La espera ha terminado. Rosalía ha lanzado puntual como un reloj suizo - a las 00:00 ya estaba en Spotify- su nuevo disco, El mal querer, el más esperado del año y un fenómeno social antes de haber escuchado algo más que los tres maravillosos singles con los que se ha construido la mejor campaña promocional de la música nacional de los últimos años.
Lo que ha pasado con Rosalía se estudiara en los libros de las facultades de márketing de las próximas generaciones. Una cantante de flamenco, que había destacado en círculos muy autorales con su anterior álbum, Los Ángeles, lanza un single que pone a todo el mundo a sus pies. Su mezcla de trap y flamenco en Malamente la colocaron en la órbita de gente que hacía meses no sabía ni que existía. Todo ayudado por un vídeo a la altura del mayor lanzamiento norteamericano.
De repente todo el mundo hablaba de Malamente, cantaba Tra Tra y discutía sobre las decenas de símbolos de un videoclip que bebía del mejor Bigas Luna gracias a la producción de Canadá. Sus dos siguientes lanzamientos, Pienso en tu mirá y Di mi nombre siguieron la estela. Nadie había escuchado el resto del disco, pero todo el mundo ya se había enamorado de Rosalía: la BBC, Pedro Almodóvar y 11.000 personas que le besaron los pies como la nueva diva de la música española en le concierto gratuito que realizó en la Plaza Colón dos días antes de que se pudiera escuchar El Mal Querer.
En una industria musical donde hasta ahora lo más esperado era ver con quién colaborará Amaia en su carrera post OT, Rosalía ha dado algo de luz al final del tunel. Ha devuelto la fe a aquellos que decían que un producto de calidad y novedoso no podía convertirse en un boom. No le ha hecho falta sonar en Los 40, ella estaba en boca de todos y haciendo lo que le daba la gana.
Porque Rosalía, bien rodeada por un equipo donde destaca la mano de su productor El Guincho, se ha puesto el mundo por montera para mezclar lo que más ama, el flamenco, con todo lo que la apetecía. La prueba es escuchar su disco, en el que el flamenco más tradicional se mezcla con samples de Justin Timberlake e influencias de James Blake o Björk, las más reconocibles de las once pistas que componen El Mal Querer.
Habrá quien se sienta decepcionado con este disco destinado a reventarlo y a que todo el mundo hable de él. El motivo es sencillo, los tres primeros singles son, de lejos, los más comerciales y bailables, con el resto llega la experimentación. Lo vemos en De aquí no sales, el capítulo 4 en el que los ritmos nacen de un motor de un coche y sonidos de ambulancia, para luego dar paso a un coro de palmas en el clímax final.
El Mal Querer es un disco-historia. La del empoderamiento de una mujer que comienza atada un hombre (Augurio y Boda), y termina dejando claro que ella es la que decide su destino. En el último capítulo, con la canción A ningún hombre, y el sobrenombre de ‘Poder’ (Cada track es un capítulo definido por un término): Rosalía canta: “A ningún hombre consiento que dicte mi sentencia. Solo dios puede juzgarme. Hasta que fuiste carcelero”.
La historia del disco es la de un amor tóxico, peligroso, de la dificultad de salir de él. En sus canciones están los celos, los lamentos y hasta el éxtasis. También un track que es una pequeña ‘poesía’ en la inconfundible voz de Rossy de Palma.
Todo el mundo se encargará en hablar de las decenas de referencias claras de El Mal Querer, especialmente de ese sample (reconocido) del Cry me a river de Justin Timberlake en Bagdad -quizás la canción no escuchada más pegadiza-, que se completa con unos coros que parecen sacados directamente del No more I love yous de Annie Lennox. Hasta Beyoncé, con la que se la ha comparado, tiene su guiño, ya que Rosalía reconoce que su Di mi nombre, en los que juego con los tangos de la Rempompa de Málaga, son un homenaje a aquel Say my name de las Destiny’s child.
Rosalía da un paso adelante. Confirma por qué se ha montado todo este fenómeno alrededor, y deja claro que tenemos mucho tiempo para hablar de ella. Muchos seguirán argumentando lo de la apropiación cultural, otros que si no es flamenco puro… el resto se rendirán a una artista que con menos de 30 años parece destinada a cosas muy grandes.