No mide 2,01 (1,91) ni pesa 100 kilos (102). Tampoco tiene cinco anillos de campeón de la NBA. Por supuesto, nunca ha corrido los encierros de San Fermín. Y, desde luego, no ha compartido cama con Madonna o la vigilante de la playa Carmen Electra. Sin embargo, el exluchador Antonio Inoki y el exjugador de baloncesto Dennis Rodman ya tienen en común algo más allá de su pasado en el wrestling (Rodman peleó de forma regular entre 1997 y 2000): una suerte de condición de embajadores deportivos de sus respectivos países, Japón y Estados Unidos, en Corea del Norte.
Allá por 1976, Inoki llegó a pelear, palabras mayores, contra Muhammad Ali. Bueno, si a pasarse 15 asaltos arrastrándose por el suelo y dándole patadas al gran campeón (Ali apenas pudo golpearle, pero casi pierde una pierna por las heridas sufridas) se le puede llamar pelear. Quizá ese empate fue el mayor hito de una vida marcada por los combates entre 1960 y 1998. Empezó a cogerle el gustillo a la diplomacia ya en la recta final de su trayectoria en los cuadriláteros. En especial, a visitar países con cierto morbo, presididos por líderes mundiales no menos polémicos: la lucha libre empezaba a ser lo de menos.
Después de hacerse político y acceder como independiente al Parlamento japonés en 1989, Fidel Castro y el luchador nipón compartieron sake (bebida alcohólica japonesa) y confidencias, con apretón de manos y abrazo incluido, en Cuba. Era 1990. Más tarde, ese mismo año, tocó visitar la Irak de Saddam Hussein meses antes de que estallase la Guerra del Golfo. A Inoki se le atribuyó negociar la liberación de hasta 41 ciudadanos japoneses que habían sido tomados como rehenes por el Gobierno iraquí. En 1994, Corea del Norte apareció en su vida. Fue un amor a primera vista.
Quizá la culpa de todo la tuvo el destino: el descubridor de las cualidades para la lucha de Inoki, un tal Rikidozan, nació en una zona de Corea controlada por Japón entre 1910 y 1945. Sea como sea, el idilio no empezó bien. Cuando Inoki iba a conocer a Kim Il-sung, primer gran líder norcoreano y buen amante del wrestling, este falleció. La noticia sorprendió al japonés en una escala en Pekín. Tendría que esperar hasta 1995 para, con motivo de un combate, empezar a convertir en tradición los viajes a uno de los países más conflictivos del planeta. Siempre en la misma fecha: el aniversario de la fundación del Gobierno del país.
32 visitas después, Inoki pasó su última estancia en Corea del Norte visitando un zoo, tomando vino de ginseng y charlando sobre política nuclear con tres diplomáticos de alto rango del país. “Me dijeron que Pyongyang continuará llevando a cabo sus tests nucleares, y que irán todavía más lejos con ellos si la comunidad global, en especial Estados Unidos, no deja de presionar al respecto”, comentó a su regreso a Tokio.
Aunque Inoki (usa Antonio de nombre artístico: en realidad, se llama Kanji) afirma que su meta última en Corea es “establecer la paz a través de la diplomacia del deporte”, algunos no lo tienen tan claro. Hay quienes le acusan de utilizar sus viajes para autopromocionarse a sí mismo, como herramienta de propaganda. Incluso se dice que los norcoreanos usan al exluchador para anunciar sus posiciones oficiales en medio de la guerra que parecen mantener con el resto del mundo.
Las esferas gubernamentales japonesas no quieren saber demasiado ni de Inoki ni de Corea del Norte. Menos aún cuando se ha recomendado a los ciudadanos nipones que no hagan el mismo viaje que el Rodman asiático suele emprender cada año. Aun así, ha habido ministros que han charlado con él. E incluso miembros del partido en el poder, a quienes les gustaría, si pudieran, seguir los pasos viajeros de Inoki con destino a tierras norcoreanas.
Pero el exluchador, se codee con quien se codee, no es demasiado importante en Japón. No influye en los líderes de la nación ni en su primer ministro y, además, él ni siquiera ha conocido en persona a Kim Jong-un. Algo de lo que sí puede presumir un Dennis Rodman con quien Antonio Inoki comparte una cosa más: un look muy personal. Frente a los piercings, las gorras y las gafas de sol de 'El Gusano', las bufandas y corbatas rojas del luchador reconvertido a político. Y su barbilla más que prominente, claro.
¿Se trata de un friki más o de un vínculo de cierto peso entre Japón y Corea del Norte? Opine lo que opine el resto, Inoki sí se considera una voz autorizada para hablar de las relaciones entre ambos países: “Creo que Japón debería mediar entre los Estados Unidos y Corea del Norte. Como único país que fue bombardeado con armas nucleares en la Segunda Guerra Mundial, Japón debería abogar por impedir que vuelva a tener lugar una guerra nuclear”. Que los demás también se crean que su labor política puede acabar pesando más que sus hazañas pasadas en el ring ya es otra historia.
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