“Tantos años de despachos, de corbata y reuniones con ministros y ministrables, que cometí el error de olvidarme de lo que soy: simplemente, un músico. Soy un creador que usa el lenguaje musical para expresarse”. El piano hace de cama para las palabras del honorable y repudiado, a partes iguales, Eduardo Teddy Bautista.
En las manos aguanta el trofeo honorífico de los Premios Apolo y en los labios sus mejores palabras para su propia persona. “La música me ha salvado. Me ha permitido mantener una pelea hasta el último minuto por reparar la verdad”, ha dicho el que fuera salvador de las finanzas de los creadores durante 30 años, entre 1981 y 2011. “Las mentiras tienen un problema, porque siempre hay alguien que se las cree. Y la verdad es incómoda. Yo no quiero ingeniería judicial, quiero la verdad”, remató su discurso Teddy Astérix Bautista (Las Palmas de Gran Canaria, 1943) , con la sala aplaudiendo como si no hubiese un mañana.
Lo interesante es que tenemos un ministro de Cultura que canta Soy el novio de la muerte
Bautista está en forma. “Conozco todos vuestros trucos”, dice a los chicos y chicas de la prensa que le preguntamos por sus cuitas pendientes. “Estoy casado con una periodista”. Prefiere no hablar con la prensa porque es la fuente de sus desgracias. Pero antes de volver a desaparecer, a la espera del juicio, da un taconazo surrealista y suelta una patada envenenada : “Lo interesante es que tenemos un ministro de Cultura que canta Soy el novio de la muerte”. Está en forma, la edad no le ha hecho perder ni un gramo de soberbia.
Peligro de cárcel
El hijo pródigo había vuelto a casa. Las campanas de los Músicos Compositores y Autores en los Medios (MUSICAEM) repican por el renacido, al que reconocen una carrera musical intachable y una defensa de los derechos de autor inigualable. “La época de Teddy al frente de la SGAE ha sido algo maravilloso y grande. Nos ha llevado a sitios donde la cultura no habría imaginado. No tengo mucho más que decir de él. Felicidades. Ya era hora de que alguien le diera un premio”. Esta vez las comillas son de Pablo Pinilla, recién nombrado vicepresidente en la cúpula de la SGAE (tras la expulsión de la Junta de Peer Music, Warner y Emi/Sony), que ha tenido el honor de entregar el galardón a quien Anticorrupción ha prestado la libertad en octubre tras depositar una fianza de 180.000 euros.
Pende sobre su cabeza siete años de cárcel, por un delito de apropiación indebida tras el saqueo de la entidad. La Fiscalía estima el perjuicio que cometió contra los autores socios en 47,6 millones de euros. El juez De la Mata considera que los encausados pusieron en marcha “una sofisticada estratagema para derivar masivamente fondos de la SGAE” a la organización “comandada” por Rodríguez Neri. Efectivamente, José Luis está entre el público reunido que aplaude en la sala estrella de la SGAE, dedicada a Manuel de Falla.
Ni rastro de Sastrón
Teddy agradece a MUSICAEM que hayan sido los primeros en acordarse de él desde que en 2011 una furgoneta de la Guardia Civil desatara la investigación contra la fuga de capitales de los socios. “Gracias por reconocer una trayectoria con altos y bajos y con situaciones muy difíciles de gestionar”, explica desde el altar con logo de la SGAE. Tanto como para hacer que la SGAE se desmarque del acto y aclare que la sala es un alquiler de la asociación. Han pasado siete años y la casa de los autores no honra honores al viejo maestro. José Miguel Fernández Sastrón, actual presidente invitado al acto, no está ni en el edificio durante el acto, que es un gol de chilena del astro musical, en campo rival.
“La música caía encima de mí a raudales”, recuerda el ex presidente al visitar su infancia y las enseñanzas de su madre pianista. Una lluvia musical, dorada como la Dánae de Tiziano, en el Museo del Prado. “La música es algo mágico y subliminal”, añade. El público escucha su homilía con atención: “La música es la tercera dimensión de la imagen. Cuando la imagen se ve privada de la música se convierte en un cuadro”, dice recordando una lección de Carmine Coppola.
Somos como el pueblo de Astérix, que vengan los romanos, pero aquí no se entra
El cantante Tontxu conduce la entrega de premios. “Teddy siempre consigues emocionarnos”. El cantautor, que se aclaró que usar el lenguaje discursivo para referirse a las autoras es una “pesadilla”, descubrió sus deseos de ver mucho más por estos pasillos del avispero a Teddy. Tontxu también sueña, dice, con el Palacio de Longoria lleno de grafitis y saltimbanquis, sea lo que sea que quiera significar eso. “¡Ya hay muchos dentro¡”, le responde Mónica Fernández Valderrama desde la primera fila. Sus hermano Juan y Pedro escuchan. Los tres han sido investigados por el juez Ismael Moreno, por el escándalo de la Rueda.
Acabar con la SGAE
Hoy hay tanto Teddy en la sala que el edificio ha enmudecido. Hoy la SGAE está hasta arriba de SAGA y RUEDA, las dos heridas que desangran la credibilidad de la institución. Tampoco falta a la lista de imputados Rafael Tena (por delitos de corrupción en los negocios, estafa y pertenencia a organización criminal). Están presentes Caco Senante, Juan Carmona, Javier Losada o Ramoncín, que sube al altar y se dirige al público: “Noto la sangre, el sudor y las lágrimas, que es lo que algunos nos hemos dejado en esta casa. Somos como el pueblo de Astérix, que vengan los romanos, pero aquí no se entra”. Teddy está sentado en primera fila, pero no aplaude.
El músico explica a este periódico que cree en la resistencia, pero que hay que acabar con el nombre de la SGAE. “Hay que hacerlo desaparecer. Borrón y cuenta nueva. La SGAE ha bajado a los infiernos y hay que salir de él. El renacimiento empieza por el cambio de nombre”, dice Ramón. Las iniciales las lleva bordadas Bautista en la penitencia, que ha vuelto al ruedo, aplaudido por la rueda. ¿Volverá a poner orden?