Los secretos de Carolina Marín para ser la mejor de la historia
La deportista onubense conquista su tercer título mundial, algo que no había hecho ninguna mujer hasta la fecha. Compagina largas jornadas de entrenamiento con lecturas de libros de autoayuda, sesiones con su psicólogo y el autocontrol.
6 agosto, 2018 00:01Noticias relacionadas
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¿Cuál es el secreto del éxito? Google ofrece 52 millones de resultados para resolver la duda, cientos de artículos lo afrontan como algo capital y miles de personas se lo preguntan cada día al llegar a la oficina. Poco importa. Nadie tiene la respuesta. Ser el primero, en cualquier ámbito de la vida, depende de muchos factores. Así lo aprendió Carolina Marín (Huelva, 1993) desde que llegara con 14 años al CAR (Centro de Alto Rendimiento) de Madrid. Entonces, lo asumió. No iba a bastar con entrenar. O con levantarse cada día temprano. O con pegarle mejor al volante. O con la búsqueda de la perfección. No. Si quería ser la mejor, tendría que mezclar todos los ingredientes en su justa medida, encontrar su particular receta.
Las coordenadas se las dieron a su llegada y ella, desde entonces, las aplicó. Eso, al fin y al cabo, la llevó a proclamarse cuatro veces campeona continental (2014, 2016, 2017 y 2018), a colgarse el oro en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro (2016) y a convertirse en la mejor jugadora de bádminton de la historia al revalidar por tercera vez el Mundial (2014, 2015 y 2018) tras imponerse a Pusarla Shindu. A sus 25 años, no hay otra que compita mejor que Carolina. Quizás estén por delante en el ránking (de hecho, la onubense es octava), pero ella es la más fiable cuando llegan las grandes citas.
¿Y cómo lo ha conseguido? Con un plan fijado basado en tres pilares básicos: el entrenamiento físico –con su correspondiente descanso–, la preparación mental y el autocontrol. Eso es lo prioritario. A partir de ahí, viene lo específico en cada una de las áreas.
ENTRENAMIENTO FÍSICO
Carolina Marín ha estado preparando el campeonato del mundo compaginando tres sesiones de entrenamiento diarias –obviamente, con días de descanso entremedias–. En las dos primeras (de 8 a 10 y de 12 a 14), con raqueta; y en la tercera, por la tarde, físico. Esos han sido sus horarios. Con los años, ha aprendido la rigidez que exige el deporte de élite. Nadie llega a ser la mejor del mundo –y ni mucho menos la mejor de la historia– sin comprometerse a tiempo completo con su deporte.
ENTRENAMIENTO MENTAL Y LIBROS DE AUTOAYUDA
Los entrenamientos los compagina también con una preparación mental. El bádminton, como cualquier deporte individual, exige mantener la concentración constantemente. Y Carolina trabaja esa parte. Sabe que es fundamental. Que no tiene a nadie al lado que palie sus fallos. Por eso, siempre ha acudido al psicólogo de la Residencia Blume y ha leído libros de autoayuda. En última instancia, antes de acudir al Mundial, uno sobre el ego. Gusta de aprender cómo se gestionan los sentimientos, las emociones y qué se debe hacer para canalizarlas con un fin productivo: resistir –en todos los sentidos– más que su rival. No venirse abajo. Ni desfallecer. Ante una crisis de juego, poder resurgir y cambiar la dinámica. De ahí sus gritos, parte de su forma de ser y de su estrategia. La forma en que se ánima y atemoriza a sus rivales.
AUTOCONTROL Y EXIGENCIA
"¿Qué cambiaría de usted misma? El carácter perfeccionista. Me exijo tanto que en los días malos que a veces me pongo en peor situación de la que estoy. A veces me paso ese límite y me siento mal conmigo misma…”. Carolina Marín sabe cómo es y qué debe cambiar para alcanzar el éxito. Y, el último ingrediente de su entrenamiento –más todos aquellos que no desvele– es el autocontrol. Por su carácter –reconoce que tiene mucho– trata de gestionar sus emociones para no dar un paso en falso. “Antes pensaba mucho en ganar, pero lo que tengo que hacer es confiar en el trabajo diario… y eso me llevará hacia la victoria”. Esa es su receta. No precipitarse. Mantener la concentración y seguir acumulando títulos. Tiene 25 años. Tiene los ingredientes y la experiencia. Ese es su secreto. A partir de ahí, todo lo demás.