La música clásica siempre se ha asociado a la virtud, la elegancia. Algo que elevaba las almas. Había hasta un cierto elitismo cultural. La música clásica estaba por encima, levitando. A kilómetros de distancia del machismo del reguetón o del polémico trap. Pero detrás de sus formas perfectas, de sus composiciones de genio, había un mundo oculto que muchos intuían y nadie quería ver. Un mundo de egos, de abusos de poder. Un mundo en el que los genios se convertían en demonios en cuanto acababa la ovación y se escondían entre bambalinas.
El último en caer ha sido Plácido Domingo. El tenor español, el más grande de todos según la crítica, ha sido acusado por nueve mujeres de acoso sexual. Entre ellas la mezzosoprano Patricia Wulf, que ha salido del anonimato para reconocer y contar cómo fue el abuso de poder que ejercía el músico, que dicen que prometía trabajo a las mujeres que accedían a tener relaciones sexuales con él y a las que castigaba en lo laboral cuando no lo hacían.
La respuesta del cantante, en forma de comunicado, no niega los hechos, que califica de “preocupantes” y considera estas acusaciones “inexactas”. “Creía que todas mis interacciones y relaciones siempre eran bienvenidas y consensuadas”, ha expresado, a lo que ha añadido un preocupante “reconozco que las reglas y valores por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy distintos de cómo eran en el pasado”. Esa declaración, excusándose en que las reglas han cambiado, dejan patente que el acoso sexual y el abuso de poder han sido tónicas dominantes en industrias culturales por parte de hombres.
Harvey Weinstein abrió la caja de Pandora, y su salida a la palestra animó a muchas mujeres a decir otros nombres de famosos que escudándose en su posición realizaron conductas inapropiadas. Uno de los últimos campos en caer ha sido la música clásica, pero sólo hay que mirar a la hemeroteca para ver que en los últimos años las denuncias por acoso y abusos han sido un efecto dominó que ha acabado con directores de orquestas, cantantes y ahora con el considerado mejor tenor del mundo.
La música clásica ha quedado al descubierto, y se ha confirmado que también era el escondite de depredadores sexuales que ejercían su poder de forma injusta. Lo dejaba claro una encuesta del año pasado realizada por la Sociedad Incorporada de Músicos (ISM, en inglés) a más de 600 profesionales de la industria que trabajan en bandas, orquestas o en educación musical. El resultado fue desolador: el 60% confesó que había sufrido acoso sexual por parte de superiores, ya fueran directores de orquesta,profesoras o músicas, así como compañeros en bandas musicales. Un 6% fueron víctimas de asalto y violación. En el 82% de estos casos, las víctimas fueron mujeres. Y un 77% de ellas no se vieron capaces de denunciar.
El sector de la música tiene un nivel mucho más alto de trabajadores autónomos, lo que los hace vulnerables y con miedo a entrar en listas negras y perder oportunidades
Deborah Annetts, directora ejecutiva del ISM, dijo que los niveles eran "preocupantemente altos" y pidió un "código de conducta para todo el sector" que "desafiara esta cultura tóxica" y daba alguna de las claves de los terribles datos de acoso. “El sector de la música tiene un nivel mucho más alto de trabajadores autónomos, lo que los hace particularmente vulnerables. Muy a menudo no tienen acceso a los mecanismos de protección y apoyo que se encuentran en el empleo por cuenta ajena. Como consecuencia, tienen miedo de informar sus casos por temor a la victimización o a entrar en listas negras y perder oportunidades de trabajo. El sector necesita hacer frente a este miedo a denunciar".
El estudio llegaba detrás de una cadena de nombres de la primera línea de la música clásica (y de la lírica) que habían sido denunciados por acoso e incluso abusos sexuales. Uno de los más sonados fue el de James Levine, director de orquesta que fue despedido de la Ópera Metropolitana de Nueva York por "conducta sexualmente abusiva y acosadora" de jóvenes músicos. Aunque Levine se jubiló en 2016, era aún "director musical emérito" del Met y hasta diciembre seguía trabajando ocasionalmente como director de orquesta. Pero una investigación terminó recabando testimonios de más de 70 personas. El Met concluyó que había que "pruebas creíbles de que Levine tuvo una conducta sexualmente abusiva y acosadora hacia artistas vulnerables sobre los cuales él tenía autoridad, al comenzar sus carreras.
Quizás el caso más escandaloso fue el de Robert King, director de orquesta y fundador de The King's Consort, que en 2007 fue condenado a cuatro años de prisión por 14 abusos a menores cometidos durante 11 años. Otro director de orquesta, Charles Dutoit, fue acusado por diez mujeres de tres países distintos de delitos que incluyen la agresión sexual, el acoso e incluso la violación. Mientras que las acusaciones en Canadá han sido sobreseídas, en Francia el caso sigue abierto, algo que no impidió que volviera temporalmente (por una sustitución) a dirigir la Orquesta Nacional de Francia provocando un tsunami entre la sociedad y las mujeres que denunciaron.
La lista es larga y no sólo incluye a otros directores de orquesta como Daniele Gatti, fulminado por conducta inapropiada, o al concertino de la orquesta de Cleveland William Preucil. El contratenor David Daniels fue acusado y detenido junto a su pareja, Scott Walkers, por drogar y abusar de un cantante en 2010. Igual que el chileno Tito Beltrán, tenor que mucho antes del Me Too, en 2008, fue fue condenado por violar a una joven de 18 años en una de sus giras.
Son la cara B de la música clásica, el último sitio donde muchos mirarían, pero la confirmación de que el abuso de poder está en todas las estructuras de una sociedad que ha permitido conductas inapropiadas durante demasiado tiempo.
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