“Pasear por Roma en pleno claro de luna es una cosa tan bella que quien no lo ha visto no puede hacerse una idea. Todos los objetos quedan envueltos en un juego de luces y sombras que sólo una gran masa se hace visible. Son ya tres noches que disfrutamos de este espectáculo espléndido y luminoso, que frente al Coliseo supera cualquier ilusión”. Es lo que dejó escrito Goethe durante su evocador viaje a Roma. Lo repitió Stendhal poco después, al asegurar que todo viajero que llegue a la Ciudad Eterna debería tener una cita obligada con el Coliseo y la luna llena.
Esta obsesión de los literatos del Romanticismo y otras etapas quizás olvidadas son las que intenta recuperar la exposición Coliseo, un icono, que se muestra en el imponente Anfiteatro Flavio hasta el 7 de enero. “El mito del Coliseo y el claro de luna de los intelectuales del siglo XVIII comenzó a seducir a escultores o arquitectos que, fascinados por el monumento, vinieron a inspirarse y a reproducir lo que veían”, señala la profesora Serena Romano, una de las comisarias de la muestra.
Intentando recuperar esa magia, varios óleos llaman la atención del visitante, como los lienzos del holandés Gaspar van Wittel o del inglés David Roberts. También de finales del XVII y principios del XVIII son los primeros modelos del anfiteatro realizados en madera, que se exponen al inicio de la muestra.
Digamos que el Coliseo vivió entonces su particular Renacimiento. Pero siglos antes, había quedado como un gigante abandonado, en medio de la campaña en que se convirtió Roma durante la Edad Media. Construido entre el 69 y el 79 d.C., para gloria de emperador Vespasiano, fragor del pueblo romano y sufrimiento del gladiador, vivió su último espectáculo en el 523 d.C.
Espacio multiusos
“Una vez abandonado de sus funciones en el siglo VI, se convierte en un lugar ocupado. Comienza una sustracción descontrolada de materiales y familias como la Frangipane se construyen fortalezas en el interior”, apunta la arqueóloga y también comisaria Rosella Rea. Es la época más desconocida, de la que se exponen algunos restos de cerámica encontrados siglos más tarde.
Rea recuerda que en el siglo XVI hubo un hospital entre los graderíos del edificio. Y también en esa época acogió iglesias en su interior. Algunas, como la proyectada por el arquitecto italiano Carlo Fontana, ideada para presidir el centro de la arena, no se llegaron a construir. Años más tarde, los papas consagraron el edificio civil como un lugar santo. En el 1750, el pontífice Benedicto XIV ordenó la construcción de las 14 estaciones del Vía Crucis, un ritual que todavía hoy se celebra en Semana Santa, con una espectacular procesión nocturna alumbrada con antorchas.
El objetivo de la muestra es “ilustrar las distintas funciones, el contacto con la ciudad y la fuerza que ha transmitido el monumento a lo largo de los siglos”, afirma el superintendente para el Coliseo, Francesco Prosperetti. Acostumbrados a albergar muestras sobre otros asuntos o a recibir la visita de unos 6 millones de turistas anuales, con el mero objetivo de conocer por dentro el gran legado de la Antigua Roma, es la primera vez –según Prosperetti- que el Coliseo mira hacia sí mismo para repasar su propia historia.
El orgullo de la dictadura
Un legado que alcanza su última gran etapa durante el fascismo. En 1924, Benito Mussolini ordenó derribar toda una hilera de viviendas para conectar con una gran avenida, la de los Foros Imperiales, su palacio de Plaza Venecia con el Coliseo. Los restos del Imperio romano fueron el orgullo de la dictadura. Pero a Mussolini no le bastó con eso, sino que quiso construir su propio Coliseo.
Lo llamó el Palazzo della Civiltà Italiana y existe. Está en el barrio conocido como el EUR, acrónimo de Exposición Universal de Roma, en referencia a una Expo planeada para 1941, que nunca se llegó a celebrar debido a la Segunda Guerra Mundial. Al edificio, todo el mundo lo conoce como el Coliseo Cuadrado, y también tiene espacio en esta muestra, gracias a un par de fotografías icónicas. En una, un hombre sostiene el peso de la historia y en otra, el fuego actúa de elemento purificador.
Pasada la época de las ideologías, llegó la cultura de masas y con ella el cine. El Coliseo también fue objeto fetiche en películas como Quo Vadis, Vacaciones en Roma o Gladiator, que se proyectan de forma paralela a la muestra en la Casa del Cinema de Roma.
Aunque, ahora, los analistas del monumento vienen en autobuses y vuelos low-cost. “Los elementos mágicos y demoníacos que se convirtieron en elemento de contemplación para los viajeros ingleses, franceses y alemanes dejan paso al turismo y la confusión del tráfico”, asegura la profesora Serena Romano. La interacción entre lo inalterable y lo pasajero también es parte de la obra.
Decía Lord Byron que “mientras el Coliseo siga en pie, Roma seguirá en pie. Cuando el Coliseo se venga abajo, Roma se vendrá abajo”. Y cuando esto suceda, profetizó el poeta inglés, “se desplomará nuestro mundo”.