No consigo quitarme de la cabeza a Johan Cruyff. Para quienes observamos el deporte de forma desapasionada y con mirada de largo recorrido, su desaparición supone la pérdida de un referente. Nos queda el consuelo de que su figura se está agigantando hasta adquirir su auténtica dimensión, por encima de filias y fobias. La dimensión de un ideólogo del fútbol que dio la vuelta a muchos conceptos anclados en la noche de los tiempos.
Una de sus convicciones más trascendentes, quizá poco puesta de relieve estos días, fue su creencia en la rentabilidad de la cantera. En que es más fácil impregnar a los jugadores de los valores de un club y de un estilo futbolístico educándolos desde sus edades más tempranas. Fue tan determinante para nuestro fútbol que en la Masía barcelonesa germinó la generación que encumbró a nuestro equipo nacional.
En otro orden de cosas, Djokovic causó un gran revuelo la semana pasada al manifestar su opinión acerca del dinero que deberían percibir las tenistas por su participación en los torneos. Este tipo de polémicas parecen tener que ver más con el filón de lo políticamente correcto o incorrecto que, dada su pertinaz insistencia, me imagino que debe ser un chollo para quienes artificialmente las alimentan.
Porque analizadas las declaraciones del serbio desde cualquier punto de vista, no pueden ser más consideradas con las jugadoras. Hoy que se puede medir el número de espectadores que concitan los partidos y su impacto económico, lo más justo parece que, sin distinción de género, quien más produzca más perciba. Sea mujer u hombre. Más aún, sería una falta de respeto para el que lo recibe pagar más a quien menos se merece. Asunto diferente sería que estuviéramos hablando del reparto de dinero público, en cuyo caso sería indiscutible el criterio de la igualdad.
En este mismo sentido, Verónica Boquete, la internacional española en el Bayern de Múnich, exponía en EL ESPAÑOL que se alegraba cuando veía mujeres en puestos de dirección. “Pero no es cuestión de cupos y tampoco tiene que haber mujeres porque sí, sino porque estén cualificadas”.
Este pasado fin de semana, en una conversación tan agradable como extensa con Ruth Beitia, con el Sardinero como telón de fondo, la capitana de nuestro equipo de atletismo me refería que estaba un poco harta de la distinción entre géneros cuando se debería hablar única y exclusivamente de deportistas. De acuerdo con la futbolista y la cántabra, añado que la falta de atención de los medios apunta más a los deportes minoritarios que a las féminas.
Javier Gómez-Noya es, por ejemplo, un extraordinario deportista por desgracia desconocido en nuestro país. No deja de ser una pérdida para una sociedad falta de referentes y modelos que el gallego o Ruth ocupen, como mucho, un segundo plano en nuestro país. Son figuras mundiales y pioneros que han pisado territorios antes nunca transitados por españoles. Humildes, trabajadores y en busca siempre de la perfección, bien podrían ser los arquetipos de unos tiempos que buscan la ejemplaridad en vano.