En la calle Peironcely, en el barrio madrileño de Entrevías, hay una casa humilde que ha sobrevivido a la Guerra Civil. Allí fue donde el fotógrafo Robert Capa ensayó, a finales de noviembre de 1936, sus primeros pasos como reportero capaz de cambiar la opinión pública. Sobre esa fachada de ladrillo destruida por el fuego enemigo fotografió a un grupo de niños que juegan y sonríen entre los escombros. “Esta foto es un montaje”, explica José Latova, arqueólogo y fotógrafo, investigador que defiende la fotografía como herramienta arqueológica. De ahí la exposición que el Museo Arqueológico Nacional dedica estos días a su trabajo sobre el uso de las imágenes como material para interpretar los yacimientos.
Esa casa se ha convertido en un símbolo a proteger de la clase trabajadora y la Fundación Anastasio de Gracia-FITEL ha puesto en marcha un plan de salvación del edificio. Ha mandado la propuesta a Paloma Sobrini, Directora General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, para que declare la casa Bien de Interés Patrimonial y así protegerla de la batalla más peligrosa: la especulación inmobiliaria.
La foto de Capa es la base documental esencial que legitima la operación, a pesar de que el fundador de la agencia MAGNUM -que estos días celebra 70 años de vida- construyera el hecho a su antojo. Entrevías era zona militar a finales de 1936. Puro frente. “Allí no vivía ningún civil, fueron todos desalojados”. “Para entrar en la zona había que solicitar un permiso militar. Robert Capa llevó a los niños hasta esa casa. Construyó la imagen. Y gracias a ella hubo asociaciones, como el Socorro rojo, que empezaron a asistir al pueblo de Madrid con comida”.
No es la primera vez que se cuestiona la credibilidad de las imágenes del fotógrafo de guerra más famoso de todos. La muerte del miliciano, tomada el 5 de septiembre de 1936, sigue rodando colina abajo. Cada vez más desgastada, cada vez más legitimada por haber creado el símbolo perfecto de la guerra. Cuando las dudas de la foto del frente no se han despejado, aparece la sospecha también en la retaguardia. El húngaro Endre Friedmann, muerto como Robert Capa, en Vietnam, en mayo de 1954.
Niños y figurantes
Latova ya había estudiado la casa de Entrevías y la foto de Capa, en el libro Paisajes de la Guerra y la Postguerra. Espacios amenazados, pero no se había pronunciado sobre el montaje del fotoperiodista. En las próximas semanas publicará un largo artículo sobre el montaje que Capa supuestamente ejecutó en esta foto. Además, asegura haber encontrado a los mismos niños en otras fotos de la “maleta mejicana”, en tomas de Chym y Gerda. “Con estos niños Capa se mueve por otros escenarios de Madrid”, asegura. Actores para que una foto no estropee la realidad. Figurantes de la guerra.
Esta versión contradice y cuestiona las palabras del hermano de Robert, Cornell: “Bob se fijó en los civiles durante la Guerra Civil porque fueron objeto de bombardeos aéreos a una escala sin precedentes. Y así Bob giró su objetivo hacia los ancianos, las mujeres y los niños que habían sido obligados a abandonar sus hogares o que habían resultado heridos. De estos, se centró especialmente en los niños, cuya absoluta inocencia convirtió en más trágico e indignante su victimación”.
El biógrafo de Capa, Richard Whelan, cuenta que algunas de sus mejores fotografías fueron tomadas en la retaguardia. Al parecer, Capa comentó, en referencia a estas imágenes como la de Entrevías, que “la guerra se había convertido en rutina: lo anormal, como siempre, se había hecho normal”.
“Entre las mejores fotos de Capa de los primeros meses del asedio a Madrid se encuentran las del pueblo intentando sobrevivir entre las ruinas de Vallecas, barrio de clase obrera, que se vio afectado con especial fuerza. Los habitantes de Vallecas, rodeados de muerte y sufrimiento, aguantaban estoicamente”, escribió Catherine Coleman en Robert Capa en España. Fotografías de la Guerra Civil en la Colección del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2003).
Memoria, foto y arqueología
Es una visión muy distinta a la de Latova. “Siempre he rechazado este tipo de falsos héroes que han sido elevados a los altares: Capa era un mal fotógrafo. No es un buen fotógrafo, es un aprovechado y, además, es una mala persona”, dice Latova. “En la Guerra Civil se experimentó por primera vez con la prensa y la propaganda y fue entonces cuando Magnum aprendió su negocio. Ahora es un monopolio que controla y distorsiona la realidad en función de sus intereses económicos”, añade. Asegura que la conciencia del fotógrafo no tiene hueco en esta empresa, que sólo priman sus propios intereses.
“La fotografía de Robert Capa no es importante para esta casa. Lo importante es la casa para los madrileños, porque es un símbolo de lo más humilde de aquellos días. Y no ha cambiado de uso. Es un símbolo del sufrimiento de los barrios humildes. Ese es el valor de este pequeño monumento”, señala el arqueólogo. Lo importante, cuenta, es que al descubrir una tumba egipcia, abandonada durante 4.000 años, y logra saber la identidad del enterrado, “le devolvemos la vida eterna”. “En este caso ocurre lo mismo, hemos rescatado la casa para convertirla en símbolo”.
La casa de la fotografía se encontraba en una zona muy importante, defendida por la Brigada de Líster, es la primera ocupación de las Brigadas Internacionales. Entrevías era un barrio obrero, que vio interrumpida su organización urbanística por el Golpe de Estado de Franco. Latova recuerda que al tiempo que el general Varela ejecuta la ofensiva sobre Madrid, la Legión Condor realiza un ataque muy duro sobre el frente en Entrevías.
El objetivo era tratar de confundir a las tropas republicanas, bien situadas en el frente de la Ciudad Universitaria, para dejar a Varela vía libre por el Puente de los Franceses. Sin embargo, los republicanos descubrieron la estrategia 48 horas antes el plan de ataque franquista. El ejército republicano logró detener el ataque de la punta de lanza.
El especialista entró a formar parte de la memoria bélica el día que adquirió, en 1985, una caja repleta de miles de negativos en blanco y negro, sobre el comienzo de la guerra en Madrid. El conjunto recoge los reportajes realizados casi con seguridad por dos fotógrafos, cuyos nombres aún desconocemos, a pesar de que uno de ellos aparece retratado en varias ocasiones.
“Relatan las circunstancias y trabajos para sostener el esfuerzo de guerra, la destrucción y la miseria o los rostros y los grupos en los que se reunían confraternizando los defensores de la ciudad de Madrid”. Son sus fotógrafos de la retaguardia. Así los llama él, porque se interesaron por hacer crónica de lo que no interesaba, de las pequeñas historias que han dejado huellas y cicatrices a lo largo de la ciudad, no en los libros de Historia.
“Tradicionalmente se le ha dado muy poco valor a la fotografía de la retaguardia, que es donde está la memoria de la gente que no está luchando. La memoria cotidiana en un conflicto. Ese es su mayor interés hoy, que no es el mundo de la épica del soldado”, explica. Para Latova la fotografía ha pasado a ser considerada documento histórico. Ya no es sólo una ilustración del relato histórico. La fotografía en algunos casos es herramienta arqueológica y en otros, arqueología: “Todas las fotografías tienen memoria”.