A mitad de diciembre, el Barça se fue a Japón a ganar el Mundial de Clubes, esa competición inventada por la FIFA a imitación del Mundial de selecciones para rellenar una semana en el calendario. En España, con un calendario apretado, ese torneo obliga a que el equipo de nuestra Liga que participe (si es que lo hace) tenga que retrasar durante un buen tiempo su partido.
Es lo que le pasó al equipo catalán y lo que provocó que, durante más de dos meses, una coletilla sonara siempre cuando se repasaba la clasificación de la Liga. "El Barcelona, con un partido menos" se comentaba. Los de Luis Enrique, en su ciudad natal, por fin se pusieron a día, y lo hicieron como se esperaba: aumentando su distancia.
Messi, a 300 y nuevamente decisivo
Era un partido raro por la hora, 18:30 un miércoles, y por la fecha, en el mismo día que una jornada de Champions, con partido del Real Madrid incluido. Pero para Messi no hay días raros. Hay días normales en la oficina. El argentino se ha convertido en especialista en desatascar partidos, en situaciones adversas, difíciles y de méritos. Dos horas después había Champions
Así fue en el histórico y robusto Molinón, donde apareció para desatascar un partido que se adormecía. Y además lo hizo por partido doble, siendo ambos goles importantes: eran el 0-1 y el 1-2. Entre medias, el 1-1 del Sporting, había dado la imagen de que se vería un partido del Barça diferente. No fue así porque estaba Messi. Dos minutos después del gol local de Carlos Castro, el argentino puso su sello y firmó su gol 301.
El crack del Barça estaba a uno de los 300 goles en Liga. Ante el Celta, lo cedió con el famoso penalti indirecto que regaló a Suárez. En El Molinón, Messi marcó de tacada el 300 y 301, ambos en momentos vitales. La mejor manera de ser tricentenario y hacer historia.
En el primero de ellos, cogió un balón a tres metros del área, se lo colocó, fue perfilándose y, todavía desde fuera del área, se inventó un 'latigazo' que pasó pegado al palo de Cuéllar, portero del Sporting. A lo Juan Palomo, Messi se lo guisó y Messi se lo comió. Muy similar al que marcó en Wembley ante el Manchester United en la final de Champions 2011.
El segundo llegó con la ayuda de su inseparable Suárez. Dos minutos después del gol local, solo cuatro tras el 1-0, Messi volvió a aparecer. Ambos fabricaron el segundo tanto catalán. El uruguayo, desde la línea de fondo, vio al argentino y éste, que es más listo que todos, irrumpió, cuando su equipo más lo necesitaba, para machacar a la débil defensa asturiana.
Media Liga en el bolsillo
No estaba en el guión que el Barça fallara un penalti. Y más tras la obra del partido ante el Celta. Esta vez Messi no se fue al punto de penalti. Prefirió dejárselo a Luis Suárez, sin penalti indirecto y demás invicto. El uruguayo, con responsabilidad, falló. El problema para el Sporting es que la vida que les dio Suárez con el penalti, se la quitó con un gol cinco minutos después. Fue la única jugada de relevancia en la que Messi no apareció.
La victoria en El Molinón no hizo otra cosa que confirmar que, salvo catástrofe culé, esta Liga tiene dos colores: el azul y el grana. Sacan ya siete puntos al Real Madrid (con el gol-average ganado, salvo que los de Zidane ganen 0-5 en el Camp Nou) y seis al Atlético. Muy mal lo tienen que hacer para que su titulo 24 de Liga no esté, allá por mayo, en las vitrinas del Camp Nou.