Musa roja, militante clandestina del PCE, prolífica cantante y actriz, mito erótico de una España -camisa blanca de mi esperanza- y de la otra. Niña bonita de la Puerta de Alcalá, Pasión turca hecha hueso y carne, Derroche y figura hasta la sepultura. Ana Belén regresa con Vida, un disco cosido entre amigos que nos recuerda que aquí estamos un rato. Con composicones de Andrés Suárez, Rozalén, Jorge Drexler, Joaquín Sabina, Dani Martín, Pablo Milanés o su amor, Víctor Manuel, con quien mantiene una resistencia y una complicidad que para sí quisiera la izquierda patria. Siguen siendo dos míticos.
Charlamos con Ana Belén sobre poesía, feminismo, estallidos de última hora de la extrema derecha, boicots ibéricos y revisionismo artístico.
Primer álbum con canciones inéditas en 11 años. ¿Qué le apetecía decir de nuevo?
Yo creo que en Vida podemos encontrar diferentes historias que se resumirían, de alguna manera, en: ¿qué es lo que tenemos? ¿Qué nos hace estar agradecidos? Es la vida, al final. Estamos aquí, estamos vivos, seguimos adelante. Sería un poco eso: ese agradecimiento por lo que somos, por lo que a veces no nos damos cuenta y tenemos. La vida no sólo es lo que tenemos, sino lo que mucha gente no tiene y no debemos dejar de pensar en esa gente. Es decir, vivimos la vida desde nuestra posición de ciudadanos del primer mundo, pero hay que pensar en toda esa gente que no hace falta que sea tercer mundo, a veces está más cerca de lo que pensamos. Obras de teatro en tres minutos y yo en este caso soy quien las cuenta, soy el sujeto que las interpreta.
En el disco hay una versión de Alga, un poema de Ángel González.
¡Cómo es!, ¿eh? Qué poeta.
¿Cómo sobrevive la poesía en tiempos de neoliberalismo?
Sobrevive porque afortunadamente hay gente joven que está escribiendo poesía. Y he leído ahora que hay como una ola de jóvenes que están descubriendo la poesía y que están descubriendo que gente joven como ellos está escribiendo poesía. Hablan en su mismo lenguaje y se entienden. Jóvenes poetas, hombres y mujeres, están haciendo recitales de poesía y atrayendo a muchísima gente. Entonces: la poesía siempre sobrevive si tú pones interés. Siempre va a estar ahí. Tienes que poner curiosidad. La poesía no puedes leerla de cualquier manera y en cualquier situación, pero en la poesía puedes encontrar respuestas para cualquier situación en la que te encuentres. Sí. Y es verdad que Ángel González era un poeta… ¡es!
También hay un tema que te compone Federico Lladó, ¿Quién manda ahí fuera? Justo eso le quería preguntar: ¿quién lo hace realmente? ¿Quién mueve nuestros hilos?
Tenemos sospechas de quién manda ahí afuera. Tenemos sospechas de que mandan los mercados. ¿Quiénes son los mercados? Pongámosles ojos y nombres. Hay sospechas, ¿verdad?, de que mandan en todo el mundo. Y nosotros nos engañamos y creemos que somos los dueños de nuestra vida, de nuestra circunstancia. Votamos, y creemos que votamos a unos que nos representan y queremos creérnoslo, pero luego hay unos ahí afuera que mandan más.
Ayer fue 20-N. ¿Franco ha muerto?
Sí, sí. Franco ha muerto, remuerto y requetemuerto. El problema es que Franco siga ahí como un símbolo y que hayan pasado 40 años. ¡Eso debería ser una cuestión ya resuelta desde hace mucho tiempo! No se ha resuelto en estos 40 años. Las circunstancias en el mundo que se están dando, estas que nos están llevando a defender lo nuestro, lo pequeño, el nacionalismo… ¡es tan mezquino y tan absurdo! El nacionalismo está tan en contra de todo lo que creo: que es lo que nos incumbe a todos, ¡que es todo!, y fuera, más allá de las fronteras… Estamos viendo que hay fascismo encubierto.
Ya no encubierto. ¿Vio esas manifestaciones por Madrid?
Sí. Están aquí. Y están en el corazón de Europa. Y perdona, que han ocurrido unas cosas últimamente… ¡mira Bolsonaro, cómo se declara a sí mismo! Y la gente lo vota.
¿Y Vox, qué le parece? Ha llenado Vistalegre.
Bah, Vistalegre, perdona… Vistalegre lo he llenado hasta yo en un concierto, y con esto quiero quitarle importancia (risas). Y quitarme importancia a mí. No creo que sea tan alarmante. Pero hay un caldo de cultivo en general muy preocupante, que eso sí nos debería hacer estar atentos a los pequeños detalles. A mí me importan mucho los pequeños detalles, porque su suma hace un todo.
Cuando se boicoteó a Trueba por sus declaraciones sobre España, dijo que se sentía retrotraída a la época franquista.
¡Sí! Es que ahora mismo la gente se está cortando mucho para hablar. “Ay, si digo esto...”. ¿Y esto por qué? Porque las redes sociales, que han venido para facilitar muchas cosas y para que estemos conectados, han venido también para encubrir por ahí debajo a mucha gente que no tiene nada que hacer en la vida. ¡Si tuviesen que hacer algo importante, salir a hacer algo importante… no tendrían tiempo para gilipolleces! Esto es lo que pasa. O sea: tío, hazte una paja en tu casa en vez de boicotear a Trueba, que igual te vas a quedar más contento. Sí: todo eso tiene que ver. Hay regresiones muy peligrosas.
¿Le ha perjudicado posicionarse social o políticamente?
Obviamente, pero nunca me he planteado callarme. No me lo planteé en su momento, y vivía el dictador. Estuve militando en la clandestinidad. No era ninguna tontería, ¿eh?, militar en el PCE. Al poco murió. Y empezó toda la Transición. Peligrosa. No hay que dudar que en la Transición murió gente. Pero en ese momento no me lo planteé, ¿crees que a mi edad me lo voy a plantear? Te aseguro que no. Lo peor es la autocensura.
A veces también es por miedo a perder dinero. A perder facciones de público.
Esto de “no me voy a meter yo ahí”… bueno, eso lo entiendo. Lo puedo entender. Como dice una amiga mía: “Está la cosa tan malita...”. No nos podemos permitir que se rompan contratos. Esto también tiene que ver con el chiste del escorpión. Cada uno es como es.
En España se espera que las personas de izquierdas sean pobres. Cuando a alguien le va bien, se le llama “falso progre”. ¿Cómo lo ha vivido usted?
Ese discurso ya es sabido. A mí siempre me han echado en cara ser de izquierdas y vivir bien. Recuerdo que hablé con alguien… ay, ¿quién era? Alguien desde una posición relevante y tal. Decía: “Mira, parece que alguien que tiene las espaldas cubiertas no puede ser de izquierdas ni progresista, ¡pues debería ser al revés! O sea, si yo soy una persona con dinero, con una posición, tatatá, y soy capaz de votar y apoyar a la izquierda, el tipo de juicio de opinión debería ser el contrario”. Pero bah. Yo soy libre por mi trabajo. Mi trabajo me ha hecho ser libre. Gracias a mi trabajo puedo tener una buena casa, gracias a mi trabajo tengo más autodeterminación a la hora de decidir hacer cosas.
Me acuerdo de lo que me dijo mi madre cuando empecé a trabajar en el teatro, con toda la ignorancia de mi madre de no saber dónde me metía, pero… me dijo: “Tú págate lo tuyo. No dejes que nadie te invite”.
Es transgresor para el momento en el que fue dicho.
Total. Y es que esta autosuficiencia que tenemos bastantes mujeres, pero no todas, es lo que yo creo que tenemos que alcanzar. Eso es importante para desarrollarnos como mujeres y pelear esa igualdad.
¿Qué obstáculos se ha encontrado en su trayectoria profesional por ser mujer?
La suerte de pertenecer a esta profesión es que pertenecíamos a eso que llamaban “los titiriteros”, “los saltimbanquis”… bueno, gente de mal vivir. Eso se decía. De lo que gozábamos era de una gran libertad en la profesión. Y tanto actrices como actores trabajábamos conjuntamente en una obra de teatro, en una película… hacia una misma finalidad. Apretando como equipo. En ese sentido te diría que no he sufrido el machismo, pero también es verdad que en cuanto rascabas un poquitín sí salía. ¿Cuántas mujeres directoras había? Muy pocas. Tres. Pilar Miró, Josefina Molina, Ana Mariscal… muy pocas. ¿Cuántas directoras de fotografía? Ninguna. ¿Cuántas guionistas? Todo eso en este momento está avanzando, se está abriendo. Se va entendiendo. También es verdad que vivíamos (con todo lo que era este país de gris y de tremendo) en una burbuja, en una isla. ¡El mal vivir!
Pero el mal vivir puede ser una cosa muy divertida. Sabina dice que “las malas compañías son las mejores”.
Mal vivir era: después de haber estado rodando durante toda una jornada todo el día, todo el equipo… quedarse a tomar unas copas en cualquier sitio de estos; frecuentar el Oliver hasta altas horas de madrugada. Era estupendo. Eran remansos de libertad esos sitios en una época en la que todo estaba tan prohibido. ¡Era tan difícil separarse en aquella época…! Pero en nuestra profesión era como: “Adiós, Lucas”. Y te ibas con otra persona.
¿Cómo se vive sabiendo que una es una mujer tan deseada por España? Siempre ha estado en los primeros puestos de ese tipo de listas.
Anda, anda… eso son…
Eso es verdad, no se haga la modesta.
No me hago la modesta. No, no. Que sí, que igual lo he sido, pero sé ver cuando una tía es guapa, guapa, y digo “olé, qué guapa”. Yo creo que que me hayan dicho eso alguna vez no ha sido más que una demostración de cariño que me ha hecho la gente.
¿Qué opinión le merece el revisionismo artístico? Toda esta polémica de “mariconez” de Mecano. O las tesis que desarrollan que Contigo, de Joaquín Sabina, reproduce roles machistas.
¡Ay, yo es que creo tanto en la libertad…! Creo muchísimo en la libertad. Y creo mucho en que cada autor en un momento determinado escribe lo que cree que es adecuado. La palabra “mariconez” depende de cómo se diga. Hay palabras que según como se digan pueden ser escuchadas de una u otra manera. ¿Que no la usemos ahora? Bueno, yo es que no la he usado nunca. ¡Pero no pasa nada! No nos la cojamos con papel de fumar. Yo creo que hay cosas que ahora mismo no se pueden decir. Ni Azcona ni Berlanga tienen cabida ahora: tendrían problemas para sacar adelante una película. Pero, ¿qué estamos viviendo, qué tontería es esta? Son regresiones. Hay que tener cuidado.
Víctor Manuel y usted son la gran pareja de toda la vida, los resistentes en un grupo de amigos de canallitas. Citando un poema de Luis Rosales: ¿para toda la vida basta un solo amor?
Estamos en ello, pero quién sabe lo que va a pasar mañana. Yo vivo cada día. Mañana, yo no sé. De verdad, ¿eh? Te lo digo. No me gusta hacer planes. He tenido que hacerlos a veces por necesidad. Hacer teatro, tal… pero es que no me gusta hacer planes, me gusta vivir el momento.