“La tierra es sofocante”, le dijo Chopin a una de sus hermanas mientras agonizaba, allá en 1849. “Jura que harás que me abran, no quiero que me entierren vivo”. El virtuoso compositor y pianista polaco tenía pánico de que le cerrasen el féretro antes de tiempo, cuando aún estuviese vivo. Murió en extrañas condiciones, a los 39 años, y durante la autopsia se le extrajo el corazón para poder resolver qué le había pasado. Lo guardaron en una jarra de coñac y lo enterraron en la iglesia de Santa Cruz en Varsovia, donde ha permanecido 170 años. Ahora los científicos se han aprovechado de ese último deseo de Chopin y se han encontrado con la ocasión de examinar su corazón en escabeche.
El diagnóstico lo han publicado en el American Journal of Medicine. No sólo es la última investigación sobre la celebérrima disputa de por qué murió tan lenta y decadentemente Chopin, sino también la más convincente: han concluido que el músico fue víctima de pericarditis, una rara complicación de la tuberculosis crónica. Y hay más: otras posibles causas de su debilitamiento y muerte son la fibrosis quística hereditaria y la estenosis mitral, un estrechamiento de las válvulas cardíacas.
Tras su muerte, su hermana Ludwika devolvió su corazón a su patria, de contrabando, sorteando a los guardias de Rusia y lo protegió en la iglesia de la Santa Cruz
Cuando los investigadores examinaron el frasco que contenía el corazón de Chopin, notaron que estaba cubierto de una fina capa de un material fibroso y blanco, con pequeñas lesiones visibles: síntomas reveladores de complicaciones graves de la tuberculosis. “No abrimos el tarro”, le dijo al Observer el líder del equipo, el profesor Michael Witt de la Academia de Ciencias de Polonia. “Pero observando el estado del corazón podemos decir, con gran probabilidad, que Chopin sufría de tuberculosis, mientras que la pericarditis por complicaciones fue probablemente la causa inmediata de su muerte”.
Sólo la historia del corazón de Chopin, héroe nacional, da para novelas enteras: sus otros restos se encuentran en el cementerio Pére Lachaise de la ciudad, donde también descansan Marcel Proust, Oscar Wilde y Jim Morrison. Tras su muerte, su hermana Ludwika devolvió su corazón a su patria, de contrabando, sorteando a los guardias de Rusia y lo protegió en la iglesia de la Santa Cruz. Durante el levantamiento de Varsovia en 1944, el corazón se le entregó a un oficial de alto rango de las SS que profesaba gran admiración por Chopin. Vivió en el cuartel algunos años hasta ser devuelto a la iglesia al final de la Segunda Guerra Mundial.