Emular un márketing feminista -para hacer brillar la imagen de un programa- es relativamente sencillo: dosificar cuatro consignas masticadas que no pasen del abecé de la igualdad y rodearse de un grupo de concursantes jóvenes, abiertos e inquietos -que revisan con cuidado hasta sus dejes lingüísticos para hacerlos inclusivos-. Son los chicos de OT los que le hacen a la organización el mejor trabajo, los que de forma natural convierten un concurso en la cadena pública en una escuela donde reina el compañerismo y la diversidad celebrada. Pura cuestión generacional.
Pero no basta con anclarse en una estética: después de que varias concursantes charlasen sobre su bisexualidad, después de que María repensase el concepto “mariconez” en 2018, después de que Miki defendiese el femenino como genérico o neutro, las cabezas pensantes del programa siguen cayendo en tópicos sexistas en sus puestas en escena. Era obvio que un público de las mismas características que los concursantes -que todo lo pasan por el filtro del pensamiento crítico y del progresismo millenial- saltase ante la actuación de Carlos Right de la gala de anoche.
Right, que estaba nominado -finalmente se salvó frente a Dave-, eligió cantar Tip Toe, de Jason Derulo y French Montana, una canción pretendidamente sexy que alaba las virtudes eróticas de la mujer que le gusta: la letra se centra en la obsesión que despierta en el cantante el cuerpo de ella, su forma de bailar, y, literalmente, dedica versos a su trasero: “Dios te bendijo por detrás. Yo lo hago”.
La coreografía sexista
El problema fue el modo de representarlo, que despertó un aluvión de críticas entre los fans de OT. El tema arrancó con el intérprete encaramado a un montaje y cinco bailarinas acompañándole: botas de tacón alto, top corto con el vientre descubierto y bragas negras que dejaban ver sus nalgas. Quizá la elección del vestuario no habría sido cuestionada si no hubiese sido porque en la segunda parte de la canción, fueron unos bailarines hombres los que se encargaron de la performance. Pero, ¡ah!: en este caso los cinco chicos vestían con ropa deportiva. Pantalones cómodos, sudadera y zapatillas.
Los comentarios no se hicieron esperar: “Mucho feminismo y tal en OT, pero tenemos que abrir el melón de las bailarinas. ¿Por qué ellas en bragas y ellos en chándal?”, preguntaba una espectadora. “OT, un programa donde te censuran ‘mierda’, pero te ponen a bailarinas en pelotas y una canción machista que habla de sexo. Bien, ¿no?”, lanzaba otra. “¿Por qué para la misma coreografía las bailarinas van en top y bragas y los bailarines con chándal de manga larga?”. O: “Súper original el vestuario de los y las bailarinas en la canción de Carlos. OT rompiendo moldes heteropatriarcales, sí que sí. NO”, se quejaba otro.
Lo cierto es que la canción no dejó de colocar en ningún momento a la mujer como el objeto del deseo, tanto en la letra como en la coreografía: el rol masculino -y deseante- lo ocupaban Jason Derulo, el propio Carlos Right y el conjunto de bailarines, alienados como chicos en chándal. Hubiese sido interesante que la puesta en escena consiguiese hacer del tema un canto de deseo universal con el que también ellas pudiesen sentirse identificadas, con el que también ellas pudiesen ser sujeto. La organización de OT tiene aún mucho que aprender de sus concursantes.