8 de agosto de 1992. El inolvidable Dream Team se colgaba la medalla de oro en los JJOO de Barcelona. Frente a la temible selección norteamericana, una no menos competitiva Croacia cayó derrotada (85-117) a pesar de los 63 puntos anotados entre Drazen Petrovic (24), Toni Kukoc (16) y Dino Radja (23). Mientras el genio de Sibenik daba uno de sus clínics habituales, otra leyenda observaba la mayor parte de su actuación tumbado boca abajo en la banda del Olímpico de Badalona. Era Larry Bird, que únicamente pudo jugar 12 minutos por su maltrecha espalda. El alero de French Lick (Indiana) no logró anotar en la que sería su despedida de las canchas. El último partido en el que coincidieron Bird y Petrovic, justo cuatro años después de su primer duelo en el Palacio de los Deportes de Madrid, donde Boston y Madrid volverán a verse este jueves.
23 de octubre de 1988. El Open McDonald’s, organizado por la NBA y por la FIBA para medir a los profesionales americanos contra el resto del planeta baloncestístico, celebraba la final soñada de su segunda edición: un Real Madrid-Boston Celtics o, lo que es lo mismo, un Drazen Petrovic contra Larry Bird. El croata pasaba de villano a héroe del madridismo tras abandonar la Cibona de Zagreb, con la que había logrado varios títulos europeos a costa de su nuevo equipo. La mejor liga del mundo ya estaba entre sus máximas preocupaciones de futuro, así que aquella era su oportunidad. Mientras, el rubio espigado y blanco de French Lick quería mantener su jerarquía y la del baloncesto estadounidense intactas. Magic Johnson y sus Lakers amenazaban la pujanza de Bird, labrada a base de tres anillos con los Celtics y de idéntico número de designaciones como MVP de la NBA. Aquel Madrid era una buena piedra de toque para calibrar sensaciones antes del nuevo curso.
No había otro escenario posible que la final. Ni el Scavolini de Pesaro italiano (108-96 para el Madrid) ni la selección de Yugoslavia, que cayó 113-85 ante los Celtics con Vlade Divac, Dino Radja, Tony Kukoc y Zarko Paspalj, les pusieron en demasiados aprietos en semifinales. Trámites previos al partido decisivo, que podría acabar con el menosprecio continuo al baloncesto europeo. De hecho, la superioridad yanqui estaba en discusión tras los Juegos Olímpicos de Seúl, donde la Unión Soviética de Sabonis se colgó el oro y los estadounidenses fueron bronce. Un desastre sin paliativos, en el que Yugoslavia había pescado la plata olímpica con Petrovic a los mandos. Unos fantasmas que sobrevolaron el Palacio de los Deportes cuando el base-escolta croata anotó su primer triple del encuentro. El que daría la única ventaja en el marcador al Real Madrid (3-2).
Bird no tardó en aceptar el desafío, anotando 11 puntos sin apenas despeinarse en los diez primeros minutos. Él y Petrovic eran los catalizadores indiscutibles del juego. Si el balón no pasaba por sus manos, las pizarras servían de poco. Boston, con Kevin McHale y Robert Parish de postes, no tardó en imponer su mayor superioridad física bajo tableros, castigando también desde el perímetro el nulo acierto madridista. Sólo Johnny Rogers, único jugador del Madrid en pasar por la NBA junto a Fernando Martín, podía seguir el ritmo de Petrovic y de los americanos. El Mozart balcánico volvía loco a Dennis Johnson, que tradujo en tres personales su incapacidad para frenarle antes de que concluyese el primer cuarto. Los Celtics ganaban por 24-29, pero su renta aumentaría en el segundo periodo gracias a la sobreexcitación del ‘5’ blanco.
Drazen quería demostrar tantas cosas ante los mejores del mundo que acabó pasado de revoluciones. Lolo Sáinz tuvo que mandarle al banquillo para evitar que sus alocados driblings o sus penetraciones suicidas acabasen con el partido antes de tiempo. Sin embargo, el efecto fue inverso y el Real Madrid quedó huérfano sin su estrella. Perdió menos balones y olvidó el individualismo, pero los Celtics le endosaron un parcial de 13-6 decisivo. Daba igual quién jugase en los orgullosos verdes. Hasta el más rácano de los suplentes se mostraba poderoso junto a Larry Bird, que seguía sin guardar el martillo pilón. Tan pronto daba una asistencia maravillosa como anotaba sin ni siquiera rozar el aro. Aunque la batalla en el rebote quedó más compensada gracias a un voluntarioso Pep Cargol, la ventaja de los NBA se estabilizó entre los 10 y los 15 puntos (47-61 al descanso).
Los silbidos de la grada cada vez que los Celtics subían el balón desafiaban la autoridad preestablecida. El partido amenazaba con romperse, pero tampoco lo quiso así el Madrid. Petrovic, desaparecido en los últimos minutos de la primera parte, volvió a brillar en el tercer cuarto para liderar los mejores minutos de los blancos. Un mate al contragolpe encendió la mecha del croata, que decidió enfrentarse solo a Boston con todas las consecuencias. Buscaba poco a sus compañeros, advirtiendo los posteriores cismas durante la temporada, pero le salía bien. No obstante, el croata también sabía asistir. Un pase bajo la canasta a Rogers levantó a los espectadores de sus asientos y avisó a los Celtics de que se andasen con cuidado. “Si pensaban que venían a tomar el sol, a pasearse y a ganar de 40, ya se están dando cuenta de que no va de eso”, comentaba Pedro Barthe durante la retransmisión de TVE.
A pesar del descaro del jugador balcánico, de los cuatro tapones de Fernando Romay ante el mastodonte Robert Parish y de los triples de Chechu Biriukov, las filigranas de Bird pudieron más que las de Petrovic. El 77-85 con el que concluyó el tercer cuarto, cuyo parcial ganó el Madrid, sería el último conato de rebelión blanca. En el último acto, se acabó el sufrimiento en defensa de Boston. Los triples de Bird fulminaron a Drazen y a sus compañeros, aunque también influyeron los 16 fallos blancos desde el tiro libre. La realidad superó a la ficción, los Celtics se escaparon hasta el 96-111 final y tanto Bird como Petrovic hicieron las paces siendo sustituidos casi al unísono. El sueño europeo había estado más cerca que nunca de cumplirse, y los americanos lo sabían.
“Petrovic es un jugador todoterreno, que da siempre la cara y que en la NBA sería uno de esos especialistas que los equipos necesitan”, reconocía Larry Bird tras el encuentro. El rebelde yugoslavo le correspondía en el elogio: “Lo que más me ha gustado de los Celtics ha sido la velocidad de sus bases, la tremenda fuerza que tienen en el rebote y el juego de Bird”. No habría que esperar demasiado para el siguiente encuentro entre Larry y Drazen, ya que se encontrarían en Estados Unidos a partir del año siguiente. Tampoco para que, en definitiva, el baloncesto europeo pudiese mirar directamente a los ojos a la todopoderosa NBA como este jueves lo hará el campeón de Europa ante unos Celtics que poco o nada tienen que ver con los de Larry Bird.