Una vez más el Himalaya se ha teñido de luto. Con sus 8.125 metros, el Nanga Parbat, apodado con razón la Montaña Asesina, se ha cobrado su víctima número 82 o al menos así será contabilizado el polaco Tomek Mackiewicz después de que el equipo que le buscaba en las últimas horas haya decidido abandonar la operación de rescate en la que al menos sí se consiguió rescatar con vida a la compañera de cordada del polaco, la francesa Elisabeth Revol que consiguió descender unos 200 metros más tras dejar a Mackiewicz en una tienda a unos 7.200 metros de altitud.
Era el tercer intento de Mackiewicz de conseguir una invernal en el Nanga Parbat, algo que únicamente han conseguido el español Alex Txikon, el italiano Simone Moro y el pakistaní Ali Sadpara. La primera vez, en 2015, se quedó a 7.800 metros y en 2016 no pasó de los 7.600 metros de altitud. La tercera era la buena, el tercer intento junto a Revol, aunque la montaña les atrapó a 7.400 metros y provocó una situación desesperada.
La llamada de auxilio llegó después de que ambos lograsen descender alrededor de 200 metros, donde Revol tuvo que tomar una decisión trascendental. Mackiewicz estaba completamente afectado por el mal de altura, sufría una edema pulmonar y, además, padecía la conocida como "ceguera de nieve" -una inflamación de la córnea tras una exposición continua a la radiación solar-. Había que elegir: permanecer unidos esperando un rescate que podría llegar o no hasta esa altitud o tratar de descender en solitario para agilizar las labores de rescate y facilitar la maniobra con Mackiewicz a los 7.200 metros.
Revol optó por la decisión correcta. Tras dejar a Mackiewicz en las mejores condiciones posibles dentro de una tienda de campaña, emprendió el descenso a duras penas pensando en el bien común y exponiéndose ella misma y en solitario a los rigores de la Montaña Asesina.
Mientras todo esto sucedía, a 200 kilómetros de distancia, en las laderas del K-2, se activaba una operación de rescate a la desesperada no exenta de peligros y complicaciones incluso antes de comenzar.
Recibida la noticia de la situación de Mackiewicz y Revol, los polacos Adam Bielecki, Piotr Tomala, Jarek Botor y Marek Chmielarski se ofrecieron voluntarios, aunque incluso antes de empezar a empacar sus cosas se toparon de bruces con la burocracia. Para tener cualquier opción de un rescate exitoso debían ser trasladados en helicóptero con el coste económico que ello implicaba. Sin embargo, cuando el ministerio polaco de deportes decidió cubrir los costes -además de las donaciones de particulares que llegaron a superar los 80.000 euros en pocas horas- las condiciones meteorológicas impidieron un despegue tan rápido como hubiera sido deseable.
No fue hasta el sábado, el día después de la primera llamada de socorro, cuando dos helicópteros trasladaron a los cuatro alpinistas hasta en Nanga Parbat y comenzó la verdadera operación de rescate, aunque lo hizo desde los 4.700 metros y no desde los 6.300 donde debían haber aterrizado en un principio. Así, en una rápida y brillante ascensión de 1.000 metros en apenas ocho horas -lo normal es tardar un día en ese recorrido-, el polaco Adam Bielecki y el ruso Denis Urubko encontraron a Revol a poco más de 6.000 metros de altitud y la llevaron al refugio seguro del Campo 2. Sin embargo, las condiciones obligaron a suspender las labores de búsqueda de Mackiewicz, aún a 7.200 metros en la tienda de campaña donde le dejo Revol.
"Desafortunadamente, el rescate de Tomasz no es posible debido al clima y la altitud, que expondría la vida de los rescatadores. Es una decisión terrible y dolorosa. Sentimos una profunda tristeza. Todos nuestros pensamientos están con Tomasz y su familia", afirmó Ludovic Giambiasi, una de las pocas personas que se mantuvo en contacto con Revol durante su descenso y que confirmó los peores temores.
Es poco probable que Mackiewicz, por lo que su nombre ha pasado a engrosar la terrible lista de fallecidos en el Nanga Parbat. De hecho, los últimos muertos en la Montaña Asesina fueron los españoles Alberto Zerain y Mariano Galván, desaparecidos en julio de 2017. Asciende así el número de decesos a 82 y confirman el apodo que recibe el Nanga Parbat, que incluso antes de ser coronada por primera vez allá por 1953 se había cobrado ya la vida de 31 alpinistas.