Hubo un tiempo en el que el panteón de la música clásica estaba copado por bustos, cabezas de hombres principalmente, que abarrotaban en moldes de yeso o escayola las escuelas de todo el mundo. El pelo enmarañado de Beethoven o la peluca perfectamente rizada de Mozart saludaron durante décadas a los jóvenes aprendices de violín, piano o flauta, al tiempo que les examinaban de arriba abajo con la alargada sombra de su éxito.
Entonces desapareció la batuta de Karajan, de Bernstein, de aquellos intérpretes y directores que aparecían en la portada del Time y suscitaban el interés y la adoración del público. Como si de un artefacto arcaico y desfasado se tratase, así murieron las vanguardias dodecafónicas, los mundos lunares de Schönberg o los agitados pájaros de fuego de Stravinski. El ansiado rito de la primavera se olvidó en favor de otras músicas y el público perdió el interés por lo sinfónico, clásico o vanguardista.
Sin embargo, en los últimos años han aparecido figuras dentro de la música clásica de nuestro país que han devuelto la vitalidad a sus escenarios y plateas. Tres jóvenes españoles se han alzado con importantes premios este año, obteniendo un reconocimiento que ya lleva a algunos críticos a hablar de una época dorada de la música clásica en España.
Al tiempo que Juan Pérez Floristán conseguía, a sus 28 años, el premio Arthur Rubinstein en Jerusalén, uno de los premios internacionales más importantes de piano; María Dueñas, una granadina de 18 años, ganaba el concurso Yehudi Menuhin de violín en Richmond, Estados Unidos; Julio García Vico, de 29 años, obtenía el primer premio del concurso Donatella Flick de dirección orquestal en Londres, con la orquesta sinfónica de la misma ciudad; y en el terreno lírico, el tenor vasco Xabier Anduaga, ganaba el International Opera World. Todos menores de 30 años, todos españoles y todos dotados de un inmenso talento.
Un pianista entre las bombas
A sus 28 años, el pianista Juan Pérez Floristán se ha convertido en el primer español en obtener el Premio Arthur Rubinstein. Una gesta que empezó un año antes con la cancelación del concurso a causa de la pandemia mundial. Floristán viajó esta primavera a Berlín, donde debía enfrentarse a un auditorio vacío por las medidas del coronavirus. Consiguió pasar a la semifinal y sacar billete para Israel y para participar en el tramo final del concurso.
A su llegada, tuvo que viajar con diez días de antelación, encerrado en una habitación de hotel con la única compañía de un piano con el que preparar la pieza que interpretaría ante el público israelí, el Piano Concerto No. 2 in C Minor, Op. 18 de Rachmaninoff. Una de las obras más importantes del compositor ruso, muy habitual en las rutinas de patinaje artístico por su bello uso de la tensión y la armonía.
Esa misma tensión que caldeaba Judea no impidió que Floristán se alzase con uno de los premios internacionales de piano más importantes del mundo. Un concurso que lleva el nombre del gran pianista Arthur Rubinstein y que se otorga desde 1974 en la ciudad de Tel Aviv.
Este galardón servía de antesala a una gira por Israel que fue abruptamente paralizada por la escalada de violencia en el país. Floristán tuvo que empezar una huida de Israel que le llevó a refugiarse en sótanos y búnkeres de la ciudad, mientras las sirenas antiaéreas inundaban el aire de las noches de Jerusalén.
Finalmente, un vuelo a Atenas y otro a Jerez le devolvían a su Sevilla natal tras una larga y agónica semana. Aunque Floristán admite que "jamás repetiría la experiencia", el premio ha supuesto un peldaño más en una carrera de ascenso meteórico iniciada hace años. A este reconocimiento se le suman el Primer Premio y Premio del Público en el Concurso Internacional de Piano de Santander; el Paloma O'Shea 2015; el Primer Premio del Concurso Steinway de Berlín en 2015 y la Medalla de la Ciudad de Sevilla.
Floristán es parte de la punta de lanza del talento español que ha conseguido poner a los intérpretes nacionales en boca de críticos y programadores de todo el mundo. Mientras se prepara para un ciclo de actuaciones en Navarra alrededor del Concierto en Fa de George Gershwin, admite que es un "afortunado por haber nacido después de Beethoven" pero que todavía es necesario hace hincapié en que la música "traspasa fronteras" y debe "tender puentes" entre distintas culturas.
"Cada vez que alguien me dice que la música es un lenguaje universal, pensando realmente es en la novena de Beethoven" comenta entre risas Floristán "no tiene en cuenta las músicas tradicionales africanas, por ejemplo, y ahí está el error".
El joven pianista no tiene reparos en criticar un mundo como el de la música clásica, hambrienta de mitos como el de Karajan o Bernstein que puedan ejercer papeles "monolíticos" ante la sociedad. "Ahora nos hacemos fotos con los ídolos, no los sacralizamos", afirma el sevillano.
El músico admite que la preocupación del debate en torno a la edad media de los asistentes a recitales de música clásica está viciada por la visión de lo "joven y sexy" en todas las disciplinas artísticas. Y que sin embargo, para él "ver cabezas canas" desde el piano al que se sienta cada noche desde los 12 años, cuando dio su primer concierto en su Sevilla natal, "no es ningún problema".
Sacrificios y Stradivarius
La vida del músico clásico está llena de sacrificios y largas sesiones de estudio que resultarían incompatibles con la vida de cualquier joven. Intentar contactar con María Dueñas estos días es imposible, un cordial correo electrónico en inglés informa de que la joven violinista tiene exámenes y obligaciones que no le permiten siquiera responder a entrevistas.
Tras ganar el premio Yehudi Menuhin en Richmond obtendrá una dádiva con la que muchos violinistas soñarían, un Stradivarius del que disfrutará en préstamo durante dos años. Un periodo que promete ser aún más intenso para la joven granadina de tan solo 18 años. Dueñas cursa sus estudios en Viena bajo la tutela del legendario violinista Boris Kuschnir, razón por la cual decidió mudarse a la ciudad austriaca.
La joven es capaz de interpretar con soltura piezas de Paganini, quien firmó algunas de las composiciones más difíciles jamás hechas para este instrumento. Con uno de sus conciertos obtuvo el primer premio del concurso Vladímir Spivakov, en Rusia, ante la atenta batuta del director de orquesta Mihail Gerts.
Susana Castro, redactora jefe de la revista Melómano, una de las más importantes dedicadas a la música clásica en nuestro país, admite que aquellos que tienen el placer de asistir a recitales de Juan Floristán o María Dueñas "desean repetir la experiencia". Algo fundamental a la hora de acercar este tipo de propuestas culturales a los más jóvenes.
"Tienen una forma muy distinta de comunicarse con su público, más cercana", admite Castro. María Dueñas cuenta con casi 20.000 seguidores en su cuenta de Instagram. Entre recortes de artículos y vídeos donde interpreta en grandes teatros o la intimidad de su cuarto, hay una puerta abierta al mundo de la música clásica y los grandes compositores a la que cualquier seguidor puede acceder.
Una de las instantáneas de principios de año muestra a Dueñas violín en mano y en actitud despreocupada con el director de orquesta Jaime Martin. Ambos bromean y se ríen. Una imagen nada habitual en el abigarrado mundo de la música clásica, donde los rostros graves y serios de tantos compositores han quedado para la posteridad como testigos bajo el ceño siempre fruncido de la historia.
Lo humano en la orquesta
Julio García Vico llegó con diez días de antelación a Londres. Igual que Floristán tuvo que pasar varios días aislado, a la sazón de tiempos pandémicos. La mayor preocupación de Julio era la del factor humano de la orquesta, encontrar el punto de referencia en común con los músicos, saber incluir un chiste a tiempo para rebajar la tensión de los ensayos con la London Symphony Orchestra.
Primero lo intentó con Haydn, Vico intentó realizar algunos cambios en una obra del compositor, un opus que se había interpretado de la misma forma durante más de tres siglos. El joven conductor comenta cómo los músicos "no llegaron a seguirle" como él realmente quería, acostumbrados a la rigidez de la interpretación tradicional.
A medida que aumentaba la tensión sobre las tablas, una broma a la orquesta permitió al español que la rigidez del momento se disipara. Más relajados, la siguiente composición que probaron fue del alemán Richard Wagner y ahí Vico pudo brillar en la que en sus propias palabras fue "la experiencia más grande su vida".
El gaditano empezó su andadura en la música en Chiclana para pasar más tarde al conservatorio de Cádiz, donde Icíar Elorza fue su maestra. Después le siguieron los viajes, el conocer orquestas por todo el mundo, ganar prestigiosos premios o impartir importantes seminarios sobre conducción orquestal. Con 29 años, Julio García Vico representa lo mejor del talento español en todo el mundo.
A pesar de su dilatada experiencia, afirma que lo más importante a la hora de dirigir es "el factor humano", el de conocer bien desde qué ángulo los músicos "pueden reírse o bajar la guardia". Vico ha sabido dirigir orquestas alemanas, inglesas o japonesas; haciendo uso de esa inteligencia y conocimiento, necesarios ambos para conectar con ellos, entenderles y hacerse comprender.
Afirma que han cambiado muchas cosas en la música clásica en los últimos cinco o diez años: "Aquellos que intentaban en el concurso imitar a Karajan no llegaron ni a la semifinal", comenta sobre su paso por el Donatella Fick. Julio admite que "las tradiciones y las imitaciones resultan desfasadas" en la música clásica actual. Añadiendo que "cuando un joven músico se intenta medir con los grandes compositores y directores siempre sale perdiendo".
Sobre el estado de la música clásica opina que son los propios intérpretes y programadores los que "se ponen trabas", utilizando lenguajes abigarrados y sin dotar de esa sensibilidad previa al público para que pueda realmente disfrutar de la obra: "Hacen falta personas que hagan accesible la música clásica".