La Navidad aquí empieza en el puente de la Constitución... o de la Inmaculada, según seas o no católico. Y eso es algo que John Lennon no sabía cuando recibía cinco tiros a la puerta de casa, el 8 de diciembre de 1980 en Nueva York.
La Navidad empieza tarde aquí, en España, porque se alarga un poco más que en el resto de Europa, por la cosa de los Reyes. Yo he estado bajo el puente de Londres a mediados de noviembre y, de San Pablo a Oxford Circus, ya estaba todo lleno de luces.
Menudo frío mojado, dos vaqueros uno encima del otro, con mallas de ciclista hasta los tobillos debajo, calcetines de lana y botas de montaña; camiseta damart, doble camisa de leñador, jersey gordo y un plumas; gorro, bufanda, guantes... todo daba igual, no es el love lo que está in the air, es el Támesis el que se cuela por los huesos.
Este año que no ha sido -entre confinamientos, prisas por aprovechar la suelta en verano, y el aturdimiento del segundo tsunami del virus- llega la Navidad en las fechas de siempre, pero sin darnos tiempo a imaginarla.
Aunque algunos artistas se han lanzado estos días a hurgarnos el corazón: estrenos locos de algún musical que surca el alma, como Antoine; reconversiones de pago del me meto en tu pantalla de cuando el encierro en el salón, como el próximo streaming de Vega; o conciertazos río abajo, manos a la espalda, pecho en alto, y gafas de sol caladas ante el pronto atardecer del Londres de las luces: con Liam Gallagher al micro haciendo de mascarón de proa.
El pequeño de los siempre enfadados hermanos Oasis estrenaba en las vísperas del puente en el que mataron a Lennon su nueva versión del sueño imposible del beatle asesinado cuatro décadas atrás: la canción de un solo acorde. Nunca ha ocultado su empeño en emular al héroe, en su estética, en su gesto y en sus melodías. Hasta registró a su primer hijo con el nombre de su obsesión: Lennon Gallagher, nacido un 13 de septiembre de 1999.
All you're Dreaming of no es el primer remedo al característico golpe cadencioso de tres cuerdas con el que John anduvo siempre buscando el santo grial de la melodía. Ni de un Gallagher ni de otros. Al teclado o con cuartetos sinfónicos, improvisados en jam sessions drogadas o producto de un buen destilado de reflexión y dolor.
Lo hizo su viudo, Paul McCartney, en Here Today, cuando en 1982 fue capaz de sacar su duelo afuera, reconciliándose virtualmente como nunca pudo hacerlo en vida. Abrazando a su amigo en la contradicción existencial que los habitó en la década final de sus vidas en pareja.
Dicen las buenas lenguas que durante el 1974 en que John y Yoko se separaron hubo un affaire entre Lennon y McCartney: que se cruzaron río abajo, que se sonrieron y se pusieron al día. Que quedaron para tocar... aunque luego eso nunca fue.
También Freddie Mercury sondeó los meandros del secreto y creó con Life Is Real (Song for Lennon) su cosa más parecida a una canción estándar. Golpe de piano, golpe de caja a la batería y una voz en eco que es la que curvea para sortear obstáculos en fila.
Queen nunca había hecho eso. Es más, ni Freddie ni los demás habían jamás compuesto una pieza empezando por la letra. Y así lo explicó el propio Mercury tiempo después. Pero lo cierto es que los versos, sencillos, habían nacido ya con su ritmo dentro, sólo había que buscarles la octava en la que encajarlos.
En estos días del puente de la Constitución, o de la Inmaculada, en los que empiezan las fiestas, Liam Gallagher se ha dado el lujo de sacar su primera canción de Navidad. Una tradición muy inglesa, muy del pop que estandarizaron masivamente Beatles y Stones, y luego resintonizaron Oasis y Blur.
All you're Dreaming of es, por fin, su composición más cercana al sueño inalcanzable de Lennon; golpes continuos al piano, juegos sonoros en los ecos que recuerdan las maneras de ensoñar de George Martin... y hasta una bajada de octavas en cada visita al estribillo para más que pellizcar, acariciar los corazones. Que en Navidad todos buscan un acorde que los mezca.
Y justo hoy, en estas fiestas en las que la lágrima más se asoma por la ausencia del roce, en las que nos queremos de lejos y el amor es frío como el hueco que deja el abrazo que no está; es ahora cuando Liam Gallagher se monta en la ilusión y nos cuenta un cuento.
Bajándose el Támesis en una barcaza llena de bombillitas, plantado en una parka verde y un gesto de abeto pascual, apuntando su mentón chulesco al todo Londres iluminado en su grandiosidad -de Oxford a San Pablo-, admite Liam que la cancioncilla le ha salido como "un clásico instantáneo", que "es perfecta para esta época del año".
Y que "teniendo en cuenta el 2020 que todos hemos tenido", justo este año de la efeméride redonda como las gafitas de su héroe, "espero que esto les devuelva el amor y la esperanza que tanto necesitamos... porque Bing Crosby se habría sentido orgulloso".
¿Cómo? ¿Ha dicho Crosby? ¿Que no es de Lennon la tonada, dice?... Con el frío que hace si nos falta el amor, con la de ausencias sin abrazos del año del virus. ¿Que no ha encontrado el grial, se atreve a sugerir? Cuando va y lo consigue, cuando más se hace uno con John, ¿huye y reniega?...
Pero si sales a la calle y sólo ves miradas saltando mascarillas, todos barbilla arriba, tratando de superar a ojeadas el obstáculo de la distancia social. Y del viento frío que se cuela en ella. Que no es el sueño húmedo de Lennon, 40 años después... ¡vamos hombre, venga ya!