El año 2020 en el deporte estaba marcado por la presencia en el calendario de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio. Sin embargo, apareció la pandemia y arruinó un poco las vidas de todos. Ahora, más de un año después, se empieza a ver la salida al final de un túnel que ha sido muy oscuro y por el que se han quedado muchos caminantes que también confiaban en poder llegar hasta el final de esta pesadilla.
Con el cambio de año, aunque poco a poco y lentamente, las cosas se han ido haciendo un poco mejor, lo suficiente como para que la perspectiva fuera algo alentadora para volver a salir a recuperar la vida. El deporte no ha sido una excepción y, aunque con restricciones, ya mira hacia el futuro.
Y ese futuro vuelven a ser unos Juegos Olímpicos de Tokio que se suspendieron por la pandemia y que todavía no tienen una certeza definida de que se vayan a celebrar. No obstante, el Comité Olímpico Internacional y las autoridades japonesas están peleando por ello, quizás demasiado, y todo podría deberse a un interés económico muy importante. Al final, se trata de un evento tan grande que mueve una ingente cantidad de dinero y de recursos que en estos momentos están en juego por culpa de la pandemia.
El precio olímpico
Una temporada con Juegos Olímpicos no es igual que una temporada cualquiera. Esa maravillosa cita que llega cada cuatro años, esta vez será tras cinco de espera, centra principalmente la actividad de la mayoría de los deportistas del planeta. Para muchas disciplinas, los Juegos pasan a ser el objetivo principal y la meta de una preparación exhaustiva, ya que dependen de conseguir una plaza o de luchar por una medalla para que sus carreras deportivas tengan sentido.
Sin embargo, los Juegos no solo tienen un interés deportivo, sino que lo tienen también económico. Pero no solo para los deportistas, sino también para las organizaciones e instituciones que ponen en juego miles de millones de euros y que no se podrían volver a permitir otra cancelación porque las pérdidas podrían llegar a ahogarles definitivamente.
En primer lugar, el dinero que más se pone en juego es el invertido por el país y la ciudad organizadora, que gasta miles de millones de euros en infraestructuras para que todo salga a las mil maravillas. La creación de la villa olímpica, los pabellones, las piscinas, los estadios, las pistas y todo aquello que se levanta para una cita que después no se va a celebrar es una desgracia tremenda que acarrearía pérdidas espantosas.
Diferentes estudios apuntan a que países como Rusia, China o Reino Unido se han dejado decenas de miles de millones de dólares en estas impresionantes construcciones que se lucen durante unas semanas en la que esa ciudad es la capital mundial del deporte. Después, con mayor o menor éxito, se intentan sacar partido y rentabilidad como se puede durante años. En el caso de Japón, estas pérdidas se elevarían hasta los 42.600 millones de dólares y una contracción del 0,2% del PIB nipón, según señala la asesoría financiera Bloomberg. El simple hecho de aplazarlos un año ya elevó esta cifra en 2.800 millones.
En segundo lugar, se ponen en juego también enormes cantidades de dinero de forma más directa en aquellos ingresos y beneficios que no se cobran si no se celebra la cita olímpica. Se calcula que en las últimas ediciones, solo en cuantías de derechos comerciales, unos Juegos Olímpicos llegan a generar fácilmente entre 7.000 y 8.000 millones de dólares de beneficios. A esa cantidad habría que añadirle otros 1.000 millones en conceptos de derechos televisivos o los ingresos procedentes de los patrocinadores globales gestionados a través del Programa TOP creado en 1985 y que dependen del Comité Olímpico Internacional. Por su parte, el Comité Organizador de cada sede se encarga además de los patrocinadores locales y de los programas de licencias. La economía japonesa tenía previsto un crecimiento del 4,3% y de una expansión socioeconómica duradera varios años.
Para esta edición de los Juegos Olímpicos de Tokio dañados por la pandemia del coronavirus se calcula que estas cifras podían ser sensiblemente menores, pero aún así suponen un montante económico muy elevado que podría quedar por el camino. Los organizadores ya saben que tendrán importantes pérdidas por la falta de ticketing al haber prohibición o restricciones de público, tanto local como extranjero, y consideran que ese palo ya es suficiente peaje, así como el aplazamiento de un año, por lo que están forzando insistentemente para que se lleven a cabo.
Japón no quiere JJOO
Japón, como país y como institución política, evidentemente, sí desea la celebración de los Juegos Olímpicos en Tokio. Sin embargo, no lo pide así su sociedad, su gente. Hasta ahora, más del 60% de los japoneses estaban en contra de la celebración del evento deportivo más importante del mundo. Sin embargo, esas cifras se han disparado en los últimos días hasta superar el 80%. Parece una auténtica locura llevar un acabo una competición tan importante con tanta gente en contra.
Los japoneses temen por su salud y creen que la celebración de los Juegos puede suponer un riesgo para ellos, ya que es posible que aumenten los contagios y que se sature el sistema sanitario o que se destinen hacia ellos recursos que se necesitan en la lucha contra la pandemia. Japón se encuentra desbordada por los positivos y rota por las restricciones desde hace semanas y así se espera que continúen, por lo menos, hasta finales de este mes.
La ciudadanía de Tokio y de todo el país está en pie de guerra y ya ha habido sonoras protestas para impedir que las Olimpiadas se celebren. Incluso se ha creado una masiva petición online para poner fin a este proyecto que ha sido elevada hasta al gobierno. Sin embargo, no se han tomado todavía medidas definitivas al respecto.
Lo que sí ha llamado la atención es como varias empresas se están movilizando ya para mostrar, unas su preocupación y otras su rechazo, con respecto a la idea de los Juegos Olímpicos. Toyota, patrocinadora oficial de la cita olímpica, está preocupada por su capital invertido en el evento y RAKUTEN, a través de su CEO, ya ha transmitido que los Juegos pueden llevar al país al desastre. Hiroshi Mikitani, en una entrevista con la CNN, reconocía que llevarlos a cabo es una "misión suicida" y que él mismo había intentado convencer al gobierno de que lo mejor era su cancelación.
Los médicos se plantan
Si la sociedad japonesa y la ciudad de Tokio quieren levantarse en armas contra sus gobernantes y contra los organizadores de los Juegos Olímpicos, el sector sanitario del país nipón no es una excepción. Los médicos, que como en todos los países son los que están viviendo la pandemia desde la primera línea de forma continua, ruegan que se les escuche para evitar que se lleven a cabo.
En primer lugar, denuncian las precarias condiciones que se les han ofrecido a muchos de ellos, ya que colaborar con los Juegos en muchos casos supone un voluntariado adicional a sus horas obligatorias y con nulas o escasas retribuciones económicas. Y todo eso, teniendo en cuenta que el sistema sanitario japonés está casi colapsado.
De momento, los sindicatos se han puesto de su parte y les respaldan en sus protestas y su rechazo a la cita olímpica que puede suponer un caos para las opciones de Tokio y de Japón de salir de la crisis actual. Además, exigen que se aclare la situación actual con las vacunas, tanto las que van a recibir los deportistas, que han pasado de proceder de China a ser recibidas tras un acuerdo con Pfizer-BioNTech, como las que van a recibir los miembros y voluntarios que formen parte de las organizaciones que intervengan en el evento.
Por si todo esto fuera poco, ya ha numerosas ciudades y prefecturas cercanas a Tokio que se han negado a firmar acuerdos para ceder hospitales y recursos sanitarios en caso de que hubiera problemas serios durante los Juegos y que la sede no pudiera hacerse cargo de ellos en su totalidad. Todo bordea el caos.
Los deportistas dudan
La gota que ha colmado el vaso de esta situación tan complicada han sido las dudas, cada vez más repetidas, de muchos deportistas que se están pensando seriamente si acudir a unos Juegos Olímpicos que ven como un posible foco de contagios y que pone en riesgo su salud y sus carreras deportivas. Nadie está a salvo de dar positivo y de que ese positivo pueda traer complicaciones más graves.
Uno de los últimos deportistas de gran nivel que ha mostrado abiertamente su preocupación por la situación y que deja en el aire su presencia en Tokio es Rafa Nadal. El tenista no lo tiene nada claro de momento, ya que la situación no le ofrece garantías suficientes como para no vivir más riesgos de los ya habituales en esta época. Nadal no ha sido el único tenista que se ha mostrado crítico con la situación, ya que el local Kei Nishikori ha asegurado que por muchas 'burbujas' que creen, sigue habiendo riesgo.
Roger Federer, ya vacunado, ha pedido ya un veredicto claro sobre la situación actual y sobre la celebración de los JJOO y otros como Djokovic directamente han puesto en tela de juicio la vacunación, lo que podría tener consecuencias directas con la cita olímpica. Hay deportistas como el serbio o como el velocita Yohan Blake que son reacios al antídoto y otros que ven un riesgo convivir con deportistas que se nieguen a vacunarse. Al final, el resultado será la ausencia de ambos colectivos, camino que ha tomado el ciclista Julian Alaphilippe, actual Campeón del Mundo y que ha decidido no estar en Tokio para poder defender su maillot arcoíris sin mayores distracciones ni riesgos.
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