España, 2019. Los músicos se quejan de que la libertad de expresión se ve amenazada. Sus letras son usadas como armas para atacarles y hasta meterles en prisión. Una especia de macartismo 2.0 en el que los artistas temen por sus creaciones. Lo que se busca es la autocensura, instaurar el miedo en las venas para que las canciones, las películas o los libros, sean inanes, sin carga política o revolucionaria.
Una de las frases que siempre se usa es que hace 30 años estábamos mejor, que no había tanta ‘dictadura de lo políticamente correcto’ y que con los ecos de La Movida resonando parecía que todo se podía cantar. No todo era tan bonito. Que se lo digan a Loles Vázquez, Mamen Rodrigo, Begoña Astigarraga y Lupe Vázquez, las cuatro jóvenes vascas que en 1982 formaban con ilusión el grupo musical Las Vulpes. Una banda tan efímera como importante para entender que, en nuestro país, molestar siempre es peligroso.
Estas punkis de Bilbao consiguieron dar ese difícil salto y las contrataron para actuar en una TVE que presumía de libertad. Allí, hace 36 años, el 16 de abril de 1983, salieron al escenario de Caja de ritmos, dirigido por Carlos Tena para darse a conocer. El programa, de contenido musical, se emitía por la mañana, en lo que se llama ‘horario infantil’, pero en aquellos momentos, con Franco ya muerto y todos vendiendo el final de la censura, parecía que un poco de irreverencia matutina no iba a venir mal. Se equivocaron.
Quien prendió la mecha pocos días después fue el periódico ABC, que en una editorial decía que la letra de la canción “degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable, quebranta la intimidad del hogar, lesiona lo establecido en la Constitución y traspasa los límites de lo tolerable”. Se refería a 'Me gusta ser una zorra', la canción elegida por el grupo para su actuación y en la que cantan versos como estos: “Prefiero masturbarme, yo sola en mi cama, antes de acostarme con quien me hable del mañana. Prefiero joder con ejecutivos, que te dan la pasta y luego vas al olvido. Me gusta ser una zorra”.
El periódico no fue el único que se escandalizó. Dos miembros del Consejo de RTVE, José M. Álvarez del Manzano y José Ignacio Wert, del Partido Demócrata Popular, expresaron que la canción era “obscena”. Sus nombres les sonarán. Más tarde fueron alcalde de Madrid y Ministro de Educación, Cultura y Deporte respectivamente. Otro nombre que les será familiar es el del director del ente en aquellos momentos, Calviño, padre dela actual ministra de Economía Nadia Calviño.
Nos gusta ser como somos, y pensamos que a nadie debe escandalizar que digamos que nos masturbamos, porque eso es natural, eso lo hace todo el mundo
Este defendió al director del programa cuando se interpuso una querella criminal a instancias de la Fiscalía General del Estado. Carlos Tena y Las Vulpes se enfrentaban a penas de cinco años de cárcel y diez de inhabilitación. Calviño compareció ante una Comisión de Control parlamentario del ente público, donde dijo que "el vehículo del escándalo no fue TVE, sino "un periódico que promocionó el hecho y que se alegró de haber vendido más ejemplares", y que estaban creando una polémica donde no debiera haberla, "ya que los responsables del ente no tenemos miedo a la libertad de expresión".
Sirvió de poco, Carlos Tena, el director de Caja de ritmos presentó su dimisión al considerar que se encontraba "en una situación de indefensión jurídica" y al enterarse de que TVE había aplazado, sin fecha de emisión, el resto de programas grabados. A quien nadie defendió públicamente fue a esas jóvenes que se encontraron metidas en un lío judicial sólo por cantarlo que ellas quisieron. En un artículo del periódico El País de la época dejaban claro que la intención de la canción era clara: criticar a aquellos que llaman zorras a las mujeres por cómo visten o cómo se comportan. "Nos gusta ser como somos, y pensamos que a nadie debe escandalizar que digamos que nos masturbamos, porque eso es natural, eso lo hace todo el mundo. Es mucho más fuerte poner películas violentas u obligar a los niños a seguir determinado tipo de religión", contaban entonces.
Es mucho más fuerte poner películas violentas u obligar a los niños a seguir determinado tipo de religión
El efecto Streisand no tardó en llegar. Las Vulpes -cuyo caso judicial sería sobreseído años después y que regresarían fugazmente en 2005- era el grupo del que todos hablaban y 'Me gusta ser una zorra' la canción del momento, de hecho el single se vendió como la espuma y se intentó hacer una gira que ni siquiera se pudo terminar. Los sectores más reaccionarios amenazaron al grupo y convocaron manifestaciones que hizo que muchos vetaran al grupo y otras actuaciones se cancelaran, igual que pasaría con el grupo, que no duró un año de vida y no sobrevivió a la polémica.
Su único pecado fue cantar un himno feminista y libre en la televisión pública. Apropiarse de la palabra Zorra para que ellas le dieran un nuevo significado y no los machistas que las atacaban todos los días. Era demasiado pronto para una democracia que daba sus primeros pasos, habría que preguntarse si hoy podrían hacerlo o las ocurriría otra vez lo mismo. Al menos, 'Me gusta ser una zorra' es un clásico liberador y feminista, y eso ya nadie se lo puede quitar a Las Vulpes.