A los españoles se les conquista por el humor, y Thalía lo sabe: aquí nadie tenía presente a la cantante mexicana hasta que revolucionó las redes con su stories de Instagram. Salía con un mono rosa de flecos, muy pizpireta, balanceándose mientras se dirigía a sus fans: “¿Están ahí, mis vidas, están ahí? ¿Me oyen, me escuchan, me sienten?”. Luego empezó a improvisar una canción y un baile desatado: “Yo estoy feliz, feliz, feliz… feliz de que los tengo, tengo, tengo”. Y cerró la performance: “¡Gracias! Tiquitiquitín. ¡Gracias! Los amo, ¡bye, bye!”, y se rió. “¿Cómo le apago?”, se preguntó a sí misma, extasiada. Rápidamente, ese stories se viralizó y comenzaron las coñas por todo internet. La acusaban de haberlo grabado ebria. Pronto llegó el primer remix: el meme era imparable.
Lo que podía haber sido el episodio que la catapultase como juguete roto de la industria, como personaje grotesco o irrisorio, se ha convertido en su nueva fuente monetaria. Thalía ha comprado el tema que se burlaba de ella y lo ha publicado en su canal de Spotify, ejecutando el último pinopuente del márketing: la autoparodia que sirve al capitalismo. Ya hay que sacar rédito a todo, hasta a las veces que uno queda ridiculizado. Todo este zafarrancho no pudo venirle mejor, porque, cuando a los pocos días del fatídico vídeo sacó su canción No me acuerdo, con Natti Nattasha, Thalía ya era toda una celebridad en España, un icono que recuperar, una estrella que quedó olvidada allá en el 2000 cuando reventó el mercado con su tema Arrasando. Luego nunca más se supo.
Thalia se vendió como una mujer poderosa que “lleva bien los pantalones” y que hace lo que quiere, pero en sus entrevistas demuestra que es de todo menos transgresora. La maquinaria del dinero y la resurrección de la fama la ha aplastado. Ahora se ha subido al caballo del neoliberalismo y ya no quiere bajar: ya no quiere enfangarse. Como una auténtica diva salida de la nada, la conversación telefónica de este periódico con la cantante no debía durar más de 7 minutos. Luego avisaron de que serían 5. Que se alargase más o no dependería de “lo interesante que fuesen las cuestiones”, según dijeron los responsables. Su mánager -la primera en conectar- pretendía que las preguntas fuesen a su dictado: “Bien, hay que preguntarle por su tema No me acuerdo, con Natti Natasha, que ya es disco de Oro allá en España, y por el ‘Thalía Challenge’”, emitió la agente. Silencio por parte de la redactora. “Bien, las conecto”, dirigió la mánager.
"Si no te gusta como soy, date la vuelta"
Thalía, por fin, al otro lado de la línea: “¡Hola, mi amor! ¿Cómo estás? Qué gusto escucharte”. El gusto no duraría mucho. Primera pregunta: “Los hombres cantantes están más acostumbrados a hablar de sus infidelidades en sus canciones, pero es inédito que en No me acuerdo, Natti y tú reivindiquéis que las mujeres también pueden perder la cabeza una noche, ¿no es así? ¿Por qué las artistas ponen tan poco los cuernos en sus canciones, sigue habiendo un tabú ahí?”. Thalía esquiva el barro: “Claro. Yo creo que es ese empoderamiento… ese momento cumbre donde uno acepta y quiere a la persona… tal y como es, ¿no?”, responde, confusamente. Improvisa: “Uno quiere que lo quieran tal cual es. Es como: ¿eh, te gusta como soy? Como soy, así es… te gusta o no… si no te gusta, date la vuelta y vete, ¿no? Es una canción pícara, chistosa, como sexy, con un ritmo espectacular...”.
Daba la sensación de que la artista estaba hablando de otra canción, dado que este hit tiene como máxima “si no me acuerdo, no pasó”, y relata una historia en la que la mujer sale una noche de fiesta y, por los efectos del alcohol, comete un traspiés con otra persona que no es su pareja. Al día siguiente no se acuerda bien: “No me acuerdo, no me acuerdo. Eso no pasó: que te monté los cuernos, de eso no me acuerdo, no pasó (…) Puede que tengan razón, pero no grites así, que me duele la cabeza… yo te quiero sólo a ti, pera mí tan sólo hay uno, pero si te hace tan feliz saber que estuve con otro… vamos a decir que sí”.
A partir del verso “tú no tienes nada que decir, caradura, dijiste a las diez y llegaste a la una la otra vez, y me quedé esperándote, yo también tengo derecho a pasarla bien”, la segunda pregunta fue: “Pero, Thalía, la canción también habla de que ese hombre era desconsiderado y salía hasta tarde, y, a la vez, exigía a su pareja corrección y fidelidad, ¿no? ¿Crees que estos roles se siguen desarrollando en la actualidad?”. Silencio. “Ajá”.
"Vamos a enfocarnos"
Tercera pregunta: “¿Hacia dónde evoluciona la propuesta de las cantantes latinas? Cada vez habláis con más libertad sobre sexo. ¿Es posible que una artista mujer acabe como Maluma, llenando la cama de hombres desnudos, o esos vicios sexistas en los que han caído ellos tienen que ser evitados por las mujeres?”. Thalía vuelve a responder lo que quiere, ignorando la pregunta. La reivindicación feminista para ella es un disfraz que exprimir en el momento de la ola comercial, pero no es capaz de defender esta visión con su discurso.
Trae la promoción aprendida de memoria y la entrevista, como tal, no existe, porque no hay comprensión entre emisor y receptor. El periodista sólo es un escriba, un publicista al que contarle en breves minutos exactamente aquello que sirva para aumentar su capital. Nada de desarrollo. Nada de conciencia social. Nada de capacidad de reacción. Thalía utiliza a la prensa para soltarle sus mandamientos comerciales, y, al hacerlo, le muestra su nulo respeto: sería lo mismo enviar una nota de prensa que ofrecer ese tipo de entrevista-soliloquio.
“Vamos a enfocarnos en lo que queremos hablar”, dice Thalía, refiriéndose a lo que ella quiere tratar. “Te cuento: No me acuerdo es una canción que a mí, la verdad, me emociona muchísimo… El vídeo ha recaudado más de 300 millones de views… es divertido, fiestero… y la mujer está segura de sí misma. Estoy emocionada por este sonido urbano que se adapta tan bien a mí, que se adapta tanto al mundo popero que es el mío… y estoy agradecida porque la canción sigue subiendo puestos… puentando mucho más de lo que yo soñé. Es un éxito. Qué enorme alegría”.
Cuarta pregunta: “En varios episodios de tu trayectoria has sido criticada por ser una mujer fuerte que habla claro. ¿Con qué obstáculos machistas te has encontrado a lo largo de tu vida laboral? ¿Cuál debe ser la respuesta del feminismo?”. Thalía empieza a fingir interferencias: “¿Me escuchas? Se desconecta, se desconecta...”. La entrevista duró, en total, tres minutos. Aún faltaban dos para cumplir los cinco prometidos, así que la mánager, que recogió la conexión, simuló durante unos dos o tres minutos más que intentaba recuperar la llamada. “Ay, no… qué pena… no me coge Thalía. Se cortó. Ella estaba muy contenta de hablar contigo pero hay interferencias…”. Aseguró que recuperaría “el tono” y volverían a llamar a EL ESPAÑOL “en no más de una hora”. Aún no ha sonado el teléfono.