellos años, y luego, cuando llegaron los ayuntamientos socialistas empezaron a hacer una idiotez, que era hacer que la cultura estuviese en la calle de forma gratuita, ¡y nos arruinó la vida a todos los músicos aquello! Porque antes, la gente pagaba una entrada por ir a verte. Ha costado que vuelvan a hacerlo… tremendo. Eso es impensable en ningún país de nuestro entorno. Un concierto en la calle… una orquesta para bailar, lo veo bien, pero ya está.
¿Crees que ahora son tiempos de retroceso, teniendo en cuenta lo que ha pasado con el rapero Pablo Hásel o la condena de César Strawberry?
Uno puede expresar, pero cuidado: que expreses lo que quieras no significa que no digas una tontería. Y que esa tontería pueda ofender. Tienes todo tu derecho a decir tonterías, pero no tienes todo el derecho a ofender, ese derecho no lo tiene nadie. Por eso yo cuando digo una cosa muy tajante siempre añado “yo pienso”, “yo creo”… circunscríbase a mi criterio, no estoy manifestando una verdad empírica.
No creo que a la Fiscalía le importe eso. El “yo pienso” o “yo creo” no te eximirá de nada.
Mira, hay algo del rebelde que a mí siempre me ha irritado. El rebelde sin causa, sino que hace de la rebeldía una actitud. ¡Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así! Bien para ti, tío, pero no llevas razón, que lo sepas. Además de eso, no me toques los huevos, porque me estás ofendiendo y me estás cabreando. O sea, tu rebeldía me mosquea. Ser rebelde no es ponerse unas botas militares y el pelo de punta… el rebelde lo es en su criterio y en su manera de expresarlo, y no hay que herir a nadie. La libertad de expresión está muy bien y yo la defenderé siempre. Nunca te voy a condenar porque digas lo que digas, pero si a alguien le ofendes o le injurias, esa persona tendrá algún derecho a defenderse. ¿O no?
O sea, que la libertad de expresión tiene límites.
¡No la de expresión! Las libertades acaban cuando chocan con la libertad del otro. Yo tengo el derecho de no ser injuriado y tú tienes derecho a tener tu opinión, pero si injurias a alguien ese alguien se puede rebelar. Si por ejemplo ahora sale alguien diciendo que no se exterminaron judíos en Auschwitz, el que haya perdido allí a su abuelo, se cabreará. Entonces ¿se pueden decir todas las cosas? Sí, pero atente. Así que bueno, el chico este de Def con Dos no sé hasta qué punto se ha metido en un charco inútil y estéril. Y lo va a beneficiar porque ahora va a haber más gente en los conciertos de Def con Dos.
¿No se estigmatiza?
Hombre, ante estas cosas, hay gente que está en su derecho de rechazarlas. Pero sí que te digo que en los conciertos va a haber más gente, porque lo importante de un artista es llegar a ser un personaje, y eso es lo que me ha fallado toda la vida. La obra no tiene nada que ver para ser personaje. Tienes que tener otro rasgo.
Alguna excentricidad.
El pelo azul, o no sé. Si dijeran que el Castejón está liado con la reina Letizia, se llenaban todos los conciertos a la primera, ya te lo digo yo.
¿A Def con Dos le viene bien la condena a nivel de márketing, como campaña de publicidad?
Claro que sí. Para que la gente llegue hacia ellos, esto puede ser un buen vehículo. Si no, vamos a entrevistar a Def con Dos y aparece un tío normal que llega puntual y te dice que después se tiene que ir a recoger a sus hijos del colegio… y ya no mola.
Háblame de En nombre de la moral. Una canción sobre la represión sexual del franquismo, entiendo.
Sí. Lógicamente. Un país católico… de pequeño te decían que si te la tocabas te ibas a quedar ciego. Te puedes imaginar. Pero es que a las mujeres todavía peor. Porque la que se dejaba tocar era una puta. Así que fíjate tú qué plan. La canción habla de las compañeras de trabajo. Yo trabajaba en una oficina y me acuerdo que nos quedábamos a hacer horas, y nos sentábamos a comer en una mesa, en un sitio muy parecido a esto… estábamos comiendo y nos estábamos mirando, y lo que queríamos era acostarnos, no comer.
¿Y no se podía ni secretamente?
¡No! Tú no te atrevías a decírselo. Y ella tampoco se atrevía a insinuártelo. Porque ¿qué harías tú después, lo contarías por ahí…?
El miedo constante al qué dirán.
Exacto. Era muy difícil. Tenía que darse ya una energía muy fuerte y un lugar muy anónimo. El Parque del Retiro, por la noche. Allí perdí yo…
¡En el Retiro! ¿Al aire libre…?
No, y qué ibas a hacer.
Nada, claro, qué ibas a hacer (risas).
Allí, por la noche. Como para ir yo a su casa, o ella a la mía. Y en un hotel no podías, necesitabas el libro de familia.
Venga ya.
¿¡No te lo han contado!? Tú no podías entrar con una pareja a un hotel si no tenías el libro de familia. Pregúntalo. Cualquiera que tenga más de sesenta años te lo puede contar. Siempre existía la posibilidad de pasar el billetito así, por debajo… ¿me entiendes? Y el otro “yo no he visto nada” (risas). Y después los coches. Las mujeres que tienen hoy 50 o 60 años perdieron la virginidad en un coche.
¿Echas de menos grupos jóvenes de rock transgresivo?
No sé, tampoco estoy pendiente… lo que pasa es que ahora tienen un problema adicional, y es cómo comunicar. Dices “tenemos la red, y por ahí nos comunicamos”. 200 millones de grupos. Pero todo el mundo es transparente a no ser que se quiera saber de él. Es verdad. Por tanto, si quieres saber de alguien tienes que buscarle, pero ¿cómo buscas a alguien que no conoces?
Nos pasa cuando vamos a un teatro a tocar y decimos “joder, qué pena que no haya jóvenes”. Pero ¿cómo va a haber jóvenes? ¿Cómo van a pagar unos jóvenes por algo que no saben lo que es? ¿Y cómo les decimos lo que es? Ya no hay radios para poner esta música. A Asfalto se le hace caso por su historia, pero si no tuviera esa historia… no pidamos peras al olmo. La mayoría de grupos hoy día nacen y mueren en el local de ensayo. Esta es la gran tragedia.