Natalia Lacunza de espaldas, con el cráneo rapado y un moño desordenado; con aros en los lóbulos y en la nariz, con el quejío roto y el lenguaje flamenco, con la chaqueta blanca vistiendo un pecho libre, acompañada de Guitarricadelafuente y cantando Nana triste: este era el golpe sobre la mesa que nunca antes había llegado de un concursante de las últimas ediciones de Operación Triunfo. Amaia rompió colaborando con Carolina Durante, Alfred siguió la estela de la canción de autor que ya había marcado en el programa, Mimi apostó por la danza y sorprendió con Lola Índigo, pero este juego de géneros y de palabras que hoy amasa Natalia -de la edición más reciente- es toda una declaración de intenciones, un derroche de personalidad y de estilo en la era de la musiquita comercial.
No soñaba con ser un hit estival, Lacunza, no quería convertirse en otro juguete roto, carne amarga de talent show. Lo ha trabajado, se ha rodeado bien -colaboran con ella desde Juancho Marqués a Anxo de Novedades Carminha-, le ha dado tiempo a su instinto y hoy lanza a volar su primer EP, Otras alas. “Te cuidaba como un niño que no sabe caminar, déjame que te proteja de lo que pueda pasar. Dame paz y dame guerra, dame aliento, cuídame, clavelitos en tu pelo, los tatuajes de tu piel, hoy supura y supura lo que ayer sabía a miel”, canta en un single delicadísimo, una de esas canciones pequeñas, poéticas y suficientes. “Álvaro (Guitarricadelafuente) es un espíritu libre, un ser muy talentoso que va a su bola y vive al margen de todo lo que le pueda intoxicar”, comenta sobre su dúo.
Sin embargo, éste suena diferente al resto de temas que encontramos en su primer trabajo. “Antes de entrar a OT dediqué un tiempo a analizar cómo funcionaban las cosas, qué era lo que se visibilizaba y lo que no, qué música funcionaba aquí y cuál lo hacía en otros países. Estamos en un momento en el que tiene que haber cambios dentro de la música española y yo quiero encuadrarme en ese movimiento”, cuenta a este periódico.
“Hay recursos sin aprovechar, cosas que se están haciendo en EEUU o en el resto de Europa: a nivel de producción, a nivel de enfocar los discos basándose en todas las artes, a nivel global. Creo que en España sigue triunfando lo mismo, un pop clásico que está muy bien y es bonito, pero ya empieza a asomar con fuerza la rama urbana. Aun así, hay otros espacios. Aquí no tenemos un Kanye West o una Billie Eilish”, señala. “Yo quiero hacer algo nuevo. Quiero formar parte de esto nuevo”.
Una niña a contracorriente
Cuenta Natalia que ella siempre fue “una niña extraña”. “Siempre iba al contrario del resto del mundo. No terminaba de encajar el todo. Recuerdo que todas mis amigas querían ser médicas o enfermeras y yo no me sentía identificada con casi nada. Era la única de mi curso que de pequeña jugaba al fútbol o la única que se tomaba la música en serio”, comenta. “Siempre fui buena estudiante, pero le daba más importancia a mi mundo que a estar en el colegio y en clase”. Le agradece a sus padres que siempre le hayan dado “la última palabra sobre lo que yo quería hacer”: “Si quería apuntarme en algo me daban libertad, si quería dejar algo me decían ‘bueno, estas pueden ser las consecuencias, haz lo que consideres’. Me han preparado mucho para tomar las riendas de mi vida y sin duda todo eso ha influido en la persona que soy ahora y en las decisiones que he tomado este último año”.
Ya en primero de la ESO comentaba a sus amigos que quería estudiar interpretación y teatro musical. Entonces tenía que escuchar lo de: “Pero a ver, ¿qué quieres estudiar de verdad? Cabra loca…”. Más adelante dejó la carrera de Comunicación Audiovisual, se puso a trabajar y a ahorrar para irse de Pamplona a Madrid. “Mis padres nunca se asustaron. Se lo esperaban… porque ya me conocen”, sonríe.
Ahora empieza una nueva etapa, con todo lo que eso conlleva. Ya avisamos que va a conquistar hasta a los haters de OT: “Entiendo los prejuicios hacia OT, cada persona tiene que seguir su criterio. Pero creo que más bien depende del motivo por el que se presente a un talent cada artista. Es una plataforma, una manera de llegar a otros sitios, y es igual de lícito optar por entrar que no optar. Lo que importa es lo que venga después”, expresa. “Entrar a OT no te define para nada. Yo no siento que lo que haya hecho dentro me haya definido como artista, creo que empieza a verse en el trabajo que he hecho y en mis metas. Pero sí, de alguna manera parece que estás estigmatizado y que somos muñecos a los que les ponen cosas que tienen que hacer, que somos caras bonitas… son prejuicios”.
Tarántula, Gata negra y Olivia
Aquí viene a dar guerra. En Tarántula, por ejemplo, canta: “Hablan de más, la ven pasar translúcida, si es de cristal, puede cortar (…) Que no te pique la curiosidad, que no te mate. Voy a quemar la ciudad contigo dentro”. Es un tema “con un punto de rebeldía”, dice ella misma”, donde hace “una crítica general y no tanto mía personal” a la gente que hace daño sin conocer. “A los que no son conscientes de que todos somos humanos”, alicata. “Es un ‘si tú me estás queriendo hacer daño voluntariamente sin conocer nada de mí ni de mi entorno… cuidado”. Luego se ríe. “En realidad soy cero mujer fatal, pero me gustaría serlo un poco más. En mi vida real, de buena soy tonta”.
En Gata negra sigue esa misma estela de ferocidad: “Todos preguntan por qué he elegido ser la gata negra, este corazón no quiere esperar minutos de tregua. Y he empezado a pensar que en realidad nunca me fallaron las fuerzas. Me gusta la velocidad (…) Podría jurar que tú también te alegras de verme. En este lado hay mucho por desordenar”. Esta canción “habla de una situación en la que tú sientes que estás perdiendo, pero en el fondo aún tienes la esperanza de ganar un poco, porque te da morbillo. Es una situación que parecía que iba a hacerte daño, pero al final… te divierte”, guiña.
Olivia, por su parte, es el nombre que iba a ponerle su padre pero que al final jamás le puso. Aquí ejerce de “cara B” de Natalia Lacunza. “Olivia es una chica que tiene una manera de ser y de actuar que muchas veces me gustaría tener a mí en ciertas situaciones, cuando me he sentido inferior o veía que sólo yo tiraba del carro o que soportaba cosas que no tenía que soportar. Es la otra cara de mi moneda”, confiesa.
Feminismo y bisexualidad
¿Qué análisis hace del machismo en la industria musical? “Creo que queda mucho trabajo por hacer y confío en nuestra generación para acabarlo. Hay muchas artistas mujeres que ya están ahí y son dueñas de su proyecto y su mensaje, pero me da la sensación de que no están tan visibilizadas como otros proyectos que pueda haber… ¿sabes? Estos intentos de feminismo, de reivindicar algo tirando de clichés que todos sabemos ya y que no marcan ninguna diferencia”, resopla. “Al final casi todos los directores de esos proyectos son hombres y se nota. Falta el paso de apoyar las propuestas de mujeres al cien por cien y darles las riendas de sus ideas”.
Lacunza, dice, es un ser “visceral” que actúa con lo que le late. “Hoy sé que antes de cualquier tipo de amor romántico que sintamos o de cualquier modalidad de amor que experimentemos hacia los demás, tenemos que darle importancia al amor propio. Si no no vamos a querer bien a nadie”. En la academia, a este respecto, mostró que era bisexual. ¿Cómo de importante es manifestar esta condición para concienciar a los jóvenes y hacer que muchos se sientan arropados e identificados? “La bisexualidad es una cosa más y es maravilloso que TVE refleje una realidad así. Para mí, como bisexual, es importante esta visibilización, porque los ‘bi’ no estamos del todo reconocidos. La gente piensa que la bisexualidad es un proceso de transición hacia la homosexualidad o es una confusión: no. Yo tengo claro lo que siento, lo que me atrae y lo que me deja de atraer. Me siento orgullosa de haber podido aportar algo”.