En 1956, a las afueras de Madrid, surge un barrio muy especial. Se trata del Poblado Dirigido de Fuencarral, que pronto empieza a recibir a toda la gente que salía de sus pueblos y ciudades buscando un futuro mejor en el Madrid de la dictadura. La guerra todavía dejaba sus cicatrices en las ciudades, y aquel barrio fue un oasis en aquella sociedad gris gracias a la labor de arquitectos jóvenes como José Luis Romany Aranda.
La Fundación de Documentación y Conservación de la arquitectura y el urbanismo del movimiento urbano lo definen como “un proyecto sin concesiones que maneja elementos mínimos para obtener resultados de gran pulcritud en su traducción constructiva, y de una plasticidad que entronca con referencias artísticas ajenas a la propia arquitectura, y donde se asumen los puntos de partida y se apuran los resultados urbanísticos tanto como en los detalles constructivos”. Destacan su uso de “la estructura metálica y la carpintería; el vidrio transparente, el vidrio armado y el ladrillo blanco en los espacios intersticiales; los ritmos de fachada; los detalles donde conversan las chimeneas; y los remates o la potencia de los testeros”.
Un proyecto cuya esencia ha permanecido y en el que destacaban como centro neurálgico los tres mercados del poblado, que en su momento se llenaron de tiendas, y que ahora han caído en el abandono. Mientras que el barrio está protegido por su interés urbanístico y arquitéctonico, los mercados quedaron fuera de la protección, y con la crisis y el cierre de la fábrica de Clesa que daba vida al barrio, los negocios fueron cerrando. Actualmente quedas sólo uno con vida comercial, mientras que los otros dos han acabado en manos de los especuladores urbanísticos, lo que ha provocado la ira de los vecinos, que se han asociado para parar las prácticas que están metiendo la burbuja del alquiler en su barrio.
Los vecinos tienen claro quién es el culpable de esto. Sólo hay que preguntar a un par de ellos para escuchar el nombre del Sr. Chicharro, dueño de Chicharros Soluciones Inmobiliarias, y la persona que ha comprado todos los locales para venderlos como infraviviendas, algo ilegal. Ya hay gente viviendo en locales destinados a actividades comerciales y que tienen entre 20 y 24 metros. Zulos ilegales que han provocado la unión de los vecinos y la actuación del ayuntamiento para paralizar las obras y devolver el mercado al barrio. De momento, el primer asalto lo han conseguido y se han paralizado las obras.
Ana Etchenique es la presidenta de la Asociación vecinal que se ha unido contra el especulador que amenaza su barrio. Cuenta a este periódico como los mercados se fueron quedan “tristes y vacíos”, y hace unos años vivieron con asombro cómo empezaron a poner vallas en un primer mercado. “Lo que hicieron no se puede llamar construir, era un lavado de cara, y de repente empezó a entrar la gente a vivir. Empiezan a convertir los locales en viviendas y nadie dijo nada. Algunos protestamos, pero tampoco nos movimos mucho”, admite con cierta tristeza.
El acicate vino cuando en el último mercado vuelve a ocurrir lo mismo y se dan cuenta de que son infraviviendas de poco más de 20 metros. “Ya por dimensiones no cumple la legalidad. El uso de los mercados es comercial, pero nunca puede ser una vivienda, así que nos ponemos en marcha y nos atiende el ayuntamiento. Lo que ha ocurrido es que alguien del pueblo de toda la vida, compró todos los locales y los ha vendido. El que está construyendo los ha comprado a un precio ridículo al dueño original y es indecente lo que ha hecho. Ni ha cambiado las cañerías… nada. Eso está en mínimos, y los ha ofrecido en Idealista como Lofts, porque me han dicho que eso quiere decir que es un local comercial en el que puede quedarse a vivir. No usa la palabra vivienda, y lo anuncia para inversores, para alquilar, aprovechándose de la ola de los pisos turísticos que en este momento de burbujas se ofrecen”, añade Etchenique. Ahora, con su asociación Mercados Vivos, Poblado vivo, quieren recuperar sus mercados, darles actividades y que los especuladores se vayan de allí y dejen de engañar y especular con sus locales.
Se han abierto al menos ocho expedientes de obras ilegales, aunque luego siguen con la obra y tienen que volver a pararla, por eso necesitamos que todos denuncien, el promotor se las sabe todas
Una vecina del barrio califica directamente lo que han construido como “zulos”, y explica que los han vendido a casi 60.000 euros este Sr. Chicharro “al que conoce todo el barrio”. Ahora quieren hacer ruido y acelerar la acción del ayuntamiento, que cuenta que ya “ha abierto al menos ocho expedientes de obras ilegales, aunque luego siguen con la obra y tienen que volver a pararla, por eso necesitamos que todos denuncien, el promotor se las sabe todas, y hay hasta desidia de la gente y ellos se aprovechan”.
En su lucha contra la promotora han encontrado el apoyo del Ayuntamiento, concretamente de su concejal del distrito, Guillermo Zapata, que se muestra tajante: “tienen razón los vecinos”. “Lo hemos visto, y no es la primera vez que sucede, convertir locales en viviendas, es un modelo de negocio muy perjudicial para el mercado, y también para el que lo adquiere, porque es una vivienda ilegal. Juegan a que en el tiempo del trámite mientras se clausura la vivienda, van cobrando los alquileres o incluso consiguen venderlo, y ahí el problema se lo pasan al comprador”, cuenta a EL ESPAÑOL.
La acción de los vecinos ha surtido efecto, y gracias a ellos “se han hecho inspecciones y se han elevado informes para clausurar obras”. “Hay un periodo que tiene una cierta ambigüedad, porque puedes hacer reformas en un local, pero no se sabe si es una reforma o están construyendo una vivienda, así que hay que llevar un control sistemático para que en el momento que quede claro que es una vivienda se paralice. Tenemos competencia clara de disciplina urbanística, y no se negocia. Hay que cumplir unas normas, y no se puede cambiar el uso al local”, añade Zapata.
Tras estas acciones, en un futuro próximo, el Ayuntamiento se plantea “proteger los mercados”. “Arquitectónicamente tienen bastante valor, y la idea es promover un mayor nivel de protección y ayudar a dinamizar el tejido comercial, pero no es un mercado municipal, es privado. Hay una comunidad de vecinos muy activa, y la junta, a través de los mecanismos de participación les va a ayudar en todo lo posible, pero los locales no son nuestros”, apunta.
Para recuperar ese tejido el objetivo del ayuntamiento es recuperarla fábrica de Clesa, que era el motor económico de la zona. “Hace un mes anunciamos un plan especial urbanísitico en esa zona y un acuerdo con los propietarios de la parcela para que se la cedan al ayuntamiento. No es en un corto plazo, porque es enorme, pero ya sería municipal y podríamos hacer un proyecto potente para que sirva de regeneración de la zona”, zanja.
Sólo así los vecinos podrán descansar tranquilos y acabar con la especulación que ha terminado de matar a sus mercados, aquellos que con tanto tesón construyeron las personas que llegaron al Poblado Dirigido de Fuencarral con un hatillo lleno de ilusiones.