Anne-Sophie Mutter, el regreso de la mejor violinista del mundo que enamoró a Karajan
La violinista alemana ha participado en la Quincena Musical de San Sebastián, reafirmándose como una de las mejores intérpretes de nuestro tiempo.
27 agosto, 2021 01:47Noticias relacionadas
Anne Sophie Mutter es una de las violinistas más reconocidas y laureadas del último siglo. Su carrera empezó casi al tiempo que fue capaz de sujetar un instrumento. Con solo seis años ganó su primera competición. En 1976, fue invitada por el legendario Herbert von Karajan para tocar con la Orquesta Filarmónica de Berlín y solo un año más tarde realizó su debut en el Festival de Salzburgo, ante la batuta de Daniel Barenboim.
Fue el propio Karajan quien le recomendó su primer violín centenario, un Emiliani de 1703. Años más tarde, en 1984, se hizo con un Stradivarius de 1710, un "instrumento con alma" como relataba a la prensa española durante una visita a principios de los años 90. Sin separarse jamás de él, dio algunos de sus mejores conciertos sobre sus 300 años de historia.
De su etapa de aprendizaje con el inmortal director se decía que ejerció un influjo por la mímesis en su vida. Si Karajan llegaba tarde, ella también lo hacía, si compraba un coche, Mutter le seguía. Habladurías o no, es tan solo una muestra del inmenso poder magnético que el genio del austriaco ejercía sobre otros.
Un magnetismo similar al que debió de sentir por el instrumento que se convirtió desde su infancia en la certeza de "no querer hacer otra cosa más que tocar", promoviendo este mismo sentimiento en otros a través de la Anne-Sophie Mutter Foundation, una organización en apoyo de jóvenes músicos.
A pesar de que ha visitado nuestro país en numerosas ocasiones, es la primera vez que lo hace en el marco de la Quincena Musical de San Sebastián. Desde 1939, este festival celebra la música clásica, atrayendo todo tipo de público. En su edición de este año han participado desde los pianistas Mitsuko Uchida y Grigory Sokolov hasta la Budapest Festival Orchestra. Un cartel de lujo que ha colgado en el mes de agosto el 'todo vendido' en la mayoría de jornadas.
Un concierto a la esperanza
Para este jueves, a orillas de la playa de Zurriola, la violinista ha preparado un recital junto al pianista Lambert Orkis de tres sonatas para piano y violín, a modo de ungüento contra los estragos de la pandemia. En sus propias palabras, las obras escogidas para su concierto en el Auditorio Kursaal, pretenden servir para transmitir un sentimiento de "esperanza" tras la pandemia. Las tres sonatas escogidas por Mutter componen un camino “desde la oscuridad a la luz”, recorriendo las obras para piano y violín de tres compositores tan distintos como Wolfgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven y César Franck.
Del primero interpretará la Sonata para violín en mí menor K304, una de las piezas más oscuras y melancólicas del compositor austriaco, compuesta justo después de la muerte de su madre, el 3 de julio de 1778. En una carta a su padre, informándole de la muerte de la matriarca, el músico se perdía en las palabras referentes a su música para paliar el dolor por la pérdida.
La del genio de Bonn pretende cumplir con el 250 aniversario del compositor, truncado por la pandemia. Mutter interpretará la Sonata para violín nº5, una obra que recibió el apodo de "Primavera" años más tarde de su estreno. Por su carácter alegre y audaz recuerda en su apertura al florecimiento tras el invierno.
Sin embargo, a los dos titanes de la música clásica se les une un compositor relativamente desconocido para el público general, pero igualmente fascinante: la Sonata para piano y violín de César Franck. Un compositor que tuvo una vida fascinante, con la esperanza siempre impresa en ella.
César Franck y el sentimiento
César Franck nació en 1822 en Bélgica. Su temprano interés por la música marcó su infancia, al mismo tiempo que paso por el conservatorio y su tremendo talento prometían una gran carrera como pianista. Sin embargo, fueron los sinsabores de la vida adulta los que acabarían por dar forma y personalidad a su música.
En la década de 1840, París era un hervidero de revoluciones, un coletazo más del paso de Napoleón por la política europea. Un César Franck de 24 años participaría de su particular rebelión, huyendo del control de su padre y contrayendo matrimonio con una de sus alumnas de piano. Así en 1848, la joven pareja tuvo que atravesar las barricadas de la incipiente revuelta contra Felipe I para poder llegar hasta la iglesia donde se dio la unión.
Las dos décadas siguientes estarían marcadas por el hambre y los oficios precarios como pianista acompañante. De los cuatro hijos que alumbró el matrimonio, solo dos sobrevivieron. Sin embargo, su suerte cambiaría cuando entró en la iglesia de Santa Clotilde como organista. La fama y el reconocimiento tan ansiados llegaron por fin.
Los azotes de la vida, las etapas de oscuridad y amargura encontraron su redención final en un periodo que dio luz a algunas de las mejores obras del compositor. En 1886 firmaría su sonata para piano y violín. Una obra que se muestra como una celebración de la vida, armoniosa, en la que ambos instrumentos no compiten por el protagonismo, sino que se apoyan creando un precioso tapiz.
La sonata en un principio fue concebida como un regalo de boda para el virtuoso del violín, Eugène Ysaÿe. Franck, que moriría pocos años más tarde de componerla, le hizo entrega de la partitura a través de un amigo. Tras un corto ensayo la interpretaron en la boda, con la hermana del músico como acompañante al piano.
En el estreno oficial de la obra, en Musée Moderne de Peinture de Bruselas, la noche cayó antes de que se pudiese empezar a interpetar el primer movimiento. En mitad de la oscuridad, Ysaÿe tuvo que tocar la pieza de memoria, adelantándose y creando un allegro que no estaba recogido en la transcripción original. Su creador quedó tan complacido con la interpretación que aceptó el cambio que el virtuoso había añadido a su obra sin rechistar.