Existe un debate abierto entre los fans de The Beatles con respecto a la verdadera canción de despedida de la banda. Las grabaciones de Abbey Road y Let it be resultaron casi una continuación la una de la otra, reinterpretando ideas, riffs y canciones. La primera opción dejaría a The End como la última aportación de la discografía de la banda, su despedida: "Y al final, el amor que te llevas es equivalente al amor que das".
Lennon y McCartney comparten créditos y a cada miembro se le regala un compás para rellenar con secciones instrumentales —incluso a Ringo, el único solo de batería de toda la discografía del grupo—. La conclusión sobre la retribución kármica de Lennon cae con la gravedad de un dalai lama. La canción se terminó de grabar el 18 de agosto de 1969, la última que contaría con la participación de todos sus miembros.
Sin embargo, la que habría de cerrar su último disco, Let it be, abre una vía de especulación distinta. Get Back es un blues acelerado, adherezado por las teclas de Bill Preston y empaquetado en el juego de voces Lennon-McCartney, prometiendo un regreso que nunca habría de llegar, añadiendo el irónico "espero que hayamos pasado la audición" como broche final. La canción encapsula perféctamente el espíritu que las grabaciones del último álbum que los cuatro de Liverpool intentaron recrear: una vuelta a las raíces, un regreso a lo que les empujó a malvivir juntos en Hamburgo.
El 25 de noviembre de 2021 podremos disfrutar de Get Back, el documental de tres episodios que Peter Jackson ha preparado paras Disney+, con material de arhivo nunca antes visto de las sesiones que dieron lugar al último álbum de la banda. Un trabajo que ha contado con lo último en tecnología de restauración de audio y vídeo, haciéndonos partícipes directos de los últimos días del grupo.
Las canciones perdidas
Con motivo del estreno de Get Back, también se ha querido honrar a sus maratónicas sesiones de grabación con la edición Super Deluxe de Let it be que se completa con canciones inéditas, ensayos y tomas olvidadas. El grupo había dejado de tocar en directo el 25 de agosto de 1966 en San Francisco. Hartos de los gritos y la respuesta excesiva a un movimiento cultural que bien puede haber sido el más importante de la segunda mitad del siglo XX —al menos en lo que a música se refiere—.
Let it be rezuma con la influencia de Chuck Berry, Muddy Waters o Bob Dylan. Un año antes John, George y Ringo habían visto el regreso del cantautor con The Band en el Festival de la Isla de Wight. Un Dylan completamente distinto desde su accidente de moto había subido al escenario para interpretar con otra imagen y otra voz sus canciones. Del interés por el surrealismo y la vanguardia había virado hacia la canción tradicional, sus hijos o la ebanistería. El de Duluth ya no vestía con trajes de cortes estrechos y sobrios, ahora lo hacía con pana y vaqueros, más cerca de Nashville que de Carnaby Street.
Cuando los cuatro músicos se dieron cita para los que serían sus dos últimos trabajos, la idea de la retirada ya se había implantado en sus mentes. Sabían que la relación entre ellos se había visto envenenada por los éxitos, los rencores y las envidias. Harrison intentaría sin éxito exigir a Paul una mayor espontaneidad, tocando una y otra vez primeros compases de All things must pass, la canción que habría de dar nombre a su primer disco en solitario, desechada por el resto de miembros.
Entre las versiones de otras bandas y las viejas canciones de su repertorio, sacan la cabeza la demo de Octopus's garden de Ringo Starr, todavía inconcluso y de una inocencia digna de una canción de cuna; The long and winding road antes de los over-dubs del 'muro de sonido' de Phil Spector que provocaron el distanciamiento de McCartney con el productor de la banda. Una versión desnuda y más cercana a la sensibilidad con la que el músico dotaría a sus canciones en solitario.
Las ideas se dibujan brevemente a veces en forma de acordes mucho más simples, antes de que apareciesen las grandes orquestas y arreglos. Harrison bromea en una con Lennon sobre la letra de Something durante los ensayos inéditos de la canción, incapaz todavía de completar su primera línea:"Algo en el modo en que se mueve me atrae como una... ¿Coliflor?", bromean ambos mientras mastican la progresión de acordes una y otra vez.
One after 909, escrita por Lennon casi una década antes, en Hamburgo, —cuando McCartney y él empezaron a incorporar sus propias canciones al repertorio— suena con un Ringo Starr que bien podría estar anticipando desde su batería el punk con el que moriría la década siguiente en la tercera toma. El genial Billy Preston improvisa una versión de Without a song, una canción tradicional americana, dando buena cuenta de la repercusión que el pianista tuvo durante estas sesiones —el único músico ajeno a la banda que llegó a grabar y estar acreditado en un álbum de los Beatles—.
A lo largo de las distintas tomas y demos, la banda intenta dar forma a un proyecto que todavía hoy resulta difuso. Las personalidades de cada uno de sus miembros intentan acoplarse a un proyecto en común que resultaba cada vez más complicado sostener. Es durante estas canciones desechadas donde acertamos a entrever el esqueleto de un álbum tortuoso.
Otra visión
Los primeros días de 1969 transcurrieron en los estudios Twickenham, una enorme nave industrial, bajo el escrutinio constante de las cámaras de grabación. Los negativos de aquellas sesiones recogieron a unos Beatles cansados, enfadados entre ellos. El documental original de 1970, dirigido por Michael Lindsay-Hogg, sería un reflejo de esos primeros días, un réquiem a la muerte de la banda.
La sombra de Let it be sigue resultando alargada y confusa. Las votaciones de sus miembros dejaron fuera las mezclas de Glyn Johns, pasándole el trabajo a Phil Spector, a pesar de las protestas de Paul. Esta nueva edición Super Deluxe incluye las mezclas originales, así como otras alternativas, reincidiendo en la complejidad del legado de un disco grabado y compuesto en tres semanas y del que todavía no tenemos un relato concreto o una herencia determinada.
En una entrevista reciente con Rick Rubin, Ringo Starr admitía sentirse satisfecho con el montaje que ahora presenta Peter Jackson, señalando la alegría que el primer trabajo no fue capaz de encapsular. Una sensación quizás amplificada por la gravedad de la noticia de su separación que conmocionó a medio mundo. Ahora intentan hacer justicia con otro metraje, una cara más humana y amable de un periodo terrible para sus miembros.
Los cuatro Beatles sabían que habría una última actuación en público, un último adiós que se especulaba desde las Pirámides de Egipto, anfiteatros en Siria o espectaculares montajes en Pompeya. Pero terminó siendo la azotea de Apple Records, con la misma austeridad con la que decidieron regresar al estudio una última vez, centrándose en las canciones y nada más.
Al principio reticentes, Lennon tuvo la última palabra y los cuatro subieron las escaleras de emergencia que les separaba de la última actuación que darían juntos. La primera toma de Don't let me down en la azotea suena con convencimiento y honestidad; midiendo el peso de cada palabra, cada acorde y cada golpe de batería, como conscientes de una cuenta atrás hacia la desintegración del mayor grupo que jamás ha existido.