En uno de esos pequeños cuartos cerrados al público, a pie de andén, donde los trabajadores del metro se cambian y se preparan para su jornada laboral, hay un muro tapiado que comunica con un mundo cegado hace casi un siglo, cuando se reformó la estación de Metro de Gran Vía, en Madrid, que ahora volverá a ser remozada. Ese acceso llevaría a un lugar que, según la Comunidad de Madrid, no tiene ningún valor arquitectónico, ni merece la pena ser conservado. La Dirección General de Patrimonio, con Paloma Sobrini al frente, ha dado permiso para que Metro arrase con todo. Las obras ya están adjudicadas, en el Año Europeo del Patrimonio y a la vuelta de la celebración del centenario de la creación del tren subterráneo.
Las obras planificadas supondrían la destrucción completa del antiguo acceso de la estación y sus vestíbulos subterráneos de 1919 y 1934, que no forman parte del recorrido actual. Desde el departamento dirigido por Sobrini no han atendido a las peticiones de asociaciones como Madrid, Ciudadanía y Patrimonio para proteger este ámbito, del que apenas se sabe nada. Sin embargo, la asociación ha tenido acceso a una parte de ese mundo cegado y ha fotografiado el estado ruinoso en el que se mantiene uno de los dos vestíbulos históricos. Entre escombros y sacos de obra asoma la decoración original de la plataforma, con sus míticos azulejos blancos. Es sólo la punta de lo que esconden las paredes, de lo que no se quiere mostrar para arrasar con todo.
La próxima reforma de la estación de Gran Vía tiene por objetivo mejorar la accesibilidad con ascensores nuevos para adaptar la estación a las necesidades de todos los ciudadanos. ¿Esto impide mantener y conservar los antiguos ascensores cegados del arquitecto Antonio Palacios? “No”, aseguran desde Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. “Estas estructuras del pasado no impiden que se desarrollen las nuevas. Además, la Ley ampara las estaciones de ferrocarril subterráneas anteriores a 1936. Prohíbe destruir lo que queda, pero todo apunta a que lo van a hacer de nuevo”, aseguran las fuentes que han investigado el caso y que han encontrado los planos originales de este acceso antiguo, en el Archivo General de la Administración.
"Todo está ahí abajo"
Este periódico ha tenido acceso al Informe de valoración de los posibles restos de la antigua estación, realizado por la Dirección General de Patrimonio, y la conclusión es que “a lo largo de estos años pasados, a consecuencia de las reformas realizadas en la estación de Gran Vía, se han perdido, y por tanto no se han preservado sus elementos originales, cuyo valor cultural los haría merecedores de protección y conservación”.
Sin embargo, una nueva foto encontrada por Madrid, Ciudadanía y Patrimonio desmiente este argumento. En la imagen se aprecia el templete de entrada con una indicación que aclara que la entrada la parada está cerrado. Pero no destruido. Ya existía el nuevo acceso y se mantenía el templete. Es decir, se conservó todo el conjunto en la reforma de los años treinta y no se destruyó nada. Todo está ahí abajo, encapsulado y a la espera de ser recuperado, restaurado y mostrado como parte de los antiguos vestigios de una ciudad que crece, pero que también puede conservar su pasado.
Al menos eso es lo que reclama el documento firmado por todos los ministros de Cultura de la Unión Europea -menos Íñigo Méndez de Vigo, que no acudió por problemas de agenda-, en Davos hace menos de un mes. La cita reunió a todos los responsables de la gestión del patrimonio para acordar cómo encajarlo en los planes del futuro de las ciudades. Y esa declaración decisiva subraya “la necesidad urgente de desarrollar enfoques para proteger y promover los valores culturales del entorno construido en Europa”, así como la necesidad de preservar el patrimonio ante el desarrollo urbanístico.
La declaración firmada expresa la necesidad de “aplicar un diseño consciente” que “priorice los valores culturales sobre el beneficio económico a corto plazo”. “En tiempos de rápidos cambios globales, la importancia de la cultura debe volver a ser el centro de atención en el desarrollo y la evaluación de nuestro entorno construido. Ya es hora de que se cree una política europea de Baukultur de alta calidad”, se puede leer en la Declaración.
Fulminación del diseño original
Esto choca frontalmente con la obra que tiene proyectada Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, y el departamento que se dedica a conservar el patrimonio. Desde Madrid, Ciudadanía y Patrimonio lamentan que la celebración del primer centenario de la creación del Metro de Madrid coincida con la fulminación del diseño original, trazado por Palacios, el mismo arquitecto que firmó las Cocheras de Cuatro Caminos, otro foco problemático en la política de defensa del Patrimonio de Cifuentes.
Los estudios de valoración los firma, en agosto y diciembre de 2017, el Subdirector de Infraestructuras de Transporte Colectivo, que asegura que una de las ampliaciones de la estación de Gran Vía se hizo demoliendo el pozo de los ascensores y sus escaleras, así como las galerías anejas. Sin embargo, desde Madrid, Ciudadanía y Patrimonio no lo creen. “Es imposible, porque el pozo del ascensor es un cilindro de compresión que soporta todo el terreno. Si lo quitaron deberían haberlo rellenado con terreno, porque hacerlo desaparecer provocaría problemas de cimentación en los edificios colindantes. Esas estructuras no se demuelen por lógica”, cuentan a este periódico.
En los planos, la asociación observa que la línea actual se aleja del ascensor antiguo, lo rodean. De ahí que piensen que ha podido ser dañado, pero no destruido por completo. Puede que se hayan perdido cuatro metros de la parte superior, pero es un cilindro que mide 15 metros de profundidad. “Todo es susceptible de ser recuperado. No se están planteando una reconstrucción canónica de ese elemento”. De hecho, la piedra del templete de Gran Vía se conserva en Porriño (Galicia).
“Se ha desdibujado hasta casi la extinción, banalizando sus elementos históricos, barriendo decoraciones”, aseguran desde el grupo ciudadano. La estación de Gran Vía pasaría a la lista de alarma patrimonial, puesto que fue una de las ocho paradas que se inauguraron en octubre de 1919, con un ascensor icónico. Pero en el informe de la Comunidad de Madrid esto no se reconoce y se acabara que no se han “conservado elementos dignos de protección”. Estas fotografías desveladas ahora demuestran que no todo está perdido, a pesar de que el informe asegure que el relleno de los escombros “imposibilita totalmente la recuperación del escaso resto de muro original que permanece”.