España ha parido una estrella que hace música que no tiene nada que ver con España. Antón Álvarez Alfaro (antes Crema, también Pucho, ahora C. Tangana) tiene 26 años y acaba de piruetear hacia la escena internacional con Mala mujer, que a las pocas horas de su lanzamiento se convertía en la canción más viral del mundo en Spotify, con esa estética suya de sueño azulón, de vírgenes poseídas, cabinas telefónicas, puros habanos y clubes nocturnos. Es su primer single tras fichar con Sony: viene a reventar las radios, a colarse en tu fiesta, a encarnar el sarao padre. Lo mismo vale para avivar la antesala del beso estival que para enganchar a un compadre que ande con el corazón roto y cantarla a viva voz, en comunión de cantina.
Entre el reguetón, la cumbia y la salsa -sin perder la actitud del rap que gestó desde niño-, C. Tangana se planta una camisa hawaiana, pilla un descapotable y se dedica a patrullar la ciudad derramando alcohol, asistiendo a shows de baile impertérrito -como un niño grande y herido- y a liársela al camarero del puestecillo de tacos, mítico lugar al que se va cuando uno ya ha bebido demasiado e intenta recomponerse, casi siempre sin éxito.
Dice Pucho que este hit no es más que un bolero cantado con su propia mirada, por eso incluye esas cicatrices que le han dejado por el cuerpo "tus uñas de gel" y contextualiza contando que "la primera vez que vi to' ese cuerpo moverse, estaba sonando el tema del Dellafuente", tal vez el más elegante exponente de trap patrio.
El niño que saca los pies del tiesto del rap patrio
C. Tangana ha acertado de lleno con este tema y, a quien conozca las últimas etapas de su trayectoria, no le parecerá una sorpresa. Ya venía dando guerra. El crío que nació en Madrid, fue al colegio San Viator y estudió Filosofía en la Complutense queda lejos. También el adolescente que sabía que su nombre resonaba por los círculos de los chavales del barrio -rezumantes de hormona y de amor al rap urbano-, pero de ahí no salía. Fue en 2008 cuando presentó su maqueta Agorazein y se filtró por algunos auriculares, allá cuando el panorama del rap nacional no entendía de otras voces que no fuesen las Violadores del Verso, El Chojin o SFDK.
Ni su personalidad ni su estilo encajan con el sonido ni el mensaje del rap español, que a nivel creativo no le da por ponerse experimental y a nivel estético se cuida mucho de tirar billetes al aire en sus videoclips
Él siempre la ha tramado fuera de la movida. Ni su personalidad ni su estilo encajan con el sonido ni el mensaje del rap español, que a nivel creativo no le da por ponerse experimental -a excepción de casos como Kase O., que en su último disco, con Mazas y catapultas, coquetea con el flamenco, el tango y el reggae y deja de frasear para arrancarse a cantar- y a nivel estético se cuida mucho de tirar billetes al aire en sus videoclips, de rodearse de gyals que les soben y de encaramarse a Ferraris.
Cuando este periódico preguntó al sector dónde está el rap de derechas en España, no había nadie a quien apuntar. Lo cierto es que nuestro rap se ha caracterizado por letras densas, hondas, exquisitas y a ratos sociales y políticas -de Tote King a Los Chikos del Maíz- y fachada sobria, si no proletaria. Es un rap con conciencia de clase, con intención de suburbio y minoría. C. Tangana es ajeno a esto, porque quiere demostrar que hacer música urbana es compatible con llegar a todo el mundo, con fabricar temazos democráticos -ha dejado clara su independencia política: "Nunca el rebaño fue para mí"- y con hacerse con una imagen potente, fastuosa y bien pagada, en la línea del rapero canadiense Drake.
Pans&Company, Vodafone y pelotazo musical
Él arrastra esa ambición y esa mira ancha: tiene la lente puesta en EEUU, a los que llama "pioneros". Va conjuntado de Lacoste, la firma que le viste, y está muy orgulloso, porque, según dice, el gremio suele ir de Nike. C. Tangana empezó como la mayoría de chavales de su generación, sorteando trabajos que no le apasionaban para sobrevivir, comer, pagar el alquiler y unas cuantas copas en fin de semana, sin lujos.
Bregó en un Pans & Company, en un call center de Vodafone y en una editorial, de la que contó que fue su "primer curro de cuarenta horas semanales". Lo tuvo que pelear y lo ha pelado. Ahora está aquí, y recomienda a los que empiezan que "se aferren a lo que aman, o mejor, que lo encuentren primero y después se enganchen, no lo suelten". Habrá algún ingrediente más para el éxito, pero esto es como la fórmula de la Coca-cola.
Bregó en un Pans & Company, en un call center de Vodafone y en una editorial, de la que contó que fue su "primer curro de cuarenta horas semanales"
Se ha quitado el chándal y habla de amor muy recurrentemente. "Soy una persona muy emocional", cuenta a este periódico. Lo dice a pecho descubierto en una de sus canciones: "Soy un romántico, el más blando del rollo". Llegó a declararse a la vocalista de Hinds, Carlotta Cosials, en ese mismo tema, lo que provocó cierto zafarrancho. También se vio envuelto en un sonoro beef con Los Chikos del Maíz que se saldó con un rosario de prolíficas canciones de unos y otro, pero C. Tangana recuerda que él no ha empezado ninguno y que jamás tiraría un guante. "Yo no empezaría un beef con nadie. Tengo otras cosas de qué preocuparme, ¿sabes?". Sí, sabemos. Le espera un 2017 largo y feliz.