Cuando un periódico tan importante como The New York Times te dedica un artículo y un entrenador tan rudo y exigente como Bill Laimbeer se queda prendado con tu juego, algo estás haciendo bien. Eso le sucedió a Anna Cruz (Barcelona, 1986) en verano de 2014. Entonces, acababa de aterrizar en la WNBA, la mejor liga de baloncesto femenino del planeta, de la que apenas un año después se ha proclamado campeona con Minnesota Lynx. El tercer anillo en cinco años de la franquicia de Minneapolis llegó tras derrotar a Indiana Fever en el quinto y decisivo partido de las Finales (52-69). EL ESPAÑOL ha hablado con la jugadora española, que aportó cinco puntos y cuatro rebotes en los 19 minutos que disputó para la victoria de su equipo.
La escolta catalana se resarce así del sabor agridulce con el que acabó su etapa en New York Liberty, primer equipo estadounidense por el que pasó. Y es que su condición de tercera máxima anotadora de las neoyorkinas y la celebración de la primera Noche Latina de las Liberty en su honor ya auguraban algo grande. Sin embargo, la cara con que le había sonreído la temporada en lo individual se tornó en cruz a nivel colectivo. New York dijo adiós a un hipotético campeonato en semifinales de la Conferencia Este y la barcelonesa tuvo que posponer sus sueños de grandeza. Por suerte, únicamente debería esperar un año para seguir los pasos de Amaya Valdemoro y culminar su trayectoria en la WNBA con el mayor de los premios: el anillo.
Maya Moore, Michael Jordan en femenino
Cruz lo conseguiría, eso sí, anteponiendo el interés común al propio en su nueva franquicia, Minnesota Lynx. Allí recaló este verano nada más colgarse el bronce con la selección española en el EuroBasket. “El año pasado la cosa no fue muy bien en conjunto, porque entramos en una mala racha y el ambiente era un poco tenso”, reconoce la jugadora española en conversación telefónica. Su adaptación al equipo ha sido tan buena como la que tuvo en Nueva York salvo que, a la hora de la verdad, las Lynx no han perdido de vista el objetivo del título. Como afirma Cruz, la dinámica “es mucho mejor cuando se gana”.
Y Minnesota lo ha hecho, aunque con mucho sufrimiento de por medio. No sólo en las Finales, donde se han agotado todos los encuentros posibles, sino a lo largo de todo el curso. “Hemos tenido que trabajar muchísimo, con lesiones importantes a las que nos hemos sobrepuesto. No hemos tenido ningún partido fácil. Todos los hemos ganado sufriendo. Merecemos estar donde estamos”, cuenta. En una liga donde los traspasos están a la orden del día, otro escollo importante a solventar ha sido el lavado de cara sufrido por la plantilla durante la temporada. “No dejamos de ser mercancía y en cualquier momento te puedes ir del equipo. Nos ha pasado con varias jugadoras”, asume la escolta catalana.
No obstante, ni Cruz ni sus compañeras han perdido el norte ante los contratiempos. Especialmente ejemplar ha sido el comportamiento de Maya Moore, la mejor jugadora del mundo. La española la define como “puro espectáculo” y, a la vez, como una mujer “tan humilde que no le da importancia a todo lo que hace”. Lo dice a pesar de que su protagonismo ha sido menor que en las Liberty precisamente por compartir posición con la estrella del equipo. La española ha logrado unos promedios de ocho puntos, 3,6 rebotes y tres asistencias por partido en 29 minutos de juego, siendo titular en 17 de los 22 partidos de temporada regular. En Playoffs, su aportación se ha reducido (5,2 puntos, 2,1 rebotes y 2,7 asistencias en 22,1 minutos), saliendo desde el banquillo en los 10 partidos de postemporada. Aun así, ha estado entre las jugadoras más destacadas de las Lynx durante toda la campaña.
Incluso Cruz se sorprende por la importancia adquirida en su nueva franquicia. “He tenido más minutos incluso de los que esperaba en un equipo plagado de estrellas y sentir que la entrenadora tiene confianza en mí y estar a gusto se agradece. Era la nueva y he estado muy bien arropada por todos”. Ni el desgaste físico, en un verano sin descanso tras la temporada en Europa, ha hecho mella en la escolta. La constancia en la búsqueda de la recompensa ha sido la mejor medicina a la hora de apretar los dientes. “Cuando llegan momentos tan importantes, ninguna está cansada ni tiene dolores. Todo el mundo quiere jugar estos partidos, te centras en lo que quieres y dejas a un lado lo demás. Por muy cansada que estuviera, mi objetivo era llegar a la final y ganarla”.
Por el camino, Cruz se ha convertido en la máxima anotadora española de la historia de la WNBA. Una condición “anecdótica”, como la propia interesada se encarga de aclarar, pero digna de presumir. “Cuando sea mayor, supongo que se lo diré a mis nietos”, confiesa risueña, aunque ahora tendrá un logro mucho mayor que contarles a sus descendientes. También ha compartido galones con la otra española en liza en la competición, Marta Xargay. Ambas protagonizaron otro hito del baloncesto nacional al enfrentarse en las finales de la Conferencia Oeste, con la base-escolta de Girona defendiendo los colores de las Phoenix Mercury.
“Siempre es especial encontrarte con una jugadora española cuando estás fuera, y más si es tu amiga”, afirma Marta Xargay en conversación con EL ESPAÑOL. Su némesis en las Lynx añade la satisfacción por “haber podido disfrutar esta experiencia en diferentes equipos, pero a la vez juntas”. Lo único negativo de este pedazo de historia de nuestro deporte de la canasta fue que sólo una de las dos jugadoras podía ganar y disputar las Finales por el título. La elegida fue Anna Cruz, después de que Minnesota eliminase a Phoenix en dos encuentros. “No jugamos nuestros mejores partidos justo cuando lo necesitamos. En el primero, fallamos en el rebote, y en el segundo no estuvimos acertadas, fallamos muchos puntos fáciles”, se resigna Xargay.
Queda pendiente saber si ambas amigas volverán a Estados Unidos el próximo verano para aumentar su cuenta de gestas, aunque puede que les espere una mucho mayor en Río de Janeiro. Cruz, que iniciará la temporada europea con Oremburgo (Rusia) en unos días, resume el sentir de las dos españolas presentes en la mejor liga de baloncesto del mundo: “Me gustaría seguir haciendo historia en la WNBA, pero ya se verá. Sí que querría vivir unos Juegos Olímpicos, porque todavía no he jugado ningunos”.