El primer día de Operación Triunfo 2018, los profesores pidieron a los concursantes que se definiesen con pocas palabras. Después de una lluvia de lugares comunes al estilo de “soy una persona alegre, positiva y soñadora”, María se bautizó sin pudores: “Soy un cuadro”. La joven sólo avisaba, porque, efectivamente, conforme pasan las semanas, la audiencia va entendiendo que María es una obra total, una pintura fresca, vanguardista y molesta, una creadora vital deslenguada y libre -y eso que dice que se controla para no decir “tacos”-.
26 años, Madrid, niña espigada, sonrisa abierta, expresión de desconcierto -entre la ternura mundial, el escepticismo y la torpeza-, pircing en la nariz. “Yo desde pequeña quería ser cantante. Mis padres me apoyaban un montón, pero lo de la universidad lo tenían ahí… creo que es una cosa de una generación”, contaba. “Yo estudiaba en la Autónoma de Madrid una carrera que no me gustaba nada: Lenguas Modernas, Cultura y Comunicación. El caso es que dejé la carrera con gran escándalo familiar. Estaba en cuarto, me quedaba un cuatrimestre, pero es que… no quería. Era joven y estúpida”.
Explicó que llevaba un par de años bloqueada. “Todo el mundo tenía tan interiorizado que yo iba a hacer algo musical que tenía mucha presión y no sabía qué hacer: tengo miedo al fracaso y al ridículo. Me abrumé”. Pero ya va relajando las costuras y regalando perlas a diestro y siniestro. A pesar de que su familia intentase encauzarla por el presunto camino recto -el académico-, lo cierto es que de casta le viene al galgo. “Mi padre es inspector de Hacienda y además, autor de la canción La Puerta de Alcalá”, relató en la primera gala.
Heredera de dos figuras artísticas
Así es: Paco Villar, su padre, formó parte del grupo de inspectores de Hacienda que años atrás se posicionó contra los privilegios fiscales que disfrutaban algunos ciudadanos acaudalados. El hombre guardaba facetas creativas bajo la manga. Una “noche de borrachera”, como ha contado otro de los autores, Luis Mendo, Villar se alió con Bernardo Fuster -del grupo de Vallecas Suburbano- y se puso a escribir coplillas medio en broma, medio en serio, hasta que salió la mítica canción que Ana Belén convertiría en mito. Hoy ya es uno de los temas más emblemáticos del pop español. Ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo.
La madre de María, Azucena Rodríguez, es directora y guionista. Ahí su trabajo en Entre rojas, película protagonizada por la mismísima Penélope Cruz, amén de Cristina Marcos, María Pujalte y Pilar Bardem en 1995. Cuenta la historia de un grupo de presas encarceladas por sus ideas políticas, y tiene de todo: a Cruz rubia como los trigos, nominación al Goya para Pujalte y una Blanca Portillo integralmente desnuda. Azucena Rodríguez también dirigió Atlas de geografía humana, novela de Almudena Grandes llevada al cine, y capítulos de Cuéntame cómo pasó.
María heredó ese espíritu artístico y transgresor -que igual viaja fuera del país que se hunde dentro del propio pecho- y cogió el petate para marcharse a Nueva York y formar un grupo de ‘garage rock’. Presentaron dos trabajos: Spring -con dos canciones: Die y Book- y un tema llamado Role Model, producido por el vocalista y guitarrista de The Parrots, Diego García. Eso hizo que la joven reclutase adeptos en el indie español. También Las Hinds la adoran y lo han dejado ver en público en varias ocasiones.
Contra Dani Martín, Taburete y 'mariconez'
La joven habla de referentes como Janis Joplin, Rihanna o La Zowie y detesta el reguetón y grupos como el de Willy Bárcenas. No se corta un pelo a la hora de dejarlo claro. “Si por ti fuera nos despertarían con Taburete y yo me pegaría un tiro en el cerebro”, le lanzó a su compañero Miki. Reparte a diestro y siniestro. “No me gusta nada El Canto del Loco”, dijo cuando se enteró de que tenía que cantar la canción Contigo junto a Carlos Right. “Carlos canta mejor que Dani Martín”. Y Martín le ha respondido: "Me encanta que haya gente que no le guste mi música, que no le guste mi voz, que digan que jamás irían a verme a un concierto, es necesario que suceda y que lo digan si quieren de forma pública. Libertad de expresión. Cero ofendido. Salud".
Ya se le empiezan a echar encima los fans de cada cantante al que le pincha, pero ella es ácida, primero, consigo misma. Tras verse en la actuación de la Gala 0 y que Noemí Galera le dijese que celebraba que disfrutase tanto en el escenario, respondió: “Estaría bien, además de pasármelo bien, no cantar como el puto culo”. Siempre dice que sus compañeros “cantan muy bien” y que “no sé cómo me he colado aquí”, llegando a asegurar que desafina “como un gallo muerto”.
Cuando desde el profesorado le han llamado alguna vez la atención por su transparencia y descaro -advirtiéndola de que graban a los chicos 24 horas y que hay frases que pueden ser descontextualizadas-, ella echa más leña, entre risas: “Pues yo me he cagado en Dios varias veces”, al estilo Willy Toledo. “A ver si te van a llevar a la cárcel”, guiñó Galera. María hace que el público joven y concienciado con la lucha LGTB se sienta identificado, defendido y aupado. Lo consiguió desde el Día de la Visibilidad Bisexual, cuando la directora de la Academia les recordó que “la bisexualidad no es una indecisión, ni un contrato con la promiscuidad, ni un vicio. La bisexualidad es una orientación sexual en sí misma”. Entonces Alba la abrazó a ella y a Natalia y dijo: “¡Vamos a hacernos una foto o algo las bisexuales!”. Así fue.
Feminismo
Esta conciencia de la diversidad la lleva a la lingüística: ya saben ustedes el zafarrancho que ha formado por no querer cantar la palabra “mariconez” de Quédate en Madrid (Mecano). Ha salido victoriosa del ring, porque el público coreó el concepto por el que ella quería sustituir la palabra maldita, “estupidez”, mientras abucheaban a Ana Torroja.
Es rabiosamente femininista: no se plantea la vida de otro modo, no es posible si se está a favor de los derechos humanos y la igualdad. "Las mujeres no somos sólo un agujero donde meter tu polla", comentó en una conversación durante el almuerzo. También se fotografía las axilas con vello, sin pudor, como una forma de luchar contra los exigentes cánones de belleza femeninos.
Se suma a mil causas, es combativa y mantiene fuerte la conciencia social. Una de las últimas: la defensa de Murcia. Se ha indignado por la “poca representación murciana” que hay entre los concursantes. “Me parece espantosa”, añadió, recordando que ella considera a Murcia su “comunidad autónoma adoptiva”. Y se lanza a disertar sobre las marineras, un aperitivo típico de la región. Esto no ha hecho más que empezar.