Las competiciones tienen que terminar. La campaña debe concluir con un campeón. Ya se verá cuándo y con qué formato, pero Liga, Champions, Euroliga o NBA necesitan finalizar la temporada para mitigar una crisis que se presenta larga y dura. Da igual si en verano o después. Pero completar el curso.
De hecho, si no se cumpliera con los contratos de televisión ya firmados, organizaciones, clubes y deportistas estarían casi heridos de muerte en un sector que ha entrado en recesión por el maldito coronavirus que se ha ya llevado miles de vidas. Una crisis sanitaria que nos ha encerrado en casa, en el mejor de los casos, o que nos ha llevado al hospital.
La economía mundial tardará tiempo, mucho, en recuperarse. La cadena se ha roto por completo y todavía falta por saber que volverá a ser igual cuando todo pase. Una incertidumbre que también incumbe al fútbol, ya que el deporte rey ve cada vez más amenazada su corona por los eSports.
Ese miedo a lo desconocido afecta ahora a cada una de nuestras cabezas. Todos pensamos en qué será del mañana. Ansiedad y desasosiego por las consecuencias de una situación trágica que ha demostrado a la sociedad su fragilidad. Una puñalada directa al corazón de su ego y una herida abierta por la que aún no ha parado de sangrar y que se tardará en taponar.
El pánico que puede sufrir ahora cada uno de los mortales en su puesto de trabajo se siente también en el mundo del deporte, en especial del fútbol tras pincharse la burbuja, por lo que será en una industria que durante décadas ha sido una imprenta de billetes y que ahora se siente asaltada por el coronavirus como la Fábrica de Moneda y Timbre en La Casa de Papel.
Y la temporada con el fútbol, como con La Casa de Papel, hay que terminarla. Cuando sea. Aunque duela.