Cristiano sigue siendo Cristiano. El Real Madrid se puso este martes la eliminatoria de octavos muy favorable en el majestuoso estadio Olímpico de Roma con un gol del criticado delantero, que desatascó a su equipo a la hora de partido, cuando el equipo nadaba en una mediocridad general y no había generado ni una ocasión clara de gol. No le funcionó a Zidane la decisión de colocar a Kroos en la salida de balón (como el Xabi Alonso de Ancelotti) desde un inicio. Muy presionado por Nainggolan o Perotti, al igual que Modric, el alemán no logró hacer carburar al equipo salvo en momentos aislados. [Así se lo hemos contado: 0-2]
La Roma esperaba en su área, en un clásico 4-3-3, y salía al contragolpe con furia, espoleado por la legendaria acústica del Olímpico. Diego Perotti, viejo conocido del fútbol español, complicaba notablemente la existencia a los centrales blancos con su posición de falso ‘9’ y el egipcio Salah, potencial velocista olímpico, traía el miedo en cada carrera por la banda izquierda. Pero su obsesión era que el balón no llegase a los dos centrocampistas centroeuropeos del Madrid.
La Roma no aplicó una presión asfixiante: metida en su campo, le bastaba el orden y la concentración para cortocircuitar a un Madrid premioso, poco preciso, extrañamente impresionado por la relevancia del duelo, probablemente contagiado por la repercusión de cualquier resultado en la joven trayectoria de Zidane como entrenador. Cristiano era pitado salvajemente cada vez que tocaba el balón: se le veía con el colmillo afilado, pero no dispuso de ninguna oportunidad clara. No habría, de hecho, ningún tiro entre los 3 palos en toda la primera parte.
Raphael Varane se sobrepuso rápidamente a su mal partido contra el Athletic y salvó al Madrid en dos oportunidades: minuto 5, tras una pérdida de Isco, y en el 44, cuando El Shaarawy tenía ya el gatillo preparado a metros de Keylor Navas en otro fulgurante contraataque local.
El Madrid, dedicado a tirar centros intrascendentes, no tuvo una sola ocasión de gol en toda la primera parte. Zidane, más nervioso de lo habitual en la banda, era perfectamente consciente de que el equipo firmaba la peor primera parte desde que llegó. El Madrid no funcionaba y Perotti seguía haciendo hacía daño entre líneas. James, activo pero bien sujeto por Digné, no justificaba su estrellato (como el resto). Sólo Marcelo, como tantas veces, creaba desorden con sus irrupciones hacia dentro desde la banda, en un hermoso duelo con el capitán Florenzi. En el descanso, tras una actuación poco ilusionante, el banquillo romano (lleno de ilustres: Totti, De Rossi, Keita, Dzeko) parecía ofrecer más soluciones que el madrileño.
Tras descanso no varió el ritmo cansino del Madrid ni la voracidad local en la lucha por los balones divididos. En la banda calentaba todo el banquillo romano; nadie en el Madrid. El partido, sin embargo, pedía a gritos a Mateo Kovacic. Perdía el balón con una rapidez pasmosa y el primer tiro (tirito a puerta) del equipo provino de Carvajal, flojo y raso, en el minuto 54. Un minuto después, un error de Carvajal (que no cuajó un buen partido) fue desbaratado por Navas ante El Shaarawy (aunque el portero había salido algo tarde). Comenzaban las especulaciones en torno al Madrid de Zidane fuera de casa.
Zarpazo de Cristiano
Y entonces, en el minuto 56, apareció el ‘7’ blanco. Recibió un pase de Marcelo por banda izquierda, se deshizo de Florenzi con un regate de tacón y envió con la derecha un zambombazo a la escuadra (que rozó en el capitán romano) para enmudecer a un hasta entonces muy ilusionado público local. Cristiano salió disparado a abrazar a su entrenador, el gran damnificado de una posible derrota, y cerró la boca a los periodistas que le recriminaban por no meter goles fuera de casa. Sin jugar bien, sin autoridad, el Madrid se ponía por delante y Ronaldo metía su duodécimo tanto en el torneo.
La Roma sintió el gol como un puñetazo y el Madrid, como por arte de magia, empezó a jugar, sin prisa y sin pausa. Pero no logró contener las embestidas de Salah, que se adelantó a Ramos cada vez que quiso por velocidad. Zidane movió ficha (Kovacic por un Isco corriente que salió nada contento) y Spalletti, como se esperaba, metió a Edin Dzeko en el campo. Carvajal cometió un par de errores más en la salida de balón que inquietaron a su equipo mientras el Madrid se desmelenaba en ataque. Hubo un posible penalti a James en el 66.
Varane salvó a su equipo en varios contraataques italianos, compensando a un Ramos definitivamente lento para Salah. Vainqueur pudo empatar en un magnífico disparo desde fuera del área, tapado Navas, y un minuto después Ronaldo perdonó el segundo tras el pase de un renovado James.
Cristiano había crecido con el segundo tiempo y terminó siendo, de largo, el mejor de su equipo (sin egoísmo): dio balones de gol a Benzema y James y fue una pesadilla por la izquierda durante media hora.
Cambió la Roma el úlimo tramo de partido con la entrada de De Rossi y siguió tratando de aprovechar el mal día de Carvajal. El partido se convirtió en un correcalles y Cristiano brilló en el caos. En el otro área, el Olímpico soñaba con el empate cada minuto. Al final, como siempre, decidió la pegada. Jesé agarró un balón por banda derecha, llegó al pico del área y clavó el balón junto al poste contrario en un disparo raso y cruzado que sorprendió a un lento Szczesny. La eliminatoria quedaba prácticamente cerrada en un partido que el Madrid (no sin errores) sólo jugó durante media hora, cuando el gol de su máxima estrella desordenó un partido muy trabado.