Los astronautas, a las dos semanas de estar en la Estación Espacial Internacional, pueden perder hasta un 20% de su tono muscular por la falta de gravedad, por eso hacen rutinas diarias de ejercicios, pero ¿son las adecuadas? El proyecto MARES, con participación española, lo trata de averiguar.
Según datos de la Agencia Espacial Europea (ESA), un astronauta podría perder entre un 10 y 20 % de masa muscular en misiones cortas -diez días- y, si no se aplicaran medidas para contrarrestar los efectos, la pérdida podría llegar al 50 % en misiones de seis meses. Después de medio año, la pérdida de calcio en los huesos sería comparable con la osteoporosis de una persona mayor en la Tierra.
Para investigar estos efectos, la ESA, en colaboración con la NASA, han puesto en marcha el proyecto MARES (Muscle Atrophy Research and Exercise System): un sistema -una especie de sillón/camilla- que permite investigar el deterioro en once grupos musculares y articulaciones de rodillas, cadera, muñecas, tobillos, hombros o codos.
La idea surgió en 1997 y el contratista principal para poner en marcha el proyecto fue la empresa española NTE (ahora Sener), que construyó un total de cuatro modelos, tres para ser usados con experimentos en la Tierra y uno para lanzarlo, instalarlo y utilizarlo con astronautas en el espacio, en el módulo Columbus de la Estación Espacial Internacional (ISS, sus siglas en inglés).
El proyecto se finalizó en 2008 y fue en 2010 cuando el transbordador Discovery de la NASA llevó la instalación a la ISS, relata a Efe Albert Tomàs, director del desarrollo del proyecto MARES en Sener.
El sillón/camilla se ha probado en el Centro de Asistencia para el Desarrollo de Microgravedad y Operaciones Espaciales de la Agencia Espacial Francesa (Toulouse), en el Johnson Space Center de la NASA en Houston (EEUU) y en la sede de la Agencia Espacial Federal Rusa, Roscosmos, en Moscú; sin embargo no fue hasta 2015 cuando se empezó a utilizar con astronautas en el espacio.
El retraso se debió a que hubo que diseñar el protocolo de uso y pactarlo entre las tres agencias espaciales, buscar tiempo disponible entre los astronautas y los experimentos que cada uno de ellos implementa en la ISS y enviar una batería nueva a la Estación para sustituir una dañada, además de terminar la fase de pruebas de MARES en el propio espacio.
Precisamente fue el astronauta de la ESA Andreas Mogensen, con la ayuda del cosmonauta Sergei Volkov, el primero en montar MARES en 2015 y obtener medidas experimentales durante tres días, señalan a Efe fuentes de la ESA en España.
Sin embargo, el primer experimento en sí -de nombre Sarcolab- vino de la mano del astronauta francés Thomas Pesquet, quien llegó a la Tierra en junio de 2017.
Los científicos de MARES están ahora estudiando los datos obtenidos de rodillas y tobillos, también los del astronauta Paolo Nespoli; el siguiente en formar parte del proyecto MARES será un cosmonauta, asegura el ingeniero de Sener.
Los astronautas prueban tanto los módulos en tierra como en el espacio; primero para conocer su uso -en la ISS cada vez que se utiliza MARES hay que montarlo y volver a desmontarlo- y segundo para que los científicos puedan comparar los datos obtenidos en ambos puntos.
A partir de los resultados, MARES permitirá establecer protocolos efectivos de ejercicios: en la actualidad los astronautas realizan unas dos horas y media diarias de entrenamiento, apunta Tòmas, quien recuerda: "cuando se está en microgravedad no tienes que hacer fuerza, de ahí que se deteriore poco a poco la masa muscular".
Este proyecto, además, servirá para preparar mejor físicamente a los astronautas para misiones más largas, como las que en un futuro podrían ir a Marte, y para ahondar en el conocimiento mismo de la atrofia muscular, por lo que beneficiará a pacientes en tierra.
Sener hizo la electrónica, mecánica, el diseño del sistema y software de MARES.