A un salto largo de la isla de San Simón, en pleno corazón de la Ría de Vigo, se otea un monumento al Capitán Nemo y su tripulación; unos metros más allá en el agua, un cruceiro recuerda la tragedia marítima de la guardia de Franco; en la esquina opuesta perviven los vestigios de un pequeño cementerio en los que se entremezclan restos mortales de represaliados durante la Guerra Civil y de coléricos procedentes de América que fallecieron durante la cuarentena en el lazareto. No caben más secretos ni historia en tan pocos metros cuadrados. Y una vez al año la isla se viste de modernidad hipster para celebrar uno de los festivales más misteriosos del verano, el Sinsal SON Estrella Galicia.
El cartel se mantiene en secreto hasta llegar a San Simón, adonde solo se puede acceder en barco. Los grupos y artistas son meros desconocidos de nombres estrambóticos —Karpov not Kasparov, por poner un ejemplo—. Y aunque resulte extraño, la música no es lo más importante de un festival diurno —celebrado del 26 al 29 de julio— al que se apuntan desde familias completas con los niños pequeños hasta septuagenarias con ritmazo que resisten todo el día en primera fila. El Sinsal SON Estrella Galicia es una experiencia cultural más que una concatenación de conciertos de corrientes alternativas; y el enclave paisajístico, el embrión de ese buen rollo sin masificar —a la isla solo pueden entrar 800 personas cada jornada— y tranquilidad que se respiran en medio del mar.
San Simón, perteneciente al municipio de Redondela, siempre ha sido un miniarchipiélago multiusos. En la Edad Media, de cuando se conservan las primeras referencias de los trovadores gallegos en las cantigas de amigo, la isla fue un convento de diferentes órdenes religiosas hasta que sufrió el saqueo del famoso corsario inglés Francis Drake y su banda de piratas. Pero la verdadera leyenda de San Simón nace en 1702 durante la batalla de Rande, que enfrentó en la Ría de Vigo a las tropas anglo-holandesas contra las hispano-francesas en el marco de la Guerra de Sucesión española.
A este enfrentamiento en las aguas que rodean la isla de San Simón hizo referencia Julio Verne, curioso por naturaleza y preciso investigador, en su libro Veinte mil leguas de viaje submarino. En una de las escenas de la novela, el capitán Nemo cuenta cómo los buzos del Nautilus rescatan cofres de oro y plata, hundidos con los buques de guerra, del fondo de la ría. De ahí el monumento que se erige delante de la isla en honor al escritor y aventurero francés, muy admirado en Vigo por las dos veces que atracó en la Ciudad Olívica.
Lazareto de enfermos
Por los diferentes escenarios que se montan a lo largo de la isla van desfilando artistas que combinan todo tipo de registros: desde el electro vintage y ochentero de Donny Benét al reggae mezclado con hip hop de la Dame Blanche. Pero en esta novena edición del festival conectó especialmente con el público el rock indie con influencias soul del sudafricano Nakhane, un cantante negro, gay y cristiano. Entre actuación y actuación, el certamen ofrece otro tipo de actividades como un taller de elaboración de cerveza o un recorrido turístico por los recovecos de la isla. Así que otro salto al pasado.
A mediados del siglo XIX, la isla de San Simón fue habilitada como lazareto, un hospital para aislar a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas. Se temía que los viajeros procedentes de América pudiesen ser portadores de la lepra o la cólera, y por eso se les encerraba un tiempo en cuarentena hasta que demostraban estar sanos o fallecían por el contagio. Sin embargo, este método preventivo no fue realmente efectivo porque al otro lado de la ría algunos habitantes locales vieron la ocasión de crear un negocio liberando a los internos de forma clandestina. "El resultado fue que dos de las plagas más mortíferas del siglo XX en España entraron por la Ría de Vigo", señala Julio Gómez, codirector del certamen musical.
El pasado oscuro de San Simón también se retrotrae a tiempos de la Guerra Civil y la posguerra. La isla se convirtió en un campo de concentración franquista poco después de la sublevación de 1936 y allí comenzaron a hacinarse en condiciones insalubres los presos republicanos. La cárcel permaneció abierta hasta 1943, llegando a concentrar a 2.500 represaliados de forma simultánea. Estos mismos, los defensores de la República, fueron los encargados de construir una vía de piedra en uno de los extremos de la isla que bautizaron con el nombre de Avenida de Teruel en honor a sus camaradas caídos en la batalla de Teruel, una de las contiendas más cruentas de la guerra fratricida.
Con la llegada de la dictadura, San Simón cambió totalmente de funciones: al centro de represión se le dio un lavado de cara y se convirtió en albergue de veraneo de la guardia de Franco. No obstante, en ese periodo se produjo una de las mayores tragedias marítimas de la historia de la Ría de Vigo. El 22 de agosto de 1950, más de cuatro decenas de falangistas que navegaban hacia Redondela para jugar un partido de fútbol murieron ahogados. Uno de ellos cayó al agua y buena parte de sus compañeros, de forma instintiva, se desplazó hacia aquella borda para tratar de ayudarle. La descompensación provocó que la embarcación, llamada Monchiña, volcase. El agua apenas cubría cuatro metros, pero casi ninguno de los miembros de la escolta del dictador sabía nadar.
Todas estas historias y tragedias se funden hoy en un espacio público declarado Bien de Interés Cultural por la Xunta en 1999. Por otro lado, la isla y su ensenada, donde también se celebran conventos y reuniones, forman parte de la Red Natura 2000 como hábitat natural europeo protegido. De ahí el compromiso con el medioambiente y el carácter ecológico del Sinsal SON Estrella Galicia, un festival diferente, paritario —este año el cartel tuvo el mismo número de bandas lideradas por mujeres que por hombres— y mágico por el entorno en el que se celebra..