A principios de junio, las Cariño -María, Paola y Alicia, últimos fichajes del sello indie pop Elefant- lanzaron Canción de Pop de Amor, una declaración encantadora y naif de encoñamiento adolescente, o quizás no tanto: “Voy a triunfar para sonar en la radio, para que así me tengas que escuchar, voy a escribirte en un mensaje que sin ti no sé flotar (…) Voy a buscarte por las noches cuando cierren el local, voy a pillarte una cerveza para que te quedes un rato más. Voy a llevarte a la boda de mi primo el neoliberal”. En el vídeo, de corte ochentero, acuden a terapia de grupo para exorcizarse de sus tendencias pirómanas; después huyen al campo a quemar flores a placer. Oscilan entre la ñoñería y la crudeza. La música es luminosa, inocente, pero la estética es oscura. Todo el juego anda rebozado en sarcasmo. Son un hallazgo.
Ojo a Momento inadecuado -agrupado también en el EP llamado Pop para la bajona-: “Si hubiera empezado en el momento adecuado no estaríamos así, podría ir a tu pueblo, pasear a tu perro, y de pronto darte un kiss (…) Pero nunca, pero nunca voy a amarte como antes. Voy a llevar al desguace las fotitos en el parque”. Hicieron una versión de Llorando en la limo que dejó temblando al mismísimo C. Tangana: “Ey, perdí mis amigos, míranos qué monas llorando en vespinos (…) Me ha pillao’ la depresión en Casa Cati, llorando de bajona parece un tsunami. Suena mi canción, estalla el party, dios bendiga el tontipop, dios bendiga Family”.
Ahora las Cariño adelantan el primer single del que será su mini-LP Movidas, a la luz en noviembre. Bisexual es un alegato algo irónico sobre el descubrimiento de las filias: “Me gustan las chicas, ¿cómo pudo pasar? Me gustan las chicas, no me lo puedo explicar. Será por su pelo y su forma de mirar, pero me he besado con un chico en la ciudad (…) ¿Cómo decírselo a mi madre, cómo contarlo en la pelu, qué pensarán mis amigas, qué me dirán mis abuelos?”, cantan. Puro punk-pop.
¿Dónde están los himnos bisexuales?
“¿Dónde coño está el armario, ahí cómo se entra? Ese armario está oxidado. Voy a romperle la puerta”. Literal: en el vídeo -dirigido por Diego Jiménez- compran un armario y se la pasan montándolo con mucho primor. Vuelven a acudir a terapia, esta vez a la consulta de un psicoanalista que les enseña el test de Rorschach: en todas partes ven un pene o una vagina. “A ver ahora cómo hago si me mandan a un convento, quiero besar a ese chico, si nos alejan me muero”.
Lo cierto es que en el espectro musical no es tan habitual que se cante o se hable abiertamente de bisexualidad. Desde que falleció Bowie, ningún otro artista ha vuelto a elevar a los escenarios el poderío y la belleza bisexual: ahí el legendario británico con su cabello naranja y sus trajes multicolores, rezumando una sensualidad casi extraterrestre, andrógino e inolvidable. Toda una bofetada sin mano al modelo hegemónico y tradicional de masculinidad, a la estética agresiva e ibérica de hombre de pelo en pecho, musculatura y rasgos duros. Él calaba desde la insondabilidad, desde la extrañeza.
El pop mainstream acumula varios himnos que han identificado al colectivo homosexual, pero la ‘B’ de ‘LGTBI’ no ha sido avalada desde la música. Sin ir más lejos, el Orgullo 2016 reivindicó a las personas bisexuales y recordaron que viven dentro “de un doble armario”, ya que se sienten considerados como gente “viciosa o promiscua”. Padecen “bifobia”, que es la incomprensión hacia una persona que es capaz de amar a otra independientemente de su sexo, y junto con el colectivo transexual son aún los más marginados del espectro de la diversidad sexual.
Iconos
Algunos coletazos sí van teniendo lugar: ahí el single de Frank Ocean, Chanel, del que muchos decían que aludía a la bisexualidad, o el vídeo de Janelle Monáe, Make Me Feel, que trata sobre intereses amorosos masculinos y femeninos. Hay artistas mujeres que arrastran masas y que se han declarado abiertamente bisexuales, como Lady Gaga, Kesha o Miley Cyrus, pero la representación sigue siendo limitada. Hasta el propio Bowie acabó por decir que se arrepentía de esas declaraciones.
También Nicky Minaj afirmó ser bisexual al comienzo de su carrera, pero luego dijo que lo había hecho “para llamar la atención”. El problema es que haya artistas que hayan jugado con guiños a la diversidad sexual para desdecirse después, o peor, para reducir sus filias a “fases” o a deseos de jugar o epatar, porque así minimizan las experiencias vividas por una comunidad a la que se margina por amar a hombres y mujeres.