Parece que no ha pasado el tiempo, pero son ya 25 años desde que Camela irrumpiese estética, filosófica y musicalmente en nuestras vidas noventeras. Es como si Ángeles llevase aún el flequillo largo hecho con rulo y el resto del cabello rizado; como si Dioni no se hubiese quitado más aquella camiseta con cordones con la que abría Sueños inalcanzables; como si Cabrera, el teclista que salió rebotado del grupo, volviese a golpear el piano con el entusiasmo de entonces en los dedos pero manteniendo el gesto rígido y ondeando la melena.
Camela eran nuestros Pimpinela tecno-rumba y nos regalaban un dramón tras otro: venga triángulo amoroso, venga despecho, venga desencanto vital. No fue ninguna broma: siete millones de discos vendidos. Siete millones de discos son muchos coches reventando al ritmo de Su corazón es indomable y no me quiere; siete millones de discos son cientos de chavales amargados en sus cuartos, da igual en barrios que en chalets, escuchando Háblale de mí o Qué tiene ella que no tenga yo y sintiéndose arropados en la desgracia colectiva del amor.
Siete millones, ojo, a pesar del rechazo de la crítica y los medios, que reventaban de esnobismo. Contaba Ángeles a este periódico que la primera vez que fueron a los 40 principales fue el año pasado. “Ahora no son los mismos que estaban antes. Está trabajando otra gente y son un equipo majísimo, hay una renovación generacional, afortunadamente", guiñó. Explicaba que han arrastrado el "estigma" de no haber empezado con una multinacional, sino un "sello pequeñito": "No teníamos tanta fuerza para distribuir discos y se nos relaciona siempre con la gasolinera, pero te digo una cosa: nos da orgullo haber vendido mucho en gasolineras, porque empezamos más abajo que desde cero. ¡Ojalá se vendieran en las gasolineras tantos discos como antes! Nuestros y de todos".
Dice Camela que sus seguidores “han ido saliendo del armario, como los gays”, y es bastante cierto. 25 años después celebran sus grandes éxitos y vuelven a convertirse en la canción del día. Ojo a la sorprendente versión de Nunca debí enamorarme con Taburete. El grupo de Willy Bárcenas sigue en su línea de colaboraciones variopintas y desprejuiciadas, desde Café Quijano a Hombres G. pasando ahora por los míticos Camela.
En el vídeo aparecen imágenes de conciertos noventeros a modo de homenaje y también la vida secreta de este adictivo hit: ahí Willy en el estudio con Ángeles y Dioni interpretando entre risas la dramática letra de la canción. “Nunca debí enamorarme, vivir sin ti, cariño, lo que me está costando, porque yo no me niego a olvidarte, es este corazón que no quiere hacerme caso (…) Si ya no hay vuelta atrás, no sé por qué te empeñas en seguir amándome”. Imperdible esta fusión entre estilos y personalidades: recuerden que Camela era la banda sonora de los barrios patrios y Taburete hoy lo es de los jóvenes pijos ibéricos. Por fin el calorrismo y la burguesía demostrando que, en lo esencial, también son uno.