Virimi Vakatawa es detenido por los irlandeses Rory Best y Conor Murray.

Virimi Vakatawa es detenido por los irlandeses Rory Best y Conor Murray. Dan Mullan Getty

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La legión extranjera llega al Seis Naciones de rugby

Francia renueva su selección tras el fracaso del último Mundial con jugadores nacidos en el hemisferio Sur. El papel de estos nacionalizados es cada vez más destacable en los planteles.

26 febrero, 2016 02:45

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Que un extranjero juegue con la selección nacional de su país de acogida es algo relativamente normal en el mundo del rugby. Sin embargo, el papel de estos nacionalizados está siendo cada vez más destacable en la mayoría de planteles de los equipos del 6 Naciones tras el pasado Mundial 2015, donde el hemisferio norte sucumbió a la potencia del sur. Ahora tratan de encontrar ese extra de juego dinámico y de fases continuas para llegar a desplegar ese rugby total y no aburrir al personal.

Las críticas al juego de estos clásicos del rugby europeo aumentan después de ver el mejor Mundial de la historia. Sus tácticas se quedan anticuadas y el juego dinámico se queda en una anécdota mientras potencian las fases estáticas. La nueva Francia de Guy Novés, toda una leyenda de Toulouse, intenta devolver al XV del Gallo la magia del rugby champagne después del desastre del pasado Mundial, donde los galos cayeron con estrépito ante Nueva Zelanda en el choque de cuartos de final por un contundente 62-13.

Novés intenta dar un nuevo ritmo al equipo con la incorporación de sangre fresca procedente del sur. En la primera jornada de esta edición 2016 debutó Virimi Vakatawa, de origen fijiano. Un portento físico que juega de ala y que proviene de la disciplina del rugby a 7. Vakatawa se une a una lista de jugadores que pueden ser seleccionable por Novés, como Scott Spedding, Rory Kockott y Bernard Le Roux, los tres nacidos en Sudáfrica y que ya han jugado en pasadas temporadas.

Situaciones rocambolescas

En su intento de atraer a nuevos jugadores, el conjunto galo ha llegado a una situación que refleja lo rocambolesco de los jugadores nacionalizados en este rugby globalizado y profesional. Durante esta semana Novés convocó a David Smith, jugador de origen samoano que lleva cinco años residiendo en Francia, jugando en Castres y casado con una francesa. Todo parecía dentro de los cauces normales hasta que el propio Smith confirmó que jugó para Nueva Zelanda en 2008, durante su beca como estudiante, en el combinado nacional de rugby a 7, nuevo deporte olímpico en Río 2016. Su pasado 'kiwi' le está cerrando las puertas a su nuevo hogar en Francia.

La normativa internacional de World Rugby permite a un jugador no nacido en el país, pero que juegue en las competiciones nacionales durante 36 meses consecutivos, participar en los partidos de la selección de su país de acogida, siempre y cuando no haya debutado antes con su país de nacimiento. Además, permite a jugadores con otra nacionalidad jugar con el combinado nacional del país de sus padres o abuelos, siempre y cuando ellos tuvieran la nacionalidad y nunca hayan jugado con la selección de su país de origen.

Casos en otras selecciones

El XV del Gallo no es la única selección que cuenta con jugadores ‘nacionalizados’ en sus filas. El propio capitán de Inglaterra, Dylan Hartley, nació en Nueva Zelanda y juega con el XV de la Rosa gracias su madre inglesa. También los hermanos Vunipola, Mako y Billy, de origen neozelandés, son pilares en el nuevo plan del seleccionador Eddie Jones para los ingleses.

Irlanda, Escocia y Gales también han tirado de pasaporte para sumar nuevos elementos a la selección. En el XV del trébol ha debutado CJ Stander, octavo de origen sudafricano, mientras en Escocia o Italia tienen jugadores 'kiwis' entre sus filas, como Sean Miaitland o Blair Cowan con los del Cardo o Luke McClean and Kelly Haimona para los azzurri.

Tampoco es un asunto exclusivo del hemisferio norte. Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica se han nutrido durante años de buenos jugadores de países vecinos, como Samoa, Fiji o Namibia para los africanos. Incluso España es un claro ejemplo del desarrollo del deporte gracias a la llegada de jugadores nacionalizados, la mayoría jugadores franceses con padres o abuelos españoles.

Los capitanes de Italia, Sergio Parisse, y España, Jaime Nava, ya han afirmado que para jugar con el país de acogida solo “hay que tener ganas de hacerlo y de sentirse como en casa, como parte de la familia del rugby”. Porque esa es una de las bases del deporte ovalado: los jugadores no solo son compañeros de equipo, forman una familia.