El lugar, el central de Ciudad Universitaria. La hora, las 12:45. El premio, más que suculento, alzarse con el liderato (oficioso) del Rugby Europe Championship, otrora el Seis Naciones B, y depender de nosotros mismos para ser de la partida en el próximo mundial de Japón. El rival, la siempre rocosa Rumanía, un XV del roble, que desde hace años despliega un juego robusto que hace honor a su símbolo pero que esta vez sucumbió ante una magnífica España, que hoy más que nunca homenajeaba igualmente su nombre, el XV del león, con un arrojo y un valor más allá de lo humanamente posible (22-10).
Necesitaba los pupilos de Santiago Santos un victoria, un triunfo contundente (+8) para tocar el Mundial de Japón, para acariciar un sueño esquivo desde hace 20 años y que estaba más cerca que nunca, al alcance de la mano de un XV del león que en Rusia, la pasada semana, consiguió una machada y necesitaba de un segundo partido de leyenda para pensar ya solamente en en Alemania y Bélgica, también en la central, como los compromisos para tocar definitivamente el Mundial. Y eso que por delante aún había 80 minutos ante Rumanía.
El partido se ponía de cara muy rápido para los intereses españoles, que se encontraba en superioridad a las primeras de cambio por una amarilla al 14 de Rumanía Tangimana en el minuto 1. Sabiéndose lo que había en juego, y dejando claro que la concentración era imprescindible todo el partido, el conjunto español materializaba la ventaja con un ensayo en el minuto 3 de Beñat Auzqui, que en posición poco habitual para un pilier, se incrustaba en la línea de tres cuartos para plantar el oval en la esquina ante la oposición del medio melé y el 7 del Roble.
El ensayo se le indigestÓ los rumanos, que no terminaban de despertar ante la rápida sucesión de pases de los españoles y concedían otra marca tras una patada seguir que fallaba en despejar el ala rumano, ocasión que aprovechaba Ascarat para golpear de nuevo a un tocado conjunto centroeuropeo.
Con la entrada del expulsado el partido cambió, Rumanía se rehízo y desplegó su poderío físico fundamentalmente a través de sus dos alas de origen tongano, siendo necesarios tres y cuatro hombres para llevarlos al suelo. Así llegaron sus primeros puntos, tras un golpe de castigo que ponía el 10-3 en el marcador. Pero la defensa desplegada por España supuso un muro con el que continuamente se encontraba el rival, y desde la defensa construyó su juego, teniendo muy claro qué papel querían representar y lo preparada que se veía para ello.
De esta forma llegaba una recuperación de balón que ponía nerviosos a los rumanos al conceder un golpe de castigo en su campo, ocasión que no desaprovechaba Linklater para poner el 13-3 en el luminoso y alejar a Rumanía del bonus defensivo, objetivo claro del partido.
Los segundos 20 minutos de la primera parte serían muy distintos a los primeros. Una Rumanía recuperada, iba poco a poco socavando la defensa de España, que cedía cada palmo de terreno exclusivamente tras un tremendo esfuerzo por parte de los rumanos. Una amarilla para el autor del segundo ensayo -Ascarat- tras muchas fases de defensa a pocos metros de la zona de ensayo española hacía presagiar lo peor. Pedían melé en el golpe de castigo sabiéndose, a priori, superiores con su pack de delantera. Nada más lejos de la realidad. Con un titánico esfuerzo de la delantera española, en especial de la primera línea, cinco eran las melés que forzaban del rival para finalmente robar el balón.
Esta demostración de resistencia fue a la postre fundamental en el devenir del partido, ya que permitía a España ir al descanso con el marcador favorable de 13-3 y recuperar fuerzas ante lo que le esperaba, una tremenda hazaña.
Empezó la segunda parte tan bien para el XV local como la primera, ya que veía como el orden de su defensa se imponía a las intensas percusiones del equipo visitante y le surtía de oportunidades que un magistral pie de Linklater convertía en puntos a la menor oportunidad. Llegaron así dos golpes de castigo en el minuto 48 y en el 65 que encorajinaban al equipo español, que seguía dando una lección de defensa, con una colocación de manual y llegando en varias fases a arrebatar el balón por superioridad de efectivos en los rucks, algo muy difícil de ver en el rugby actual donde los apoyos en ataque son religión.
Echaba el resto Rumanía, lo intentaba en el pick and go, lo intentaba a la mano, pero sus esfuerzos eran frenados tanto por la delantera española como su tres cuartos, apoyada constantemente con una tercera línea descomunal que se hizo sentir en cada abierta del partido. Sólo las poderosísimas internadas de Tangimana y Fakaosilea perforaban la defensa local en primera instancia, pero una retaguardia en alerta constante les dejaba claro que no iba a ser el día, porque era el día que España llevaba esperando 20 años y no lo iban a dejar escapar.
El último puñetazo, o patada, encima de la mesa volvía a llegar de las botas de Linklater, que transformaba otro golpe de castigo para poner el 22-3 en el marcador en el minuto 77 y permitir a España guardar la ropa y aguantar los últimos tres minutos de partido. Con orgullo y en la única ocasión que la defensa española dejó un hueco, aprovechaba Rumanía para ensayar casi con el tiempo cumplido por medio de Fakaosilea. Tras la transformación de Calafeteanu se llegaba al 22-10 con el que España manejaría la última posesión del partido para mandar el balón fuera. Objetivo cumplido.
Se desató la locura en un central a rebosar con unos 15.000 espectadores de todas partes de España invadía el campo para elogiar a esos XV gladiadores y a todo el banquillo en una de esas maravillosas escenas de las que sólo un deporte como el rugby puede regalar, la fusión de afición y equipo por una meta que llevaba siendo esquiva 20 años y ahora está en manos de la afición, que debe volver al central para los compromisos ante Alemania y Bélgica, y la del equipo, que sólo tiene que seguir las mismas pautas que en los partidos contra Rusia y Rumanía. Japón espera.