Mara Barros es ese huracán sin ojo que lo gobierne del que hablaba Joaquín Sabina. La cantante onubense ha recorrido medio mundo ya con el genio de Úbeda: es desde 2009 que nadie seduce como ella con La canción de las noches perdidas, que nadie canta la coplilla de Y sin embargo con tanto desgarro y que nadie, como Mara, convierte a La Magdalena en la digna heroína del somier, del callejón y de la carne.
No sólo su voz es poderosa, sino que su presencia en el escenario tiene el paso, la intensidad y el desgarro de esas viejas copleras hechas de poderío y garbo: aunque ella lo mismo se deshace en quejíos vestida de cuero negro y hace mucho que dejó de intentar hacerle el boca a boca a un género muerto.
Fue niña del reality Popstars, trabajó como gogó, protagonizó musicales como Hoy no me puedo levantar, es una de las coristas más vigorosas de España y ahora se independiza -sólo a ratos- del cálido ala de su padre artístico para presentar Por motivos personales, un disco con composiciones de Txetxu Altube, Antonio Martínez Ares, Pancho Varona o el propio Sabina, que también le ha diseñado la portada. ¿Para abrir boca? Soy músico, Cerrado por motivos personales y Aromas de mujer. A final de mes lanza Inocente, dúo con El Kanka.
Ella reinventa aquella crítica del New York Times a Lola Flores: sí canta, sí baila, sí es guapa. No se la pierdan.
El romance con la música lo mamó usted en casa.
Sí, fue innato. Desde la tripa, creo yo. Mi padre era cantante. De hecho, en casa tenemos una habitación dedicada sólo a escuchar música. Hay un sofá, un equipo reproductor, tocadiscos, casette y lector de CD y una pared entera llena de vinilos, discos… mi padre es uno de los mayores coleccionistas de Andalucía de los Beatles y organizaba semana culturales sobre ellos con concursos y actuaciones en directo. En mi casa siempre ha habido una mezcla muy curiosa, porque papá nos ponía los clásicos del rock -Beatles, Rolling, Frank Zappa…, y un montón de artistas de fuera, porque teníamos una tienda de discos especialista en importación- y mi madre la copla, siempre ha sido la folclórica sureña.
Y el baile.
Mi madre siempre quiso ser bailarina, y mis primeros pasos fueron en la danza, porque era ella la que tomaba las decisiones en casa (ríe). “De actividad extraescolar de la nena, que baile, ya que yo no pude...”. Lo de cantar me llegó más tarde. Profesionalmente, diría que a los 18. Aparqué los mis estudios, me fui a Sevilla, estudié Danza, convencí a mis padres de que eso era una carrera universitaria… y tenía clarísimo que quería bailar, lo de cantar lo tenía súper apartado. Hasta que me aburrí un poco: la carrera no era como ahora, el estar yendo de Huelva a Sevilla, los exámenes, no pisar un escenario… y me salió un trabajo como gogó en una orquesta. Mi padre se quiso morir. No porque tenga nada en contra de las orquestas sino porque le había pagado a su niña una carrera y no quería verla moviendo el culo con un vestido de lentejuelas.
¿Cómo fue esa experiencia como gogó?
Para mí, muy gratificante, porque gran parte de lo que sé a la hora de subir a un escenario se lo debo a mi formación como bailarina y a mi tiempo en la orquesta. Te tienes que enfrentar a un trabajo muy complicado: normalmente no hay buenos equipos de sonido, es un público muy complicado, tiene muy claro lo que quiere, que no es verte cantar mejor o peor, sino divertirse con un grado de alcohol importante y que no valora para nadie el esfuerzo… muchas horas, todos los palos: balada, copla, en inglés, reguetón, salsa, de todo.
¿Hay prejuicios aún con el trabajo de gogó?
Sí, yo creo que sí. A mí me han pasado cosas desagradables. Lógicas, si nos basamos en ese grado de alcoholismo y de lo que significas para ese tipo de público. Yo ahí no tengo nombre, no tengo personalidad, soy un cuerpo que se está moviendo. Me han intentado tocar muchas veces. Y una de las veces que me intentaron tocar, se apoyaron en el pie de micro y me dio el micro en la boca. Me reventó el labio. Se armó la de San Quintín, mi jefe salió a defenderme. Luego me ha pasado de llegar las siete de la mañana y la gente seguir queriendo show, y entonces decirme mi jefe “vete a descansar ya, nos quedamos los cantantes hasta que esto decaiga...”, y tirarme piedras.
¿Qué salvajada es esa?
Sí, hija, el alcohol.
Pero fue su jefe quien dio el paso de decir “esta chica canta de maravilla” y la hizo dar un paso adelante y abandonar el baile.
Sí. Gracias a él… hombre, tendría que agradecer a mucha gente. El director de mi coro fue quien me enseñó a cantar. Con 9 años. La más pequeña de la formación. Pero yo jamás pensé en cantar sola y gracias a mi jefe di el paso. Además me dejó cantar justo el único día que vino mi padre a verme a la orquesta. Fue emocionante. Mi madre sí, porque mi madre es la madre de la Pantoja (risas). Y ya empecé a grabar maquetas y a dedicarme más en serio.
Y musicales.
Sí, antes de musicales pasé por Popstars, que ni me enorgullezco ni me avergüenzo…
¡Eso no lo sabía!
Gracias a ese reality tuve la oportunidad de grabar un disco en solitario con Warner. Lo que pasa es que yo no compongo, intentan llevarte… en su día fue un sueño, pero hoy día no podría permitirlo por mi carácter y mi madurez.
En realidad ha conseguido independizarse bastante del reality. No es habitual: los programas de televisión siempre encasillan.
El concurso tampoco tuvo tanto éxito. Fue en verano, no se hicieron más, TeleCinco no nos dio después espacio…
¿Qué aprendió del modelo de estrella que la industria quiere tener y del que quiere usted ser?
Aprendí que no encajo. Es una lucha entre lo que te gustaría hacer, lo que la gente espera de ti -los que no te conocen- y aparte tener en contra que no compongas, porque es complicado tener muy claro lo que quieres decir pero no tener las armas para decirlo, ¿no? Entonces encontrar una canción que defina el momento que estás pasando o alguien con quien tengas tanta conexión que te escuche y te haga una obra con tus emociones… la gente piensa que ser intérprete es maravilloso porque puedes seleccionar, pero no es tan fácil.
Cuando eres cantautor es “esto es lo que hay, esta es mi propuesta, si te gusta bien, y si no te gusta, chao”. Lo mío a veces ha sido frustrante. Y cuando yo pasé por la tele… no soy para nada una popstar, no soy Britney Spears, o sea, no bailo con mi micro de oreja ni canto en siete idiomas, me pongo una minifalda y seduzco a la gente. No soy ese icono.
Respecto a eso que dice de encontrar una canción que encaje con la intérprete, ¿con cuál se queda?
¿Puedo elegir 15 de Joaquín Sabina? (Ríe). A mí la canción escrita en castellano de los últimos dos siglos… o de la vida… yo creo que es Contigo.
Ojo a Y sin embargo.
Hombre, Y sin embargo es mi filosofía de vida, pero eso es desnudarme demasiado para tus lectores (risas). Me hace gracia cuando viene alguien y me dice “ay, es que Y sin embargo es la canción de mi chico y mía”… y yo pienso: ¡será tuya, será tuya…! No es romántica, es dura, lo que pasa es que es tan autobiográfica y tiene tanto valor que alguien que tiene tan buena pluma y tan clara su filosofía de vida tenga los cojones, la valentía, de contarlo… y emociona. Es la declaración de una personalidad tan poco respetada en esa época, cuando salió, y por la sociedad católica en general… Joaquín tiene que seguir cantándola en todos sus conciertos hasta el día que se muera, y más ahora, que está mi coplilla delante.
¿Qué opinión le merece la polémica de que Contigo era machista? Decía la musicóloga Laura Viñuela que perpetuaba roles de género.
Yo creo, primero, que la gente está muy aburrida. Y que no tiene otras cosas que analizar, y eso que hay tanto que analizar en este país, especialmente… ¿ponerte a analizar un poema? Me parece erróneo. Segundo: el arte tiene la virtud de que se presta a la libre interpretación. Yo puedo respetar la interpretación de esa chica, pero no la comparto en absoluto. Porque la canción lo que dice es “yo no quiero esto”. No creo que esté acusando a la mujer de “no quiero tu cocina, no quiero domingos por la tarde, no quiero vecinas con puchero” porque “tú seas la que cocina”. Es más, si lo quieres tirar a lo machista, lo que Joaquín está defendiendo es que no quiere eso. Puedo pensar que Joaquín está diciendo “no quiero que tú me cocines, quiero que te mueras por mí, te quiero tratar como una reina”.
Luego hay matices como “no quiero besar tu cicatriz”… pero es que es tan abierto. Yo aún lloro, me subo al escenario, después de siete años… y el cabrón lo sabe y se gira y me mira, porque sabe que yo estoy ahí con la piel de gallina y con los ojos así… porque mi lectura de esa canción no está rechazando todo lo que es una convivencia estable, que evidentemente, el papel de Joaquín la rechaza por ser como era en ese momento, pero yo creo que lo importante es la emoción que sentimos y lo que compartimos. Para mí lo importante es que te mueras por mí, y yo por ti, y lo demás si viene, que venga, y si no viene, pa’ mí, mejor. Él no le da valor a tener hijos, a tener columpio en el jardín, a llegar a fin de mes, a las vecinas… sino a lo que siento por ti.
¿Qué cree que Sabina ha hecho por la figura de la mujer? Por ejemplo, en La Magdalena dignifica a la prostituta y en Aves de paso reivindica la liberación sexual. ¿Lo considera feminista?
Más que feminista, Joaquín cree en la igualdad. Creo que, como todo hombre, cometerá errores en su intimidad. Yo, que soy súper liberal, le digo a mi chico “ay, gracias, que me has hecho la cama”, y él me dice “no, he hecho la cama, no te la he hecho”, me corrige y yo digo “¡coño, es verdad!”. Joaquín defiende la igualdad de forma constante, no sólo en su música sino en su discurso, y en su contacto con su entorno y conmigo. Sólo hay que ver lo generoso que es en el escenario, que a mí en particular me da un espacio que a veces parece que es un concierto de Mara y de Joaquín. Y eso lo hará porque confía en mi talento, porque es generoso, porque cree que crece el espectáculo y porque soy mujer también. Porque le quiere dar un sitio a su chica en escena.
¡Él vive con la figura de la mujer, todo lo que dibuja son mujeres! Depende de la interpretación que le quieras dar, porque hay gente que dice “joder, este viejo verde sólo pinta tías en pelotas y sólo habla de putas” y hay mujeres como yo, que valoramos que ponga en valor la belleza de la mujer, físicamente y en la vida. Él no hace más que decir que Jimena, su pareja, le ha salvado la vida, es íntimo amigo de Almudena Grandes, y le encanta Carmena… y todo eso son figuras de mujeres poderosas en su vida, en su entorno y en esta sociedad. De machista nada, lo que tiene es que es taurino, y ahí, si hablamos de toros, te tengo que dar la razón…
Él reconoció en una entrevista que sabe que toros los tendrán que quitar algún día, pero que él irá a la plaza hasta que eso pase.
Sí, sí, a mí él en la intimidad me dice “tú eres antitaurina y yo no te puedo rebatir, porque tienes toda la razón, yo sólo te puedo decir que me gustan los toros”. Que es un maltrato, que es injusto, que es doloroso… sí, pero a mí me gusta. Los toros son como la cocaína: es mala, sí, pero a veces gusta. Esto es igual. O el alcohol, o un montón de cosas que no se pueden razonar.
¿La copla está viva? ¿Cómo atraer a la gente joven hacia la copla?
Está viva porque hay mucha gente empeñada en que esté viva, pero es una pena que no se le dé el espacio que merece. Y tenemos unos autores tan grandes… la gente se queda en Quintero, León y Quiroga porque hicieron obras grandiosas y dejaron el listón muy alto, y también es que han llegado algunos autores que tú dices “chico, es que me comparas esto con Ojos verdes o La bien pagá...”, pero hay grandes autores, como Antonio Martínez Ares, al que admiro desde hace mucho y ahora además he tenido la suerte de que componga una canción de mi disco. Le ha hecho canciones a Pasión Vega y es un heredero directo de Quintero, León y Quiroga, pero no hay público para esto si sales del sur.
Si la copla ha movido a España entera, ¿cómo ha podido perderse tanto?
Es que hubo una época en que la copla era parte de nuestra cultura pero también era repudiada. Siempre se ha ligado a la folclórica más bien putón… y a una parte casi vodevil, casi decadente.
Y también por la lectura que se hizo en la Transición de copla igual a franquismo, de artistas cantando en El Pardo.
Sí, la copla tiene varias etiquetas difíciles de eliminar porque están en la memoria y porque también forman parte de la trayectoria de la copla. Pero es un género tan desgarrador y dramático y tan actoral… me regresa a mi infancia, a casa, y a olor a puchero y a ver Televisión Española los sábados por la mañana con su orquesta sinfónica detrás donde todas concursaban… no sé, es algo muy personal mío y que forma parte de mi ADN que desaparezca. En todas mis canciones queda un quejidito, una cosa sureña. La he mamado.